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ARTE Y CULTURA

El arte de nombrar las cosas

Por: MDG. Irma Carrillo Chávez
Maestra investigadora UASLP
@IrmaCarrilloCh

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En el libro del Génesis se marca el inicio de la importancia de tener un nombre: “V. 2:20 Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él”. Y es de todos sabido que lo que no es nombrado no existe, según Foucault. Al menos en nuestro imaginario.

Uno de los objetivos principales al momento de lanzar una marca, la cual albergará servicios o productos, es la identidad corporativa. Sin embargo, antes de ponernos a bocetar posibles símbolos que den esa identidad a la marca, tenemos que nombrar a la naciente empresa. Y en tiempos de derechos de autoría y tratar de sobresalir entre miles de presencias de marcas, al acto de nombrar a una empresa se le considera cosa seria y formal. A esta actividad se le ha llamado Naiming (nombrando), ya que es una acción que debe ser ejecutada constantemente por las compañías, ya sea para el lanzamiento de algún producto o bien porque se desea realizar un cambio de identidad.

Una identidad visual está compuesta de un logo (los puristas dirán logotipo, isotipo o morfotipo), esto es el símbolo, sea o no acompañado de cierta tipografía, el cual le permitirá a la naciente empresa tener una identidad dentro del marcado global y ejercer un sentimiento de pertenencia entre sus agremiados y consumidores. Además, el color juega un papel preponderante en la construcción de una identidad, al grado de que muchas empresas optan por mandar hacer un tono específico que sólo ellas podrán utilizar.

Existen diversos ejemplos al respecto, pero el más típico es el rojo con blanco que pertenece a una de las refresqueras más populares del mundo. Muchos son los recursos por los que se puede optar para poner un nombre; entre los más populares están los patronímicos, que se componen de las iniciales o los apellidos de los dueños. En el mundo de la moda es muy usual que se utilicen los nombres de los diseñadores y estos adquieran un estatus alto en el ámbito de la alta costura.

Sin embargo, no se debe olvidar que el nombre debe ser de fácil recordación y que impacte en la mente de su público elegido. Muchas empresas se decantan por la elección de palabras en idiomas que no son el de su origen, por lo que podemos encontrar muchos nombres extranjeros designando incluso el ramo al que pertenecen los comercios, es el caso de boutique, en lugar de tienda de ropa, o shoes house, en lugar de zapatería. Al parecer, el uso de términos en inglés o francés añade “categoría y distinción” a los comercios, pero en épocas recientes ha resurgido el famoso nacionalismo mexicano de principios de siglo XX, retomando algunas voces típicas del idioma español para nombrar productos y servicios hechos en México.

Algunas de las historias de los nombres de los productos son realmente peculiares como el que surgió por la enzima pepsina, que el creador de esta bebida aseguraba agregar a su producto, o la marca de ropa que menciona la fruta tropical favorita del dueño, el mango. Otras marcas optan por los nombres compuestos, como la famosa red social Facebook o el río finés Nokianvirta, que da nombre a la famosa compañía de telefonía celular Nokia.

Cualquiera que sea el recurso, nos tiene que quedar claro hacia quién va dirigido nuestro producto y si existe una demanda para crear esa identidad que va a resultar en la imagen que el público tenga de nosotros. No es una tarea sencilla, pero puede incluso ser divertida.