Supuestamente debería ser un artículo fácil de escribir, en este espacio hemos hablado, en reiteradas ocasiones, del girl power y la necesaria presencia de la mujer en la vida pública en la sociedad, es más, me siento identificada con el tema, sobre todo cuando hago memoria de mis días como abogada recién graduada en la imponente CDMX, y lo difícil que fue adaptarme como mujer de provincia a los retos que implican los juzgados de tan grande ciudad, entonces: ¿por qué fue tan complicado alinear mis ideas entre el deber ser y lo que es?
Cada vez que trataba de redactar las presentes líneas, y queriendo sentir empatía por el género masculino y lo “satanizado” que se ha vuelto cortejar a una dama, tenía flashbacks de una frase que me ha molestado desde que era niña: “es un mundo de hombres, deberías saberlo”. Y… ¿lo es?
Recuerdo cuando mi padre –que para su fortuna o desgracia tiene dos hijas– trataba de consolarme: “me gustaría decirte que tu camino será fácil, pero no es verdad, deberás tener paciencia y mucha garra para triunfar en lo personal y en lo profesional”, y como un mantra que ha guiado mis pasos, he intentado tener ambas cualidades, a veces, con poco o nada de éxito.
¿La realidad? Es que he sentido la vulnerabilidad de ser fémina en una sociedad que parece tener impregnado en su ADN el machismo y sometimiento de la mujer, por ello, no me sorprende que se busquen espacios de denuncia anónima, cuya única consecuencia jurídica parece ser la exposición de una constante: el abuso masculino en sus distintas formas y colores.
Cuando surgió el movimiento denominado #MeToo debo confesar que no le di mucha importancia, parecía no tener conexión real conmigo, después de todo no soy actriz ni estaba intentado acceder a las esferas hollywoodenses, hasta que empecé a escuchar comentarios como “ellas sabían a qué iban”, “debieron haber dicho que no”, “después de tanto tiempo, ¿para qué decirlo?”, “ya destruyeron muchas carreras” y un número grave de sentencias que juzgaban el actuar de las mujeres que harían sus denuncias públicas por redes sociales ante el acoso sexual de productores y actores. A este movimiento se sumaron muchos otros en distintas esferas sociales, en la medicina, en el trabajo, en la música, en países como Francia, España y México, se volvió un monstruo de mil cabezas.
Los noticiarios matutinos contaban con foros de debate entre mujeres, algunas feministas conservadoras y otras con una posición más férrea a la hora de defender al género, después de leer y escuchar tanto, me encontré en una gran disyuntiva. ¡Claro, soy mujer! Pero también soy abogada y aunque he intentado quitarme el velo jurídico para analizar desde otra posición, las denuncias se hacen a través de los medios legales establecidos para ello, las sentencias son jurídicas y las emite un juez, no el vox populi, debemos entender que la Constitución nos otorga la presunción de inocencia hasta que se nos compruebe lo contrario y lo peligroso que es denunciar por medio de redes sociales, sin tener elementos probatorios suficientes.
¿Se ha abusado de los movimientos como el #MeToo? Tal vez, pero debe ponerse en la mesa lo siguiente: si bien es cierto que existen canales especializados para denunciar casos de violencia de género o abusos, el índice de revictimización es muy alto, no sólo por parte de las instituciones obligadas a arropar a la víctima, también por parte de la sociedad e incluso de mujeres hacia otras mujeres.
Después de una danza de ideas en mi cabeza, mi conclusión es que no hay conclusión, las variantes son tantas como tipos de mujeres, es difícil tratar de estereotipar o trazar una línea entre lo prohibido y lo permitido. La multiculturalidad, la basta información a la que tenemos acceso y su velocidad, así como la brecha generacional que existe, son elementos que impiden encasillar “algo”.
No, no está bien que los hombres vayan a la “hoguera social” por una denuncia sin fundamento, tampoco es correcto que las mujeres utilicemos esta fuerza para declarar la guerra al sexo opuesto, pero por el bien de nuestras hijas, nuestras madres, nuestras hermanas y nuestras amigas espero que haya más movimientos de denuncia y, si los sueños se cumplen, que no tardemos en encontrar el equilibrio.