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Un universo de miedo: James Wan y su cine de terror

Por: Esteban Cortés Sánchez
Compositor de música para cine y director de orquesta
lecscorp.com

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Cada cierto tiempo, en todos los aspectos de la vida, se requiere un cambio. Esa es la parte fácil. Lo difícil es llevarlo a cabo para bien y mejorar lo que se necesite mejorar; cambiar la óptica con la que se ve ese algo y darle la tan necesaria bocanada de aire fresco. ¿Un mesías?, tal vez para algunos (mayormente los que tienen intereses en cierto rubro en particular). En este caso me limitaré a llamarlo visionario o

–para propósitos prácticos de este artículo– James Wan.

Originario de Malasia, este director está nacionalizado australiano. Desde joven mostró una inclinación al cine y aunque hizo un par de proyectos interesantes en sus primeros años como cineasta, su carrera se disparó con Saw (2004). Esta película se caracteriza por el “gore” en ella –violencia extremadamente gráfica–, además de darle un tratamiento innovador a la historia. Según las cifras de Box Office Mojo, esta cinta se hizo con un presupuesto de 1.2 millones de dólares y su recaudación a nivel mundial fue de alrededor de 104 millones. En el libro de cualquier empresario eso se lee como “un excelente negocio”, uno que generó siete secuelas a lo largo de más de  una década y que puso a su creador en el mapa. Pero no todo fue miel sobre hojuelas.

Una vez probada la efectividad de una fórmula, es

imposible que no se quiera recrear una y otra vez y Wan estuvo encasillado como el nuevo hombre del cine de horror por algunos años, trabajando en películas como

Dead Silence y Death Sentence. Si bien para él no representó un reto creativo, no es algo necesariamente malo para el público. En ese tiempo, el protagonista del presente artículo estrenó Insidius (2010), un éxito comercial y de crítica, que también dio vida a su propia serie de secuelas.

En 2013 estrenó The Conjuring, la joya de la corona en su carrera; esta película, inspirada en las investigaciones paranormales de Ed y Lorraine Warren (recientemente fallecida), no sólo fue un éxito en taquilla logrando recaudar más de 300 millones de dólares, con un presupuesto de 20 millones, sino que, como es costumbre en el caso de James Wan, creó su propia franquicia, cuya más reciente adquisición fue la historia de la mexicanísima Llorona.

¿Qué sigue cuando ya eres el mejor en algo? Hacer otra cosa

En 2013 se anunció que Wan dirigiría la séptima película de la saga Fast and Furious, que no sólo representó el reto de trabajar en un género completamente distinto al que estaba acostumbrado, sino que tuvo que comandar la empresa en medio de la tormenta que se presentó por la repentina muerte de Paul Walker, protagonista de esta serie, en un accidente automovilístico. El cineasta echó mano de los avances tecnológicos, así como de trucos de cámara, sumamente necesarios en el cine de terror. Esta cinta fue un éxito de taquilla y, aún más importante, entre los fans de estos filmes que veían con escepticismo la elección de Wan para el trabajo.

James regresó a la silla del director para The Conjuring 2, producida con su recién fundada: Atomic Monster Productions, y con la cual trabajaría en muchos proyectos por venir. A esas alturas y al igual que Hércules, después de todos los logros, era tiempo de ir por lo imposible.

En 2015 se dio a conocer que Wan era el elegido para traer al mundo cinematográfico a Aquaman, un personaje sinónimo de burla, incluso entre los amantes de las viñetas. Fue una victoria con creces. Alrededor del mundo, este largometraje recaudó más de un billón de dólares y fue aclamado por la crítica, quitándole su lugar a personajes mucho más conocidos, como Batman y Superman, y asegurando la supervivencia del monstruo amorfo que es el DC Extended Universe (DCEU), junto con Wonder Woman y Shazam.

James Wan construyó un imperio y salvo dos. Un éxito para dar miedo.