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¿Un salario para no trabajar? El boom del ingreso básico universal

Por: DA. Javier Rueda Castrillón
Analista económico en diferentes medios; autor de artículos sobre política y economía
jruedac@me.com

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Vivir para trabajar, trabajar para vivir… El huevo o la gallina se debaten con nuevas metas, formas de entender el futuro con importantes señales de cambio. Caídas dramáticas en natalidad y participación laboral en Japón, el movimiento “quiet quitting” en Estados Unidos cada vez se hace más viral como forma silenciosa de protesta contra una cultura laboral agotadora, miles de españoles prefieren cobrar subsidios temporales que aceptar empleos mal pagados y sin derechos y en México, lindo y querido, programas como “Sembrando Vida” o “Jóvenes Construyendo el Futuro” tienen elementos similares al esquema de un ingreso básico universal, aunque con objetivos laborales explícitos.

Líbrese de jefes, compañeros laborales, horarios y juntas interminables, dando por hecho que cada mes recibe dinero en su cuenta bancaria, de manera automática y garantizada... ¿Fantasía? Quizá antes sí lo era. Pero hoy, en plena era de inteligencia artificial, automatización acelerada y crisis laboral estructural, esta idea empieza a dejar de ser ciencia ficción para convertirse en una posible solución real: el Ingreso Básico Universal (IBU) pasará de ser una utopía socialista para convertirse en el nuevo contrato social del siglo XXI.

En 2017, Finlandia lanzó uno de los experimentos más sonados sobre el IBU. Durante dos años, seleccionaron al azar a 2 mil personas desempleadas entre 25 y 58 años y les otorgaron 940 euros mensuales, sin exigirles que buscaran empleo ni cumplir requisitos burocráticos. Los resultados fueron publicados oficialmente en 2019: aunque el IBU no aumentó significativamente la tasa de empleo, sí mejoró notablemente el bienestar psicológico, la percepción de seguridad financiera y la confianza en las instituciones. Los beneficiarios reportaron menos estrés, mayor motivación y una visión más positiva del futuro. ¿Y si el valor real del IBU no es crear empleo inmediato, sino liberar a las personas para que puedan reinventarse?

Para aquellos que piensan que esto sólo pasa en los países con una capacidad económica amplia, la organización sin fines de lucro GiveDirectly inició un experimento en Kenia, donde planeaba entregar 22 dólares mensuales a unas 26 mil personas durante 12 años a partir del 2016. Esa cantidad puede parecer insignificante para algunos, pero representa casi el 30% del ingreso promedio mensual dando oportunidades a los beneficiarios para invertir en pequeños negocios, mejoras en sus hogares e incluso en educación. Algo inesperado sucedió: el miedo a la pobreza extrema empezó a disminuir, las personas dormían mejor, comían tres veces al día y se atrevieron a imaginar un futuro diferente.

No todo es color de rosa, implementar un IBU a gran escala implica rediseñar sistemas fiscales, reformar impuestos y repensar cómo distribuimos la riqueza global. Países como Finlandia o Kenia pueden probarlo en un grado pequeño, pero ¿qué pasa en economías emergentes con déficit presupuestario constante? Una idea interesante es el modelo parcial: pagar un IBU limitado a grupos vulnerables o regiones en transición tecnológica, vinculándolo a contribuciones sociales, como cuidados familiares, voluntariado o formación digital.

Es cierto que el IBU podría generar inflación, fomentar la informalidad o ahuyentar inversión extranjera, de hecho, no es un cheque en blanco, es una herramienta de transformación social, una red de protección emocional y económica, un permiso tácito para volver a soñar en grande… aunque después de todo, y muy a mi pesar, también es cierto que no deja de ser un arma política para generar populismos con personas que colocan el futuro en manos de gobiernos irresponsables.

Cuando piense en el futuro, imagine una sociedad donde las personas eligen trabajar por vocación y no por supervivencia, pudiendo tomar un año para aprender programación, viajar, cuidar niños o abrir una panadería artesanal sin el miedo constante de perderlo todo… ¿será?