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PANORAMA INTERNACIONAL

Siria, la guerra sin fin

Por: DA. Javier Rueda Castrillón
Analista económico en diferentes medios; autor de artículos sobre política y economía
jruedac@me.com

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Hoy sí y mañana también… seguirá apareciendo en los diferentes medios masivos de comunicación la sinrazón de una de las guerras más crueles de este mundo global.

El alto índice de desempleo en el país, aunado a una corrupción que imposibilita la gobernanza, la falta de libertad política y una represión violenta desde la presidencia de Bashar al Asad, resultó ser una bomba de tiempo en una tierra dónde se juntan un sin fin de intereses.

Debe usted saber que Alepo, o lo que queda de esta ciudad emblemática, en su día fue una de las ciudades más hermosas y elegantes del mundo. Bajo los escombros solo quedan las pruebas de una guerra feroz, una añoranza por volver a ver la ciudadela llena de ruido con gente feliz y ambiente de fiesta, desde la mañana hasta la noche. Aquellos recuerdos son imborrables, llenos de esperanza; revivir los cafés cerca de la puerta principal con la típica jugada de cartas, fumando pipas de agua y rodeados del buen humor. Hoy en día, la zona está desierta y la mayoría de sus edificios, destruidos.

En 2014 las fuerzas rebeldes detonaron una bomba debajo del Hotel Carlton, arguyendo que el ejército lo estaba utilizando. Ahí moriría la última edificación emblemática, escenario de aquellos recuerdos, también daba fin a toda esperanza.

Antes de que comenzara la guerra, la gente se divertía con sus familias visitando edificios de interés histórico o arquitectónico, hoy todo quedó en recuerdos, es imposible transitar por la ciudad de las bombas.

La primavera árabe nunca vislumbró hasta dónde podían llegar aquellos reclamos; en marzo de 2011, un grupo de adolescentes se armaron de valor y decidieron pintar consignas revolucionarias en su muro escolar. No tardaron en ser apresados y conocer la dureza de la ley en la ciudad sureña de Deraa, provocando protestas prodemocráticas, manifestaciones populares, extendiéndose de manera viral en los países de la región, clamando más democracia y derechos para sus poblaciones. Las fuerzas de seguridad abrieron fuego contra manifestantes, varios muertos y multitud de heridos provocaron que muchas más personas salieran a las calles por todo el país; al Asad tenía los días contados.

La respuesta de fuerza del gobierno para sofocar la disensión, reforzó la determinación de cada inconforme, la guerra civil se había desatado. Sin vuelta atrás, la lucha por una apertura tendría nuevos símbolos para mostrar la dureza de la guerra donde cada cadena televisiva, medio impreso, radio o internet buscaba la nota que concientizara al mundo de lo que realmente sucedía en Siria. Omran, el niño rescatado de un bombardeo en Alepo, se convirtió en un símbolo del horror en Siria.

Su cuerpo cubierto de polvo, el cabello totalmente revuelto y el rostro ensangrentado, era la imagen atroz de lo que estaba sucediendo. La foto de un niño sentado en una ambulancia tras un bombardeo en Alepo, daba la vuelta al mundo, sin saber que después vendría la impactante imagen del niño muerto en la costa, cada vez más hiriente, más atroz.

A medida que el levantamiento opositor se extendía, la innegociable represión del gobierno obligaba a los simpatizantes de la oposición a armarse, una medida de autodefensa que propició la expulsión de las fuerzas de seguridad de sus regiones.

Al Asad prometía ante el mundo  “aplastar al terrorismo apoyado por el exterior” incrementando la violencia en el país. Miles de brigadas rebeldes combatían contra las fuerzas del gobierno para lograr el control de ciudades y poblados, llegando hasta la capital, la ciudad del jazmín, Damasco.

La mayoría sunita del país se enfrentaba a los chiitas alauitas, la rama musulmana a la que pertenece el presidente, arrastrando potencias regionales e internacionales por cada bando como señal de apoyo. En junio de 2013, Naciones Unidas daba a conocer la primera cifra de muertes en este conflicto, 90 mil personas habían fallecido. Hoy la cifra asciende a más de 450 mil caídos.

La guerra ha provocado que más de 4,5 millones de personas huyan del país, en uno de los mayores éxodos en la historia reciente, cifras que quizá sean mayores ante la imposibilidad de acceder a ciertas áreas del país y a las dificultades para compatibilizar las cifras por las partes enfrentadas. Siria se ha convertido en un rompecabezas, el número de miembros de la oposición moderada seglar es superado por los grupos islamistas y yihadistas, como el autodenominado Estado Islámico y el Frente al Nusra, un grupo afiliado a al Qaeda, cuyas tácticas inhumanas han provocado indignación mundial.

Desde el año 2014, las milicias kurdas también combaten en el conflicto, apoyadas por los Estados Unidos, Reino Unido y Francia; con incursiones aéreas contra el Estado Islámico en Siria, evitan atacar a las fuerzas del gobierno sirio, demostrando ser una estrategia internacional “ajena” al conflicto civil y más centrada en la repercusión internacional de los grupos más violentos.

Rusia, por su parte, no dudó en brindar apoyo incondicional al gobierno sirio tras una serie de derrotas infligidas por la oposición. La intervención rusa ha conducido a victorias significativas para las fuerzas sirias, recuperando Alepo, bastión de los grupos opositores, que fue recuperada por fuerzas leales a al Asad en diciembre de 2016.

Para poder dar combate y afrontar los constantes bombardeos, rebeldes moderados han pedido al gobierno norteamericano más armamento en respuesta a los devastadores bombardeos de Rusia y el gobierno sirio. Estados Unidos y sus aliados han negado esta ayuda, los temores de que las armas terminen en manos de los grupos yihadistas, así como un conflicto con Rusia, son motivos suficientes para no entrar de lleno en este campo.

Más naciones buscan en Siria el vencimiento de sus propósitos, Irán, que es chiita, se ha convertido en el aliado más cercano de al Asad. Teniendo en cuenta que Siria es el principal punto de tránsito de armamento que Teherán envía al movimiento chiita Hezbolá en Líbano, la zona representa el control de tránsito de armas, algo que a nadie deja indiferente.

En el ámbito internacional, Rusia interviene en el conflicto con un apoyo incondicional hacia la supervivencia de Asad en el gobierno, mientras que Estados Unidos insistió, durante el gobierno de Barack Obama, en solicitar la dimisión de al Asad considerándolo responsable de imperdonables atrocidades. Sean Spicer, actual portavoz de la Casa Blanca, confirma que Trump parece haber abandonado esta contienda, dando a entender que Washington ya no considera como un objetivo la salida del poder del mandatario sirio.

Arabia Saudita es otro participante en esta “guerra subsidiaria”, contrarrestando la influencia de Irán, su principal rival en la región, con una ayuda militar y financiera importante para los rebeldes, incluidos los grupos con ideologías islamistas.

Por si fuera poco, Turquía se une a este embrollo como acérrimo simpatizante de los rebeldes, intentando que Estados Unidos limite su apoyo a las fuerzas kurdas, a quienes acusa de simpatizar con su enemigo, el proscrito Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

La guerra se ha prolongado por culpa de  la intervención de las potencias regionales y mundiales, varios han sido los acuerdos e intentos de una paz que no llega. El mundo vive una de las guerras más sanguinarias… el ser humano deja de ser prioridad ante la avaricia desmedida.