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Abraham Lincoln, el emancipador

Por: MGT. Andrés Salomón Pedraza
Maestro en Gestión turística del patrimonio cultural y natural por la Universidad de Barcelona
andres.salomon@strategamagazine.com

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“Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no desaparecerá de la faz de la Tierra” … Así finalizaba Lincoln su inmortal y exquisito discurso de Gettysburg en 1863 en plena Guerra Civil Estadounidense, uno de los más grandes exponentes de la libertad e igualdad en la historia del ser humano gracias a su 13º Enmienda.

La Guerra Civil (1861-1865) es el mayor escenario de muerte y sangre del pueblo estadounidense en su vasta historia militar (y vaya que tiene hilo de donde cortar) pues fallecieron alrededor de 700 mil personas. El norte industrial progresista contra el sur agrícola conservador, ideologías de producción que no eran afines; además, la dependencia económica o simplemente cultural de la esclavitud por parte de los estados sureños, rasgaría una herida en el corazón de este país que sigue, hasta hoy, sangrando.

La esclavitud en Estados Unidos es un tópico tan arraigado a sus propios cimientos de fundación que cada vez que existe un conflicto relacionado a este tema, todo el país se sacude. La producción agrícola, y específicamente algodonera en aquellos grandes campos de tierra, y esas mansiones blancas sureñas que hemos visto en películas son testigos de la infamia vivida por seres humanos raptados y vendidos para trabajar en América siendo explotados, mutilados, humillados y masacrados.

Las personas eran vendidas y compradas como si fueran costales de arroz y se les consideraba como propiedad, sí, literalmente; por ejemplo, si un blanco mataba a un esclavo ajeno, se tenía que resarcir ese daño al dueño de manera monetaria. Los abusos fueron inenarrables: castigos y azotes por no llegar a la cuota diaria de producción, violaciones de los terratenientes a sus esclavas, ataques con perros de caza o ahorcamientos por cualquier excusa que tuviera el patrón.

Te recomiendo la película 12 años esclavo; narra el caso real de una persona que fue secuestrada y vendida para trabajar en este tipo de campos; se aprecia en carne propia las terribles condiciones que vivió toda esa gente por tanto tiempo.

Pero hablemos ahora del personaje principal. Lincoln nació en Kentucky en 1809 y no en Illinois, estado al que representó siempre; venía de una familia de clase media de ascendencia inglesa que profesaba la religión bautista, aunque mostró pocas luces religiosas. Fue autodidacta, media 1.93 m y desde joven se le conocía por su excepcional oratoria; se dedicó a la abogacía y más adelante fue líder del partido Whig, siendo elegido en 1846 Representante en la Cámara de los Estados Unidos.

Es importante mencionar que fue de los pocos políticos que se opuso a la infame cruzada yankee de invasión a México en 1846, teniendo que renunciar a su reelección como congresista debido a su baja popularidad. Fue en 1854 que regresó a la política y se dedicó a la creación del partido republicano, teniendo altas y bajas con respecto a su candidatura a la presidencia; siendo el año de 1860 aquel que lo haría mandatario, detonando una bomba atómica en la sociedad estadounidense.

La cuestión de la esclavitud y la idea de abolirla por parte de Lincoln y su gobierno provocaron que siete estados sureños se escindieran, creando una especie de país llamado Estados Confederados de América, casi al momento de llegar al poder; surgiendo los ejércitos de la Unión y los Confederados. Ninguno de los dos bandos imaginó que este conflicto entre hermanos sería tan brutal, y todo por una ideología que va en contra de lo que ese país dice representar y defender: la libertad.

Ganada la guerra, el presidente fue a ver una obra (Nuestro primo americano) en el teatro Ford donde un simpatizante de la causa sureña de nombre Wilkes Booth le disparó en la cabeza, en frente de su esposa, con una bala esférica que se alojó detrás de su ojo derecho. Inmediatamente, el magnicida brincó del palco y cayó en el escenario logrando huir (por un corto tiempo) con una pierna rota. Lincoln, después de ocho horas en agonía, moriría el 15 de abril de 1865 pero no así su colosal legado.

Concluyo con Lincoln: “Casi todos podemos soportar la adversidad, pero si quieres probar el carácter de un hombre, otórgale poder” …