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ARTE Y CULTURA

Ansiedad, angustia y desesperación

Por: MDG. Irma Carrillo Chávez
Maestra investigadora UASLP
@IrmaCarrilloCh

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A casi nadie le gusta sufrir. Y digo “casi” porque hay quienes se regodean en el sufrimiento con grandes afanes por nunca salir de él. Sin embargo, a todos nos ha tocado experimentar una buena dosis de penas y agobios. Se dice, entonces, que cuando la melancolía llega a nuestras vidas, la creatividad se manifiesta, no obstante, algunos aseguran que no hay afirmación más lejana de la realidad.

Desde la antigua acedia ­­–definida como el descuido total y la apatía– pasando por todos los matices del sufrimiento del alma: nostalgia o saudade; melancolía; depresión; angustia; desdicha o desesperación, todas estas emociones y sentimientos han sido musas inspiradoras para crear los más bellos cantos a lo imposible; ya lo afirmaba el sabio Buda hace miles de años al mencionar que todos los males se derivan del sufrimiento por el apego y el control de las situaciones.

Es en ese estado de indefensión en el que la humanidad tiende a volcar su dolor en las diversas formas expresivas, siendo la poesía, la danza y la música algunas de las más socorridas. La música ha sido por mucho la forma más elocuente y expresiva del dolor y el sufrimiento, ya que la identificación con un bolero puede ser más evidente que el acercamiento a la poesía o la danza. Por otra parte, sería imposible definir cuáles son las composiciones más tristes de la historia humana; sin embargo, sí podemos mencionar algunos géneros que abordan el sufrimiento con maestría: el cante jondo cuyos temas recurrentes son a la muerte, al amor frustrado y a la desesperación. Una variante son los pregones, las saetas y los romanceros litúrgicos que se cantan durante la Semana Santa y en donde se lamenta el sufrimiento de Jesucristo y de su madre, María.

Portugal por su parte, tiene el maravilloso fado inspirado en los cantos de los marinos portugueses, la soledad, la saudade y la desazón. Para interpretar el fado es necesario sentir profundamente el lado angustioso de las cosas, no tener esperanza, ni sueños, ni ambiciones. El fado nace de los arrabales, de las clases pobres, de los obreros y los barrios humildes.

Otro género muy parecido es el tango. Enrique Santos Discépolo, uno de los mayores exponentes de este género musical nacido en Argentina, afirmaba que el tango es “un pensamiento triste que se baila”. El lunfardo es el idioma del tango, así como el arrabal es su escenografía: escuchamos la historia de “Ladrillo” con un nudo en la garganta porque la historia nos narra que se encuentra en la cárcel por asesinar a un tipo que le faltó al respeto a su amor. En donde se nos salen las lágrimas es en la parte en donde la “viejita va a visitarlo”. El amor de una madre, como ya sabemos, es incondicional.

La lírica mexicana no se queda atrás, aquella música que se tocaba en el siglo XIX y principios del XX, tiene en su haber hermosas canciones de desamor, abandono y muerte: “Un cruel puñal con arabescos de oro…”; “Desdichada de ti, mujer, tú eres la causa, que no me tienes ni siquiera compasión…”. Boleros, corridos, rancheras o baladas, los mexicanos nos pintamos solos para cantar nuestros dolores y alegrías, pues ¿qué serían estas sin la música?