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El futbolista que robó El Grito de Edvard Munch

Por: Stratega Magazine

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Imagen: https://unsplash.com

Los seres humanos suelen tener ambiciones de las más variadas. Algunos quieren desarrollarse profesionalmente para progresar económicamente mientras que otros quieren hacerse millonarios o ser estrellas del entretenimiento. El ex futbolista Pål Enger, sin embargo, solo tenía una obsesión: robar el famoso cuadro “El Grito”. Y lo logró.

Crímenes y fútbol

Enger creció en Tveita, Oslo, en los años setenta. Desde temprana época mostró afición y talento por el fútbol, pero también por la delincuencia. Y si bien mucha gente intenta trabajar o tal vez ingresar a https://casino.netbet.com.mx/ para intentar ganar algo de dinero, Enger era más pragmático.

Por ejemplo, en vez de tomar el metro para ir a los entrenamientos, prefería robar un auto. Junto con un amigo, se dedicaba a robar joyería, relojes y cajeros automáticos cuando no se encontraba entrenando con su equipo.

Forjó una exitosa carrera en el equipo Vålerenga, lo cual sumado a sus robos, le generó una gran cantidad de dinero. Llegó a tener autos, barcos, y según él, “las más bellas mujeres de Noruega”.

El robo equivocado

Cuando era niño, conoció la famosa pintura de Edvard Munch en un viaje de la escuela. La terrible ansiedad de la figura y las manos sobre sus oídos le recordaban las sensaciones que le provocaba su violento padrastro. Solo había una posibilidad lógica: robarlo.

Luego de visitarlo al menos dos veces a la semana por años, puso su plan en acción. Colocó un portaequipajes de coche sobre la pared, rompió vidrios e ingresó al museo junto con cómplices, y lograron hacerse del cuadro. Solo había un problema: calcularon mal las ventanas y robaron Amor y Dolor en vez de El Grito, del mismo pintor.

Si bien declaró “sentirse mal” por robar el cuadro equivocado, disfrutaba de colgarlo en un club del que era dueño durante algunas noches. Uno de sus cómplices, sin embargo, quería el dinero. Luego de intentar conseguir compradores, y lograr captar la atención de la policía, Enger decidió entregarse.

Le dieron cuatro años de cárcel, pero esto era solo el comienzo.

Segundas oportunidades

En la cárcel, decidió refinar sus habilidades criminales para, esta vez, sí hacerse con el cuadro correcto. Y así lo hizo. Planeó un nuevo golpe, y esta vez solo demoró 50 segundos. Sí, se llevó El Grito.

Como muestra extra de audacia, hasta dejó una nota diciendo “gracias por la mala seguridad” en el lugar en el que el cuadro se encontraba en exhibición. Incluso posó para el diario Dagbladet en la misma galería bajo el titular “Yo no robé El Grito”.

Sin embargo, y como suele suceder, el cuadro fue eventualmente recuperado y Enger fue sentenciado a prisión nuevamente, esta vez por seis años, que es la pena máxima para robos en Noruega.

Pero no se entregó sin luchar. Tuvo una pelea a tiros con la policía en una gasolinera, en la que se encontraba su hijo recién nacido, y también una violenta pelea con la policía en el juzgado en el que fue sentenciado.

Hoy, años luego de sus salvajes crímenes, jura que su pasado ha quedado atrás y quiere dedicarse a su nueva pasión: expresarse a través de la pintura.