Los libros electrónicos resultan una herramienta útil para fomentar la lectura, ahorran espacio, costos y son de fácil manejo; pueden consultarse desde tu computadora, teléfono inteligente, e-reader, tableta y, en estos tiempos de coronavirus, representan una alternativa para adquirir material de forma inmediata, sin salir de casa ni batallar con mensajerías.
Si bien en nuestro país hay pocos lectores, de acuerdo con el Inegi, en promedio, por persona, se leen 3.4 libros al año, y la pandemia afectó de forma negativa a la industria editorial mexicana, no todo está perdido. Cierto es que 2020 fue complicado, la agencia Nielsen Bookscan México mostró los resultados del año pasado por ventas de libros físicos en términos de volumen y de valor, según información de Ricardo Quiroga, para El Economista, “en el año se vendieron 13 millones 801,845 ejemplares impresos por los que hubo una facturación de 3,033 millones 587,412 pesos”, esto representa que, comparado con 2019, para el mercado en los puntos de venta se presentaron déficits anuales de -23.5% en volumen y de -20% en valor. De cualquier manera, los libros siguen y seguirán existiendo, y no sólo los impresos.
Aunque todavía hay rechazo hacia los e-books, la población lectora en formato digital se incrementó de 7.3% a 12.3% en los últimos cinco levantamientos (captación de los datos de la encuesta) del Módulo de Lectura (Molec), gracias al uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Y, con base en las estimaciones de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), el comercio digital pasó del 2% antes de la contingencia al 5% o 6%.
¿Qué es un libro electrónico?
Project Gutenberg fue el primer proveedor de libros electrónicos gratuitos; Michael Hart, su fundador, inventó los e-books en 1971, los cuales comenzaron a ser populares en 2007, cuando Amazon lanzó su famoso e-reader, llamado Kindle; en 2009 y 2010 llegaron Nook, de Barnes & Noble, y Kobo, de Rakuten, para generar competencia.
Entre sus características destacan:
Amigable con el medio ambiente. Los materiales impresos contribuyen con la deforestación mundial.
Disponibilidad. Adquiere el título que quieras en cualquier momento, sin importar la hora y desde cualquier lugar.
Durabilidad. Se pueden descargar las veces que quieras y tu ejemplar no se romperá ni se desgastará. Es más, lo puedes compartir sin perderlo.
Económico. Los libros digitales son más baratos que los físicos, además, ahorrarás espacio de almacenaje y tampoco requieres libreros o cajas para ordenarlos.
Fluidez. Es posible leer en cualquier tamaño de pantalla y el texto se ajusta de manera automática; no se reduce el documento, como sucede con el PDF.
Formato. El texto se acomoda a las necesidades del lector, en cuanto al tamaño y tipo de fuente, y el color del fondo.
Sincronización. Podremos pasar de un dispositivo a otro con facilidad –si comparten sistema operativo– y, gracias a Internet, mantener notas o marcas, así como la página en la que va la lectura.
¿Por qué no son gratuitos?
La impresión no es lo único que influye en el precio de un libro. Escribir una obra representa tiempo y recursos –creativos y económicos– para el autor; una vez terminada, pasa por diversos procesos, como revisión del editor, corrección de estilo y diseño, indispensables para que llegue a tus manos en condiciones óptimas. Estos servicios son realizados por expertos y tienen costo.
Así que más allá del nostálgico aroma que nos regalan los libros impresos, los e-books representan una opción para hacer de la lectura una actividad accesible para todos y sacarle provecho a la tecnología.