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PANORAMA INTERNACIONAL

Balcanización de Medio Oriente

Por: MHA. Carlos Tapia Alvarado
Historiador egresado de la UNAM y CEO de la Consultoría para la Reflexión Epistemológica y la Praxis Educativa “Sapere aude!
@tapiawho

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El pasado 13 de abril de este año los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña lanzaron una serie de ataques contra algunas instalaciones de investigación científica militar en Siria. Se realizó como respuesta a un ataque contra la población civil de la localidad siria de Duma (en poder de los rebeldes contra el régimen de Bashar al Asad), supuestamente llevado a cabo por el régimen sirio respaldado por Rusia.

La trágica guerra en Siria recuerda el triste ejemplo de la Guerra Civil Española, que se efectuó entre 1936 y 1939. En ese conflicto los soviéticos apoyaron al gobierno legítimo de la República española, en tanto que los alemanes (pocos) y los italianos (muchos) apoyaron a los militares alzados, encabezados por Francisco Franco. Esa guerra sirvió de campo de experimentación para las nuevas armas de los contendientes no españoles. Así también ocurre en la actualidad en Siria. Buena parte del éxito en contra de ISIS se debe a las armas de última generación que han desarrollado los rusos.

Hasta hace algún tiempo se pensaba que los rusos estaban atrasados en tecnología militar con respecto a Occidente. Y así fue durante la época soviética. La guerra armamentista llevó al colapso a la antigua URSS, tanto que Mijail Gorbachov creyó conveniente hacerse a un lado en la carrera armamentista. En la década de los años 90 del siglo pasado, el armamento occidental ciertamente era muy superior a los adefesios soviéticos, y así se vio cómo tanques como el M1 Abrahams estadounidense, el Challenger 2 británico, el Leopard 2 alemán, el Merkava israelí o el Leclerc francés, más reciente que los demás, eran superiores al T-80. Los T-72 iraquíes simplemente fueron barridos del campo durante la “Tormenta del desierto” (1990-1991). Igual degradación ocurrió con la aviación, y con respecto a su flota de guerra; la tragedia del submarino nuclear Kursk (agosto del 2000) indicó de manera precisa el triste estado del viejo ejército soviético devenido ruso. Pero Rusia, pese al estado aparentemente indigente de su ejército y de su estado, poseía férreo dominio sobre su as de ases, su terrorífico arsenal nuclear, entre los que destacaban monstruos como el misil SS-18 Satan, artefacto del cual ya hemos platicado.

Algunos despistados creen que Putin es un retorno al estatismo soviético que llamaban socialismo (y sus enemigos comunismo). Putin es ruso en el sentido irracional de entender la guerra como identidad, porque así lo han sido los rusos desde tiempos muy antiguos. A partir de los viejos valores del ejército que derrotó a los alemanes y del ejército rojo surgido de la Revolución Bolchevique, (en cuya militar mente rondarán por siempre los sombríos métodos stalinianos de las purgas), lo ha modernizado, y para realizar este fenómeno tuvo que incentivar al capitalismo. El modo de producción que tanto denostó Marx, volvió a imponerse en un estado que ansiaba entrar en las esferas de la ilusión mercantil a partir de su disciplina. Putin es un ruso tradicionalista y, nos atrevemos a decir, ama al poder como lo ama un zar, aunque democrático, según se entiende por el proceso electoral que se dio en su país, donde resultó reelecto y así suponemos será in omnen vita, a través de modificaciones sucesivas a su constitución, mostrando así el arquetípico despotismo oriental que sostiene su idea de poder. No permitirá por ningún motivo que Rusia tenga más separaciones; no permitirá que ningún grupo de fanáticos religiosos, así sean fundamentalistas islámicos chechenos o testigos de Jehová, amenacen la integridad del estado. Será implacable con la población civil, y si es cierto que los rusos y los sirios estuvieron involucrados en los ataques con gas tóxico, muestra así una insensibilidad hacia la vida de civiles que es más que preocupante: es implacable. Ve en el fortalecimiento del ejército una gran oportunidad para afianzar su poder, ya que el ejército necesita capacidad de maniobra y potencia bélica estimable, ante la constante amenaza que han representado los Estados Unidos desde la presidencia de Obama. No nos es posible preguntarnos si Putin emite tan solo balandronadas. La presencia del ejército ruso en Siria representa un serio peligro de involucrarse en una nueva versión, no de una guerra mundial, sino de guerra balcánica, como aquellas de 1912-1913. Y como están las cosas, todos los hoy contendientes se darán con todo.

Entre todos esos “todos”, destaca, por supuesto, Estados Unidos. Hoy por hoy, la potencia militar estadounidense es incuestionable. Tiene flotas, barcos y bases militares por todo el globo. Tiene aeronaves de tecnología superior que han demostrado validez, como el indetectable Northrop-Grumman B-2 Spirit, bombardero estratégico capaz de llevar 16 bombas termonucleares de 1.1 megatones, u 80 bombas convencionales de alto explosivo. Pero el ya mencionado ataque que realizaron los estadounidenses mostró algo que llamó poderosamente la atención de la prensa, en la arena de la lucha política y propagandística entre las potencias, los misiles antiaéreos sirios de fabricación rusa derribaron 71 de 103 misiles. Es posible, puesto que no estamos ahí, darnos cuenta de la magnitud de un ataque con 103 misiles. Es una enorme cantidad de explosivos volando sobre los cielos de Damasco y Homs. Pero más patente es el hecho de que el cielo sirio y la vida de los sirios son únicamente bancos de pruebas balísticos. El orgullo de los misiles estadounidenses es el famoso BMG-109G Tomahawk, misil de unos 2,500 kilómetros de alcance y que puede contener explosivo nuclear o de alto explosivo. Al parecer, según análisis en fuentes como la BBC de Londres, y ante lo que aseguran los funcionarios militares rusos, gran parte de esos misiles fallaron, incluso sin haber sido derribados por los sirios, dato curioso agravado por el hecho de que el arma estadounidense es considerada como altísimamente efectiva. El presidente norteamericano Donald Trump tiene en mente el pasado inmediato anterior al neoliberalismo económico, y entiende la política internacional como la entendería un Trumann o un Eisenhower. Trump ha hecho todo lo posible por borrar cualquier vestigio de acción de Obama, y de buen grado hubiera dejado Siria completamente destartalada y abandonada a tanto enemigo interno, pero la creciente intervención rusa, que ha puesto de nuevo en pie de guerra a países que no soportan la presencia de Israel en el área, tal como sucede con Irán. Además, los estadounidenses se han alejado dramáticamente de su aliada de la OTAN, Turquía, país que ve con horror cómo sus aliados han procurado a la comunidad kurda, armándola para defenderse de ISIS y de los sirios. Los kurdos han aprovechado esta oportunidad para insistir en la creación de un estado kurdo, perspectiva placentera para el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, muy preocupado por la presencia de Irán, detrás de Rusia y de Siria. La posible retirada de los Estados Unidos o de Irán del acuerdo nuclear firmado por el entonces presidente Obama y el presidente de Irán Hasan Rohaní, constituye un peligro latente de enfrentamiento bélico, tanto así que el presidente francés Emmanuel Macron advierte del peligro de una guerra.

El papel secundario jugado por la Gran Bretaña queda patente en los cuatro aviones Panavia Tornado GR4, máquinas ya antiguas para esta época, armados con misiles Storm Shadow. La presencia británica es para sostener un punto de fuerza ante los rusos como respuesta al supuesto envenenamiento de un ex-espía ruso. La premier británica, Theresa May, apuesta así a dejar toda iniciativa a sus aliados estadounidenses. Los franceses fueron más participativos. Desde suelo francés despegaron nueve aviones de combate multifunción Dassault Rafale, los cuales también portaban misiles Storm Shadow. Más importante fue el lanzamiento, desde la fragata Aquitaine, de los nuevos misiles McDN, obra de la compañía multinacional europea MDBA. En este enorme y terrorífico ruedo, los franceses también procuraron probar armas nuevas.

Israel, que está más que dispuesta para impedir cualquier infiltración del grupo terrorista palestino Hamás, auspiciado por Irán. Turquía, repetimos, teme la generación de un estado kurdo. El presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan ha entrado en dimes y diretes con Netanyahu, ya que este se atrevió a criticar la intervención turca contra los kurdos, al tiempo que los israelíes realizaban ataques e intervenían en Gaza. Asimismo, Netanyahu amenazó a Pakistán si este país intervenía en Siria, a lo que el primer ministro pakistaní, Shahid Khaqan Abbasi respondió que “Israel recuerde que Pakistán también es un país nuclear”. La prensa hizo mención de que el programa nuclear indio tiene asesores israelíes.

Si estallase una guerra en Oriente Medio, veríamos una guerra centrada en Siria, en la cual los contendientes combatirían mediante armas convencionales (pues para eso fueron hechas) cuyo valor en el mercado resulta estratosférico. Rusia, Estados Unidos, Francia y la Gran Bretaña tienen tan poco interés en resolver el conflicto, porque saben que de esa manera se le puede localizar. Pero no se cuenta con lo que puedan hacer Irak, Irán, Israel y Turquía en favor de sus muy peculiares intereses.