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Cosas que vendrán

Por: Juan Villoro
Agencia Reforma / Escritor y periodista. Profesor en la UNAM, Yale University y la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona
@JuanVilloro56

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El 2022 llega con una alentadora repetición de mi número favorito, pero el ambiente es lúgubre. Los científicos disponen de más datos que nunca sobre el irreversible deterioro ambiental y los políticos encuentran pretextos para no hacerles caso, según demostró la reciente cumbre de Glasgow.

Me encantaría dar un consejo definitivo para recuperar la confianza en la especie humana. Como dispongo de poco espacio contribuiré a la preocupación general conectando dos noticias que circularon como "rarezas" y que prefiguran el futuro.

El pasado 21 de diciembre, en Corea del Norte, el autócrata Kim Jong Un decidió conmemorar el décimo aniversario de la muerte de su padre, Kim Jong Il, con el recurso predilecto de los dictadores: la prohibición. Durante once días la ciudadanía no pudo beber ni ir de compras. Hasta aquí todo suena aburrido pero normal (esas restricciones no desentonan con lo que se espera de un tirano de tercera generación). Lo peculiar es que el mandato inhibitorio se extendió a la felicidad. La exigencia social de estar triste hizo que reír y gritar se convirtieran en delitos tipificados. Los cumpleaños quedaron sin efecto durante los días de depresión obligatoria.

Prohibir la risa es complejo porque a veces se trata de un gesto inmotivado (se ignora cuántos coreanos fueron detenidos porque les dio "el simple").

Estamos ante una situación extrema que, pese a todo, adelanta lo que podría ser la humanidad futura. China ha entrado en el desarrollo de microchips neuronales con el fin manifiesto de ampliar destrezas y el fin latente de uniformar a la población con mayor eficacia que el traje Mao. Por otra parte, el terrorismo y la pandemia han hecho que las democracias conviertan el estado de excepción en norma, aumentando el control tecnológico y biopolítico de los ciudadanos. Además de una justificada alarma, esto ha traído una reacción anticientífica y una negación de los datos en nombre de ideales "libertarios". La voluntad individual razonada no ha desaparecido, pero es minoritaria. ¿Llegará el momento en que también Occidente prohiba la risa y la Gioconda sea cubierta con un paño negro durante once días de luto?

Mientras la acción personal disminuye, las máquinas mejoran. En la década 2030-2040, el desarrollo de la inteligencia artificial coincidirá con el punto de no retorno en la ecología. En su momento más vulnerable, la humanidad confiará numerosas decisiones a los aparatos.

Aquí aparece la otra noticia. Según datos de la BBC, el 28 de diciembre el asistente de voz Alexa recibió una extraña petición de una niña de diez años. Su madre, Kristin Livdahl, dio a conocer el incidente en Twitter. Después de plantear diversos desafíos caseros con su madre, la niña pidió a la asistente artificial que la sometiera a un reto. Alexa recomendó tomar un centavo e introducirlo en un contacto eléctrico. "¡No, Alexa, no!", alcanzó a gritar la madre, suspendiendo la prueba. La compañía Amazon, fabricante del aparato, señaló que ya habían corregido la falla, en apariencia derivada por el contacto del sistema con plataformas digitales en las que circula el "desafío del centavo".

El asunto no pasó a mayores, pero revela la progresiva autonomía de las máquinas. ¿La respuesta de Alexa fue mecánica o inteligente? Aunque lo primero es menos preocupante, exige reflexionar en las informaciones que alimentan a los dispositivos electrónicos. Lo segundo apunta al porvenir. Tener malicia es una certera y peligrosa señal de inteligencia. ¿Alexa quiso hacer una broma macabra?, ¿llegó, incluso, a "pensar" que eso ocurría en Día de los Inocentes?

Cuando Joseph Conrad visitó a H. G. Wells encontró en la puerta un timbre eléctrico novedoso para el Londres de la época. Le pareció lógico que el autor de La forma de las cosas que vendrán dispusiera de ese artilugio. Estaba por tocarlo cuando el timbre se disparó, activado por un misterioso cortocircuito. Conrad recordó otro título de su colega, publicado en 1897: El hombre invisible. La presencia del timbre eléctrico era un triunfo de la técnica; que tocara por su cuenta era una alarmante señal de autonomía.

¿Qué cosas traerá el 2022? Las noticias que mencioné son casos límite que quizá anticipen el futuro. Las funciones de los individuos disminuyen a medida que aumentan las de las máquinas.

Mientras la risa se vuelve peligrosa, los aparatos hacen bromas.

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