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¿Por qué nos cuesta trabajo aceptar a las minorías?

Por: MDC. Daniela Paz Aguirre
Maestra en Derecho Constitucional y Derechos Humanos, por la Universidad Panamericana de México
dannypaz2107@gmail.com

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En la historia, la homogenización de las personas debido a distintas características físicas, sociales, de etnia y demás ha sido una constante de conflictos domésticos e internacionales que parece no tener fin, pues mientras más avanza la globalización, más crecen las minorías, con un reclamo real por el reconocimiento jurídico y social del Estado y de los que en él habitan.

No obstante, parece que entre más seguridad jurídica existe para las minorías, más reacia se vuelve la sociedad a otorgarles un lugar respetuoso dentro de las distintas comunidades. En México particularmente, no hemos entendido muy bien qué son las minorías y por qué es importante reconocerlas y darles visibilidad, pues en la medida en la que al otro le sean reconocidos sus derechos, yo amplío mi catálogo de protección por parte del Estado.

Ahora que están tan de moda las discusiones en los círculos sociales sobre si la utilización de la “e” para anular el género en ciertas palabras o si la inclusión forzada en series y caricaturas debería estar prohibida, me parece que la conclusión es que sólo es una moda. Un debate sin sustancia, por “encimita” y con un profundo desconocimiento de las leyes y que, en general, de nada sirve para transformarnos como sociedad, pues existe una negación real como mexicanos a aceptar a las minorías.

Con frases impregnadas en nuestro ADN como: “México no es racista, es clasista”, hemos ignorado o deliberadamente escondido nuestro desagrado a las personas de piel más oscura y privilegiado la blancura; con “yo no tengo problemas con los gays, pero que no se metan conmigo”, hemos discriminado a familiares, amigos y colegas para que accedan a su libertad sexual; con un “ella se lo buscó”, hemos justificado golpes, vejaciones y muertes de mujeres y niñas por siglos, con estas y muchas otras frases del día a día, es hora de cuestionarnos y reevaluar los conceptos que tenemos sobre las minorías, la empatía que tenemos por la otredad y un análisis brutalmente honesto sobre nosotros mismos y la posibilidad de encontrarnos en un grupo minoritario. Después de todo, el hecho de decir que de bebé eras más blanco, no te hace pertenecer al “white privilege”.

Cuando en 2014 se lanzaba la ley de paridad de género en procesos electorales, la molestia no se hizo esperar, como tampoco las artimañas de los partidos políticos para imponer, quitar o cambiar candidatos a diestra y siniestra, sin embargo, mencionaba al principio la importancia que tiene el Estado para educar, visibilizar e integrar a los grupos minoritarios y es justamente lo que la ley hizo. Vamos, analicemos la fotografía en grande: la obligatoriedad de tener 50% de las boletas electorales con mujeres, normaliza ver el género en la vida pública, de tal suerte que, como sociedad, vamos cambiando el “no está lista para ser funcionaria pública” a simplemente eliminar la discusión de si alguien está listo o no para gobernar por el hecho de ser mujer, porque se vuelve normal. No estoy diciendo que los mexicanos estemos en ese punto, pero sí se ha avanzado en la paridad de género. Lo mismo ocurre cuando el Estado reconoce el matrimonio igualitario y otorga certeza jurídica a las personas LGBTTTIQ+ visibiliza una problemática real y da solución.

Pero el trabajo del Estado no termina ahí, no sólo son las motivaciones y las leyes en papel, sino las campañas de integración, obligar a hacer espacio a las minorías (que no sólo es la comunidad LGBTTTIQ+) hasta que deje de ser obligatorio y se vuelva parte de la cotidianeidad de una sociedad que entiende y reconoce sus diferencias étnicas, raciales, sociales, sexuales y más. Esa sería la victoria de las minorías.

Aunque vamos en buena dirección en la verdadera inclusión y no sólo en la de Disney, el camino es largo y suntuoso cuando las cifras nos estrellan la realidad en la cara: tan sólo en cinco años (2013-2018) en México se asesinaron en promedio a 79 personas LGBTTTIQ+ por año, sin ser un número real puesto que no se clasifican todos los delitos por razón de orientación sexual. Según el Conapred, en la ciudad de México para 2021, las dos causas de mayor discriminación eran la pobreza y la piel morena, considerando que la apreciación de los grupos más discriminados era: la piel morena, los indígenas y las mujeres en un deshonroso top tres.

Cuando pienses que México es clasista y no racista, que los “gays” no son minoría porque se abarrotan los desfiles y que la igualdad de género es que las mujeres paguen la mitad de la cuenta y cargue los garrafones de agua, piensa en los números que acabas de leer y fortalece la empatía.