7 a. m. Despiertas, prendes la televisión o tomas tu celular e inmediatamente te bombardean con todas las tragedias que hay en el país y en el mundo. Tiroteos, secuestros, desabasto de agua, ríos desbordados, el Amazonas casi destruido, guerras comerciales, migrantes acaecidos buscando una mejor vida, más tiroteos, los polos se derriten, otra especie se extinguió y, al final, más balazos. En el mejor de los casos, apagarás la pantalla, cerrarás tus redes sociales y continuarás tu día normal, hasta que prendas la radio camino al trabajo o te encuentres a una persona y te diga que a su familiar lo asaltaron en el banco más cercano.
¿Qué pasa si todos los días y a todas horas estás expuesto a estas noticias? Poco a poco irás cambiando tu rutina, dejarás de salir en las noches, reforzarás tu entrada, estarás en un constante estado de alerta para no ser una víctima más de la delincuencia. Probablemente, no dejarás salir a tus hijos cuando oscurezca o decidirás no tener hijos para que no tengan que ver al planeta derretirse.
A nivel emocional, será más difícil conciliar el sueño, estarás de mal humor y, sí, podrías manifestar señales de ansiedad o ataques de pánico. Todo eso, en conjunto, afecta tu calidad de vida.
Tal vez, simplemente es de-ma-sia-do.
La manera en la que percibimos nuestra realidad está supeditada a la cantidad de información a la que tenemos acceso, situación que en esta época parece haber de más gracias a las redes sociales, Internet, la televisión y la radio, yo lo comparo con una especie de histeria colectiva.
La histeria colectiva o “enfermedad psicogénica de masas” es definida por algunos psicólogos como aquel fenómeno socio-psicológico en el que existe una percepción amenazante irreal, lo que lleva a una comunidad a tener un ataque de ansiedad en masa y que, incluso, puede manifestar dolencias o síntomas físicos y psíquicos.
Me queda claro que para que estemos frente a una situación como la que describe la premisa del párrafo anterior, deberíamos encontrarnos ante una “percepción amenazante irreal” y lo cierto es que sí vivimos en un mundo que parece tener demasiados frentes abiertos, las crisis humanitarias, de seguridad y ambientales son reales… pero, ¿en verdad son tan catastróficas como las percibimos? ¿O nuestra mente las lleva a un nivel máximo de agobio que las apreciamos más agresivas de lo que son?
Nuestra psique es tan poderosa que es capaz de crear enfermedades físicas y mentales cuando está sometida a un nivel alto de estrés, pero no sólo es capaz de hacerlo en solitario, también puede “contagiarse” en una especie de efecto dominó dentro de una colectividad, especialmente si el mismo grupo de personas se encuentra en el mismo lugar.
De acuerdo con Jay Salpekar, director del Programa Neuroconductual del Children’s National Medical Center, en Washington, la histeria colectiva es resultado del estrés. Un profundo y arraigado estrés.
Entonces, ¿podríamos estar frente a un caso de este tipo por la angustia que genera nuestro medio y el constante bombardeo mediático de las desgracias que nos rodean? En opinión de la psicóloga Gabriela Paz, definitivamente sí. “Los ambientes de caos y terror afectan la mente humana y difícilmente son detectados clínicamente, puesto que la depresión y la ansiedad no tienen formas y colores específicos, pero son tan reales que se ven manifestadas en sintomatologías como dolores musculares, irritabilidad, temblores y, en los casos más extremos, suicidios. (…) Obligarnos a hablar de la histeria colectiva como una amenaza irreal sería tanto como discriminar los síntomas psíquicos que presentan los pacientes debido a la tensión que los rodea, pues se ven expresados de una manera tan real que se contagia dentro de su entorno, siendo los niños la parte más vulnerable de la célula social”, asegura.
¿Qué tal si nuestra pequeña gran contribución al mundo es tener un pensamiento positivo al despertar?