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El valor de la acción y la disciplina

Por: Julio Alberto Mendoza Mendoza
DCC, SNI 1 adscrito al IPN. Premio Nacional IMPI; cuenta con libros publicados en Corea del Sur y China
jamendozam@ipn.mx

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Mientras estudiaba mi doctorado en el Centro de Investigación en Computación (CIC) del Instituto Politécnico Nacional (IPN) tenía clara una meta: inventar una tecnología que pudiera competir con lo que se desarrollaba en Europa, Estados Unidos, China, Japón o Corea del Sur (bloque conocido en el mundo de la propiedad intelectual como IP5 o el Intellectual Property Top 5), países que son dueños de alrededor del 90% de la propiedad intelectual. El reto, estando en un país en desarrollo donde la inversión tecnológica y científica suele ser oscilante, fue grande teniendo en cuenta que México está en la posición 14 de la lista de los países más desarrollados emitida por el Fondo Monetario Internacional (FMI), justo dos lugares por debajo de Corea del Sur. Brasil, líder latinoamericano, figura en el décimo sitio, y la India, pese a su pobreza, está en el quinto; con esto, México, en ocasiones, cae al lugar vigésimo de la lista.

Inicié con una publicación relativamente anónima y un trámite de patente. El reto fue conseguir inversión y horas-hombre; mientras disponía de algunos miles de pesos y mi esfuerzo individual, los países indicados disponían (y siguen disponiendo) de laboratorios completos con investigadores y fondos que rondan los millones de dólares. Por esto, desarrollé las siguientes habilidades blandas y de estrategia que pocas de nuestras escuelas en aquel entonces enseñaban:

Socialización: una persona trabajando sola, por muy competente que sea, carecerá del valioso recurso del tiempo y del presupuesto. Por lo tanto, es adecuado compartir o delegar labores para avanzar con rapidez y compartir los gastos.

Empatía: en México existe el prejuicio de que las escuelas ajenas o incluso facultades dentro de una misma universidad son inferiores, y hay cierta negatividad hacia la colaboración entre sí. Es un error, pues en Estados Unidos o China se fomenta la cultura del trabajo en equipo, y muchos logros son el resultado de la cooperación entre múltiples universidades o individuos. Con dicha afinidad, uno descubre que la colaboración no es necesariamente un trabajo o dinero; puede ser un nombre que abra puertas, conceda herramientas, otorgue contactos o provea espacios.

Cautela: por muy colaborativos que seamos, todos poseemos un interés particular. Por lo tanto, aprendí que es fundamental ser cuidadoso sobre qué confiar, qué decir y cuándo hacerlo, especialmente cuando se trata de cesiones de derechos, cartas de confidencialidad o contratos.

Negociación: uno debe saber qué ofrecer a cambio de los recursos proporcionados. En mi caso, prometí libros, premios, publicaciones, alumnos titulados y tuve que cumplir con todos mis compromisos, incluyendo aquellos con instituciones universitarias y la Secretaría de Economía.

Disciplina y determinación: retomando un poco al filósofo austriaco Viktor Frankl, una persona sin un mínimo propósito difícilmente logrará algo. Como siempre les digo a mis alumnos: "si se forman el hábito de redactar dos páginas diarias sobre aquello que les apasiona, además de volverse expertos en el tema, podrán realizar su propio libro (o culminar sus tesis) en más o menos 6 meses". En ocasiones, parecerá que no hay avance, pero dado que crecí viendo anime, capté el mensaje de hacer las cosas de manera continua pese a cualquier problema para triunfar.

Adaptación: carecía de recursos financieros, pero disponía de conocimientos técnicos, habilidades de negociación y sabía identificar áreas de oportunidad. Como ejemplo, Estados Unidos, China y Corea del Sur, con su gran capacidad de producción, habían dejado de lado el desarrollo de las bases del conocimiento, relegándolas a tutoriales dispersos. Ahí encontré la oportunidad de compilarlos y publicar mis libros. Esta adaptación se logra estudiando el mercado objetivo, ya sean socios o competencia, y, de ser posible, creando una necesidad.

Visualizar que el mundo va más allá de nuestro entorno: si un pueblo, país, universidad, editorial nos rechaza, hay que seguir buscando oportunidades y tocar más puertas.

Vivir la experiencia de mano propia: uno no sabrá si las cosas van mal o bien hasta vivirlas. Es claro que las sugerencias deben analizarse, pero, en ocasiones, más allá de ser experiencias personales comprobables, suelen ser las creencias demasiado positivas o negativas de personas que realmente no lo han hecho.

Vender una imagen funcional: así como en la propiedad intelectual existe la forma o formato y el contenido o funcionalidad, además de proyectar capacidades, también es fundamental reflejar una imagen adecuada para cada público.