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ARTE Y CULTURA

¿Es verdad que los mexicanos no leemos?

Por: MDG. Irma Carrillo Chávez
Maestra investigadora UASLP
@IrmaCarrilloCh

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La romántica idea de preparase para la lectura de un buen libro incluye tener a la mano una copa de vino o un café, que sea una tarde de lluvia o frío, estar acompañado de un gato y cubrirse con una cobijita calentita. Y esta idea resulta chocosa para la mayoría de las personas. No he encontrado educación más complicada que la de enseñar a leer a un infante; resulta tedioso, repetitivo y muchas veces se abandona el intento de aprender las primeras letras. Una vez que esto se consigue, a base de eternas planas de caligrafía o bien calcando sílabas y frases del estilo “La pipa de papá” y la consabida “Mi mamá me mima”, podemos decir que estamos medianamente capacitados para leer.

Avanzamos hacia la educación media y lo primero que nos tenemos que soplar es El Periquillo Sarniento, obra cumbre de Fernández de Lizardi, pero que, en estos tiempos, es difícil de asimilar. Así que lo que seguramente logramos es que al chamaco no le guste leer. Muchas han sido las estrategias para fomentar la lectura, sobre todo en la población infantil y juvenil, desde visitar bibliotecas, asistir a ferias hasta escuchar cuenta cuentos, y sí, las más de las veces resultan positivas estas acciones. Yo, por mi parte, me atrevo a afirmar que los mexicanos sí leemos. Lo que sucede es que debemos pensar en un lector diversificado; nos casamos con los resultados de las encuestas lectoras que, como toda encuesta que se precie, tienen sus sesgos y regularmente arrojan resultados del tipo: “los mexicanos sólo leen 3.4 libros al año”. Pues no, no sólo se leen libros, también leemos historietas, revistas de temáticas diversas o especializadas, blogs, publicaciones en redes sociales, páginas de Internet y periódicos. Una persona que puede leer un recado básico, también puede adquirir una historieta y leerla tan campante.

La única forma que tenemos de acercar a la infancia y la juventud al hábito de la lectura es mostrándole libros o publicaciones que los estimulen, que les desarrollen la capacidad de imaginar y de crear, de darles a conocer obras acordes a su edad. Ya habrá tiempo de acércalos a los clásicos y, aun así, hay versiones de estos que pueden funcionar, sin que resulte aburrido. La asociación lúdica con el acto de lectura también puede ser una excelente estrategia para estimular en el niño o adolescente las ganas de leer.

¿A quién no le gusta que le cuenten una historia? El acompañamiento parental es importante en ese sentido, ya que el acto de “contar un cuento” puede estimular al pequeño a querer saber más. El acto de la lectura es uno que se desarrolla en solitario; requiere de tiempo, memoria y concentración; tener la inquietud de investigar el significado de una palabra que no se conozca y así entender el contexto en donde se desempeña. Y no olvidemos que, si no conocemos la palabra que denomina algo, ese algo nunca existirá para nosotros; entre más palabras conozcamos, nuestra mente se expandirá y la creatividad emergerá como por arte de magia. La lectura, de lo que sea, siempre aportará conocimiento y propiciará un pensamiento crítico. Sólo necesitamos el estímulo correcto.