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ARTE Y CULTURA

Del amor y las arquitecturas endebles

Por: MDG. Irma Carrillo Chávez
Maestra investigadora UASLP
@IrmaCarrilloCh

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Hace poco leí en una red social un comentario de una chica, a todas luces feminista, que respondía a una amiga: “no sé por qué los hombres no pagan la cuenta de la cena, es responsabilidad de ellos. ¿Qué no conocen términos como el techo de cristal, la escalera rota o el piso pegajoso?”. Reflexioné sobre esta terminología y me quedé pensando en la serie de contradicciones que se suscitan al momento de intentar la igualdad de género.

 Las mujeres deseamos empoderarnos, pero no queremos perder los privilegios que históricamente hemos tenido. Este estereotipo de “fragilidad femenina” que implica que una mujer no es capaz de ocupar puestos importantes dentro de una institución o empresa sirve entonces como argumento para seguir disfrutando de las prebendas que teníamos hasta hace poco tiempo: el pago de la cuenta por parte del varón; la caballerosidad o los detalles convertidos en regalos, flores y cenas. Lo queremos todo y, sin embargo, vivimos dentro de nuestra pequeña casa de cristal, la cual nos ofrece una endeble protección ante los embates de la economía.

El techo de cristal es una metáfora sobre la altura que se puede alcanzar dentro del escalafón de una empresa impidiendo que la mujer logre su realización personal en la esfera pública. Por otra parte, el concepto de escalera rota se refiere a la trayectoria ascendente en la vida de una mujer, la cual se ve interrumpida por los mismos eventos de todos conocidos: la maternidad o los deberes conyugales y familiares. Finalmente, el concepto de suelo pegajoso sirve para agrupar a todas aquellas actividades que adhieren a la mujer a “obligaciones propias de su género” sin poder despegar, las cuales las mantienen atadas y comprometidas con ellas. Estos términos, acuñados hace ya varios años, siguen permeando la vida de infinidad de mujeres y, lamentablemente, continúa siendo noticia que una mujer alcance un puesto directivo o político de alto nivel, situación que debería ser normal en pleno siglo XXI.

Uniendo entonces los conceptos relacionados con el proceso de conquista de una persona, sea del género que fuese, no podemos negar que la naturaleza humana, más la cultura, más el panorama económico y político propios de una sociedad se zurcen con un hilo conductor que al final impacta en dos seres individuales que desean formar una pareja. ¿Debo pagar yo, si yo invité? ¿Cada quién paga la suya? ¿Qué hago en la primera cita? ¿Y en la segunda? Las finanzas individuales son un tema difícil de abordar, sobre todo cuando la relación apenas comienza, pero es innegable que en algún momento se tiene que hablar sobre ello.

Es importante que, si te interesa la persona, dejes bien en claro tu situación económica actual sobre la base del respeto y la discreción. El trabajo con el sesgo de género nos concierne a todos; desde la definición de políticas públicas que incluyan la eliminación de la desigualdad salarial, el desempleo femenino y la flexibilidad de la pareja repartiendo equitativamente el trabajo de cuidado familiar no remunerado hasta la promoción de la paridad de género en los puestos en donde interviene la toma de decisiones. No cabe duda de que economía y cultura van abrazadas una con la otra.