Cuando pensamos en la falsificación de productos, es común que traigamos a la mente el problema de las copias no autorizadas de música, películas, etc., lo cual, se sabe, afecta de manera importante la economía de los países, pero hablar de la reproducción ilegal de medicamentos conlleva pensar no solamente en los daños financieros, sino en un capital de mayor importancia, como lo es nuestra salud.
El problema de la falsificación de medicamentos no es nada nuevo, como se puede evidenciar en escritos desde el siglo IV a. de C.; autores como el médico griego Dioscórides ya mostraban su preocupación respecto a la calidad de los medicamentos. A lo largo de los años, esto preocupó a grupos de expertos en el tema, no obstante, fue hasta 1948, con el establecimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que se estipularon una serie de recomendaciones para atender dicho problema, el cual debió verse potencializado por el desarrollo de los antibióticos que comenzó en 1928 con el descubrimiento de la penicilina.
Después de las primeras exhortaciones de la OMS a regular todo aquello referente a la calidad de los medicamentos, como producción, etiquetado, envasado y distribución, se han emitido múltiples exhortaciones, entre las que destacan la creación de un centro coordinador para recopilar información del problema en cada país miembro, y la Reunión Internacional sobre la Falsificación de Medicamentos en donde se definió que “un medicamento falsificado es un producto etiquetado indebidamente de manera deliberada y fraudulenta en lo que respecta a su identidad o fuente. La falsificación puede ser de aplicación a productos de marca y genéricos y los productos falsificados pueden incluir productos con los ingredientes correctos o con los ingredientes incorrectos, sin principios activos, con principio activo insuficiente o con envasado falsificado”.
La calidad de los medicamentos falsificados se puede ver reflejada en los productos si no contienen los ingredientes activos señalados en el etiquetado o estos son diferentes; también puede haber modificaciones en las sustancias con que se acompaña el principio activo, denominadas excipientes, que si se alteran incluso pueden afectar la potencia de los medicamentos. Es posible también que el medicamento sea similar al original, no obstante, al no estar regulados los establecimientos de producción con base en la normativa, no se tiene un seguimiento en cuanto a los efectos adversos que podrían ocasionar.
Es importante señalar que incluso los medicamentos originales pueden ocasionar daños a la salud por sus propias reacciones adversas y forma de interactuar con otros fármacos; y este riesgo se incrementa en el caso de los medicamentos falsificados, que pueden no ser efectivos o generar daños a órganos importantes como hígado, riñón y cerebro, entre otros.
Cabe mencionar que los medicamentos genéricos no son falsificados, aunque puede darse el caso, ya que por lo general son más accesibles en costo y deben pasar una serie de pruebas para comprobar que tienen la misma, acción, potencia, eficacia y seguridad, que los de patente.
En nuestro país la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS), es el organismo encargado de atender dicho problema y emitir las recomendaciones necesarias, ante la identificación de productos falsificados. Además, la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO) ha emitido una serie de recomendaciones para una adquisición segura de medicamentos, que les invito a seguir:
Referencias bibliográficas:
http://apps.who.int/medicinedocs/es/d/Jh2968s/1.html#Jh2968s.1