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SALUD

Cuidados paliativos

Por: MSP. María Jocelyn Bravo Ruvalcaba
Médica egresada de la UASLP; maestra en Salud Pública por la Escuela de Salud Pública de México, del INSP
@Ma_joshyta

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“El verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar de lo que te acongoja estás de suerte: eso significa que no es tan importante. Porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la #Palabra”.

Rosa Montero

El dolor y la pérdida de un ser querido quizás sean de los temas de los que poco queremos hablar e incluso me atrevo a señalar que cuando se asoman en la conversación buscamos la forma de esquivarlos, por ejemplo, en México decimos sentirnos orgullosos de tener toda una tradición para abordar la muerte, pero desde mi punto de vista el enfoque sigue siendo de festividad y alegría, silenciado el sufrimiento por la pérdida; o bien cuando alguna persona por vejez o enfermedad está llegando al final de su vida, preferimos que esté en un hospital, muchas veces transmitiéndoles el sentimiento de que son una carga y relegándolos a la soledad.

En los días que corren con los nuevos y vertiginosos avances de la ciencia y la tecnología, dice la médica catalana Montse Esquerda en su libro Hablar de la muerte para vivir y morir mejor: cómo evitar dolor y sufrimiento añadido al final de la vida, pareciera que la muerte deja de ser un hecho connatural a la vida y se convierte en un problema que la medicina tiene que resolver, e incluso da la sensación de que morir es un fracaso de la ciencia; cuando la muerte es la única certeza de la vida.

Abordando este tema del acompañamiento al final de la vida, de acuerdo con Gabriela Montes de Oca, en su libro Historia de los Cuidados Paliativos, Cicely Saunders, en la década de los 60, fundó en el Hospicio de San Cristóbal en Londres un lugar diseñado para dar el mejor confort, bienestar, soporte emocional y espiritual, tanto para el paciente como a toda la familia, cuando los enfermos llegan a la fase avanzada de su enfermedad terminal, naciendo con ella el movimiento de cuidados paliativos (CP).

Los CP, como área relativamente nueva de la medicina, en el marco del modelo de una atención integral buscan prevenir y aliviar no sólo el sufrimiento físico, sino también psicológico, espiritual y social, y otros problemas de salud en personas adultas, niñas y niños con enfermedades crónicas y potencialmente mortales. Actualmente, con el incremento de padecimientos como cáncer, insuficiencia renal, enfermedades cardiovasculares, enfermedades inmunológicas, neurológicas como Parkinson y esclerosis múltiple, así somo anomalías congénitas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que anualmente en el mundo más de 40 millones de personas requieren de cuidados paliativos, y sólo un 14% de ellos reciben este tipo de atención.

Para lograr una nueva visión de la medicina como decía Adolphe Gubler de Claude Bérnard “curar alguna vez, aliviar a menudo, consolar siempre”, es decir, una política que incluya los CP, los gobiernos deben trabajar en cuatro ejes fundamentales, la integración en la sanitaria, la disponibilidad de medicamentos, lo cual en este año ha estado en la agenda de nuestro país con relación al fentanilo y su vinculación al problema de las adicciones; la educación al personal de salud y a la población en general, y finalmente la disponibilidad de servicios. 

Si bien es cierto que la ejecución de estos ejes en su mayoría corresponde a los gobiernos al incluir el tema de CP en la agenda de salud, quiero resaltar en estas líneas la solidaridad paliativa, hacer un llamado social a replantearnos el fenómeno salud-enfermedad-vida-muerte y reconocer que, desde cualquier ámbito en el que nos desenvolvamos, podemos requerir o ser partícipes en la oferta de servicios paliativos de una forma activa o de apoyo a los equipos sanitarios.

Hablar de los CP es una invitación a replantearnos la visión curativa de salud, reconociendo su valor en el cuidado y acompañamiento en la enfermedad, y sobre todo resaltando la magnitud del impacto de la salud pública particularmente en la prevención de enfermedades crónicas y la detección temprana y oportuna, por ejemplo, del cáncer. El tema de CP nos invita, además, a reconsiderar el valor de la bioética como orientadora para que el personal sanitario, las personas enfermas y sus familiares puedan tomar las mejores decisiones en circunstancias críticas y no caer en el ensañamiento terapéutico (distanasia); es saber que los CP pueden ser ofertados tanto en hospitales como en centros de salud e incluso en los hogares; que pueden ser prestados por profesionales de la salud y voluntarios, buscan mejorar la calidad de vida y de forma indirecta reducir los gastos de salud en hospitalizaciones innecesarias.

Finalizo reiterando que la intervención con CP no sólo es para personas en fase terminal y para paliar dolor, sino también como adyuvante para mejorar la calidad de vida en lo físico, mental y social de personas con enfermedades crónicas y/o con condición de discapacidad, pues como escribió recientemente el médico paliativista Alejandro Vargas, los CP “no pueden evitar que la lluvia caiga, pero pueden brindar protección y comodidad mientras se enfrenta la tormenta”.