

En el canal de YouTube Morning Brew, el presentador hace una observación muy importante: si hay algo que los grandes estudios odian, más que una película que fracasa en taquilla, es una cinta exitosa y tener que compartir las ganancias.
“La contabilidad de Hollywood” es un fenómeno hasta cierto punto común y, aunque éticamente levanta en muchos más de una ceja, la realidad es que no es ilegal. Tomemos como ejemplo algunas de las películas más célebres de la historia como The Return of the Jedi o Forrest Gump; si bien son cintas que lograron cuantiosas ganancias en la taquilla (sin contar juguetes o videojuegos), en el papel representaron pérdidas para los estudios que les dieron vida, es decir, no fueron rentables. Este tipo de movimiento cobró relevancia en 1990 con la demanda que entabló Art Buchwald vs. Paramount por un supuesto plagio, dejando a la vista muchos de los manejos contables del estudio en cuestión.
Al día de hoy, muchas compañías grandes prefieren hacer arreglos antes de pasar por el escrutinio de sus libros contables. ¿Por qué alguien haría esto? Echemos una mirada al modelo de negocio.
Básicamente estamos ante dos formatos: el primero consiste en un contrato por servicios, al que llamaremos estándar. Es el segundo el que nos interesa, ya que ofrece una porción de las ganancias del proyecto a aquellos partícipes de él. Simple y llanamente, mientras más genera la película más beneficios habrá para los involucrados. Esto suena como una idea muy buena, pues se garantiza que tanto los directores como los actores se comprometan a hacer promoción, todo en pos de un mayor beneficio económico. Sin embargo, es aquí donde viene la trampa: si no genera dinero (al menos en el papel), no hay manera de dar el porcentaje prometido a los interesados.
Entonces, ¿cómo funciona “La contabilidad de Hollywood”? Bienvenidos a la clase de hoy. Analicemos un caso práctico: el estudio de cine Fax hará la cinta de los Z Men, sin embargo, no desarrollará directamente este largometraje, sino una empresa nueva que creará Fax para dicho emprendimiento, a la cual llamaremos Multiversal que, por ser nueva, no tiene lo necesario para filmar una película, pero le puede rentar el equipo a Fax. No sólo eso. Los contratos de actores, guionistas, el director están en la nómina de Multiversal, que también correrá con los gastos de promoción. Dicho sin tapujos: Fax se “renta todo a sí mismo”, aunque legalmente sean dos entidades jurídicas separadas.
Además, en muchas ocasiones, la entidad más pequeña pide prestado a la más grande, con una tasa de interés bastante alta, préstamo que, por supuesto, tendrá que pagar junto con esos intereses y que a la luz de la contabilidad es una pérdida. Los actores o el director que trabajen con base en porcentajes van a tener un mal día, porque entre rentas, servicios e intereses… la producción sencillamente va a números rojos y, al no tener ganancias, no hay manera de pagar dividendos.
Y se preguntará, querido lector, ¿y entonces los millones que generó nuestra película ficticia en taquilla? ¡¿Dónde está el dinero?! Bueno, la distribución corrió a cargo de Fax, dicho de otra manera, una empresa vendió el pastel y la que lo cocinó se quedó con la cocina sucia y los platos rotos.
La moraleja de todo esto es de hecho muy simple: en un mundo capitalista que va a mil kilómetros por hora, de vez en cuando vale la pena detenerse, sacudirse un poco la codicia y leer lo que se está firmando.









