"La globalización está muerta y la supremacía blanca ha triunfado."
Paul Mason
No es nada más México. No es sólo Donald Trump. En todo el mundo hay un desencanto con el liberalismo democrático y la globalización. Por eso los electores se están inclinando por posiciones nacionalistas, xenófobas, autoritarias y populistas.
El triunfo de Trump en Estados Unidos es el ejemplo más notable, pero no el único. Este domingo el general pro-ruso Rumen Radev ganó la votación para la presidencia de Bulgaria derrotando a la candidata pro-europea Tzezka Tsacheva. La victoria del Brexit en el Reino Unido es parte de esta tendencia. En Francia, si las elecciones presidenciales tuvieran lugar hoy, Marine Le Pen del Frente Nacional podría conseguir el triunfo.
Los populistas no están ganando todas las elecciones. Justin Trudeau en Canadá no es populista, tampoco Mauricio Macri en Argentina. Incluso en los países en que triunfa el populismo las elecciones son cerradas, como en el Brexit o en Estados Unidos, donde Hillary Clinton ganó incluso el voto popular. Pero no podemos cerrar los ojos a los triunfos de candidatos y propuestas populistas que habrían parecido imposibles hace unos años.
Hay numerosos intentos de explicar el fenómeno. En Estados Unidos se atribuye el triunfo de Trump a la frustración de los trabajadores blancos sin educación universitaria que se han visto afectados por la globalización. Algunos apuntan a la desigualdad social como causa. La verdad es que no sabemos a ciencia cierta.
Lo que sí sabemos es que el voto a favor de Trump, Le Pen o el Brexit es una forma de protesta, la manera en que los electores expresan su insatisfacción. El presidente Enrique Peña Nieto le puso nombre al desencanto en México al llamarlo malhumor social. Y quizá tiene razón, pero el fenómeno no se circunscribe a nuestro país. El auge del populismo parece producto de un malhumor que se ha extendido por el mundo.
Algunas circunstancias económicas y sociales se relacionan con este fenómeno. La economía de muchas naciones, entre ellas las desarrolladas, no está creciendo con la velocidad de otros tiempos. La mayor parte de la expansión económica del mundo se concentra en la actualidad en los países del Asia Pacífico.
Muchos votantes piensan que este estancamiento es producto de la globalización. Por eso apoyan a candidatos que argumentan que, si se cierran las fronteras, el crecimiento regresará. La explicación, empero, no cuadra con la expansión de las economías de Asia, las cuales empezaron a crecer a partir de su apertura. Más bien parecería que las barreras excesivas a la inversión productiva en los países desarrollados y en naciones como México son la razón de la desaceleración de la economía, la cual genera pobreza y también desigualdad.
Otros factores parecen incidir en el malhumor. Los medios de comunicación tradicionales han perdido influencia y están siendo reemplazados por redes sociales en las que el rumor tiene más fuerza que la información comprobada y en las que se generan incentivos perversos para difundir datos falsos o incluso descabellados.
Acallar a las redes sociales es imposible e indeseable, pero sí podemos tomar medidas más vigorosas para promover las virtudes de un sistema de libertades. La experiencia con gobernantes populistas, desde Benito Mussolini y Adolf Hitler hasta Hugo Chávez, ha sido terrible. En un momento en que el liberalismo democrático está cayendo víctima del malhumor social, es muy importante reivindicarlo.
¿Quién dice que no afecta Trump? Un desarrollador de parques industriales en México me dice que tres empresas de Estados Unidos y Canadá han colocado proyectos "en standby" mientras se definen las reglas del comercio. Moody's, mientras tanto, ya ha bajado su expectativa de crecimiento para México.