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PANORAMA INTERNACIONAL

La conquista China

Por: DA. Javier Rueda Castrillón
Analista económico en diferentes medios; autor de artículos sobre política y economía
jruedac@me.com

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¡El mundo ha cambiado! China se posiciona como la potencia hegemónica de nuestro siglo: su poderío económico, la fuerza laboral de 1,500 millones de personas y su modelo autoritario son ingredientes que formulan un éxito económico que gobernará el mundo a placer en un tiempo no muy lejano.

Rusia intenta tomar el mundo a base de metralla y violencia, China es mucho más inteligente, capaz de entender que las conquistas son económicas, Xi Jinping extiende sus fronteras hasta las minas de cobre de la República Democrática de Congo, la extracción gasífera en el cálido desierto de Turkmenistán, una Siberia llena de oportunidades o la Amazonía ecuatoriana, claros ejemplos de cómo se ha roto el statu quo empresarial abriendo futuro a nuevas sociedades.

Para el régimen chino, la crisis del 2008 supuso una campaña de relaciones públicas impagable; el fuego olímpico de Beijín se apagaba con una China en el top mundial, dispuesta a enfrentar la crisis con un sistema financiero intervenido por un gobierno capaz de evitar la recesión global. Casi 15 años después, el imperio se convierte en potencia global extendiendo sus tentáculos, sus intercambios con el resto del mundo se han multiplicado dentro de un modelo eficaz con una importancia financiera al servicio de los objetivos estratégicos nacionales, el Banco Central Chino oferta crédito más barato que el mundial y consigue adeptos capaces de pagar con materia prima necesaria para subsistir.

Irán, Venezuela, Sudáfrica, Angola o Kazajistán son sujetos de crédito millonarios bajo contratos confidenciales que abren la puerta a la administración de recursos naturales, materia prima para que la máquina siga su producción masiva en un esquema en el que, ante la ausencia de un Estado Social, economiza más del 40% de sus ganancias, una tasa inimaginable para cualquier país.

China es S.A., el comunismo más capitalista del mundo, un país obligado a crecer al menos un 8% anual, para poder mantener su estabilidad debe garantizar un suministro que precisa no dejar la economía en manos del mercado; un conjunto de emigrantes llegado de las zonas más pobres de China ha saturado ciudades como Wuhan, más Chengdú o Cantón, industria con mano de obra barata que también migra para formalizar la conquista silenciosa. China crece a pasos agigantados, en los planes de desarrollo nacionales, considerando la enorme migración de mingongs globalizados, el país debe construir plataformas que puedan albergar el sueño asiático a cualquier costo… los daños medioambientales y las patéticas condiciones laborales dejarán huella dentro de la economía local y su valor añadido: después de haber agotado los recursos de cada país, el usar y tirar se vuelve una realidad agónica para los que, en su momento, creyeron en una buena y noble voluntad, el ganar-ganar utópico y cruel.

Latinoamérica no es ajena a esta realidad, una mutación en la que Argentina idealiza los más de 7 mil supermercados chinos agrupados en Casrech capaces de controlar el 30% del mercado y hablar de tú a tú a gigantes del sector como Carrefour o Walmart; Perú es testigo de cómo la empresa Shougang explota su única mina de hierro ante el descontrol ambiental y el riesgo en la vida marina; la presa del río Coca en Ecuador es financiada con el 85% por el Gobierno Chino a favor de un tercio de las necesidades energéticas ecuatorianas; San José de Costa Rica vive la diplomacia del futbol gracias a la reconstrucción del Estadio Nacional (misma fórmula que la utilizada en el mundial sudafricano) para facilitar la nueva incursión de proyectos de cooperación china y así, país por país, la metástasis asiática conquista cada rincón económico, sin miramientos ni melancolías.

El fabuloso potencial financiero chino, su falta de escrúpulos y el gran nivel tecnológico han vertido su semilla en todos los continentes, los descendientes de emigrantes chinos disfrutarán de estas conquistas en las que el mundo ya no se disputa con misiles o tropas llenas de valentía, China ha ganado la partida y hay que saber perder. El gigante rojo ha despertado, trescientos millones de campesinos chinos se trasladarán a las ciudades en los próximos quince años obligando a construir, cada mes, una infraestructura urbana similar a la ciudad de Monterrey para poder alojarlos… ¡sálvese quien pueda!