Dicen que los países tienen los gobiernos que merecen, ¿qué ha hecho España para merecer esto? La democracia ibérica podría ser definida como un auténtica farándula política, una falta total de rumbo que deja en el camino elecciones repetidas, mediocridad política, peleas mediáticas que van más allá del insulto o la sin razón y, no podría faltar, una alternancia en el poder que no inspira ni la menor confianza posible.
Hoy España vive problemas que requieren soluciones inmediatas, liderazgos pronunciados y una unidad política imposible, un estado estancado en una historia que pone en evidencia las grandes lagunas de un sistema democrático incapaz de dar respuestas a temas como independencia o corrupción. Menudo dilema, hoy se viven tiempos difíciles ante un desempleo visto por una mayoría como el principal problema del país, más de diez años sin poder mejorar cifras de escándalo que poco abonan a una economía necesitada.
La confianza se merma cuando la corrupción se sitúa como otro gran problema a ojos de los españoles, siendo reseñable cómo la gran mayoría de estudios presentan notorios aumentos en un clima tenso, lleno de amenazas y difamación. Programas televisivos hacen su agosto con esquemas a lo Laura Bozzo, empeñados en alterar una situación de por sí compleja; creánme, las cosas no se solucionarán con el famoso carrito sandwichero ni con la pasada del inútil para querer hacer justicia por cuenta propia, España necesita mucho más para establecer bases que le permitan ver un mejor futuro, con esperanza, con confianza.
La presidenta de la Comunidad de Madrid sacudió los cimientos de la Puerta del Sol, un terremoto mediático expuso el escándalo de corrupción que serviría para dar la puntilla final a un gobierno desgastado. Tras la declaración de estudios falsos, un video donde se aprecia a Cifuentes robando en un supermercado y la exposición de un tráfico de influencias evidente, Madrid era testigo de lo que se avecinaba, indefendible y en espera de un cambio que, para muchos, representa una alternancia peligrosa y poco demócrata.
Todo este patético panorama refleja un ambiente lleno de políticos mediocres, sin ideas y sin ganas de hacer nada que no sea permanecer en el cargo dominando los resortes del poder. Sin contrapesos institucionales que los limiten, es imposible creer en un milagro, todo hace pensar en un desastre monumental donde el futuro seguirá en manos incapaces de alterar el rumbo, sin determinar qué fuerza política sea la correcta.
España vivió los tiempos del bipartidismo, una etapa demócrata que presentaba al Partido Socialista como la contraparte del Partido Popular, un ambiente de izquierda o derecha con más tintes light que apaciguaron durante mucho tiempo los resquemores de un pasado violento. Nuevos grupos políticos como Podemos y Ciudadanos entraron en escena, dividiendo la intención de voto hasta situaciones extremas, elecciones repetidas y falta de diálogo al ver el poder más cerca de lo que esperaban. Las elecciones municipales y las generales realizadas en el 2015, confirmaron que los nuevos partidos emergentes, cada uno en su dimensión, eran capaces de plantar cara a un bipartidismo amenazando su existencia. La posibilidad de un vuelco en un corto espacio de tiempo dejó de ser un sueño de pocos para convertirse en una posibilidad real masiva.
Los dos partidos que durante más de tres décadas alternaron el poder y lo habían hecho suyo, conocieron la nueva manera de hacer política en dos fuerzas que han representado el enorme malestar que la crisis y la corrupción han generado en amplios sectores de la sociedad. Esta indignación se ha apoderado de la izquierda, la derecha, del centro y de la inmensa masa de los que no se ven representados por ninguno.
Hay quiénes han visto con sorpresa los cambios políticos, una situacion gestada con más de diez largos meses sin gobierno durante el 2016, una incertidumbre que terminó por reafirmar el poder en una derecha caduca liderada por un personaje que hasta los suyos consideran acabado desde hace mucho tiempo. Aprovecharse de las debilidades y de las contradicciones bastó en aquel tiempo para dar una prórroga a una muerte anunciada ante una oposición incapaz de pactar para la creación de un nuevo gobierno. El actual presidente español, Pedro Sánchez, presumía no dar su brazo a torcer con una apuesta que, en aquel entonces, se definía como imposible, un fin de la dinámica de cambio que había hasta entonces en la política y en la sociedad española que lo posicionaría en un tiempo record al frente de un mandato atípico, una jugada crucial, un órdago que culminó como muy pocos esperaban.
Cosas del poder… Mariano Rajoy perdió el piso actuando como si tuviera la mayoría absoluta, despreciando al Parlamento y provocando una situación irreversible; todo tiene un límite y este llegó en una unión de las opcisiones que propinaron la mayor de las collejas, un estate quiero brutal para parar el manoseo constante a la justicia y la descarada intención de salvar los muebles propios a toda costa. A Mariano le costó caro ignorar la necesidad de una nueva política económica y social, así como la pérdida de dignidad que le llevara a cambiar de hábitos, a escuchar las demandas de la ciudadanía, a ser un demócrata…
Ante esta caótica situación, la jugada se concretó el pasado 1 de junio, fecha histórica que marcará el inicio de un Pedro Sánchez respaldado por 180 votos, cuatro más de los necesarios para destituir a Rajoy y asumir la presidencia. Su gobierno será corto, no por gusto sino por necesidad, con apenas 84 diputados en una Cámara de 350, la menor representación a nivel histórico, es triste profundizar en su falta de quórum. Pocas son las esperanzas de que el nuevo líder encabece una renovación en el Partido Socialista y se fortalezca reposicionándose en la política española.
Hace unos meses los independentistas buscaban en las urnas una separación imposible, reivindicar su “no soy español” y la declaración de un referéndum que terminó en tragedia. Hoy queda en la minuta su participación en la votación que decide el futuro de España, estamos fritos cuando el futuro depende de los que no quieren ser ni estar, una encrucijada, un estado dónde más valía replanterase muchos procesos antes de anunciar cambios que, hasta la fecha, confirman no tener destino.
Hoy España parece estar en un callejón sin salida, el inicio de reuniones para buscar una consulta pactada de forma rápida hacia la línea independiente catalana, la discusión de sus exigencias de trato a los separatistas en prisión de forma acelerada y una retirada plena de los sistemas de control sobre su actividad y sus gastos de forma urgente, colocan más presión a una situación que se encuentra al borde del abismo. Pedro Sánchez se ha convertido en un Indiana Jones político, ha logrado aguantar el tipo en una historia increíble donde después de perder dos elecciones y sobrevivir a su propio partido, tras dimitir y declararse incompetente… ¡Hoy es presidente!
Si usted entrara en coma hace año y medio y despertara ahora, estoy seguro que pensaría en secuelas irreversibles, alucinaciones al ver un panorama cambiante, sin rumbo y con pocos argumentos de futuro… Pareciera que el gran cineasta Pedro Almodóvar hubiera hecho el guión más enredado para su futura película, una historia llena de drama donde Pedro Sánchez representa lo peligrosa que puede llegar a ser la democracia, lo dicho… ¡Hoy es presidente!