Hace cuarenta años Pink Floyd componía el himno de lo que hasta la fecha ha representado la caída de un símbolo, un muro que representó la intolerancia y el absurdo odio propio de una violencia inútil e irreparable. Diez años después de que Roger Waters sacara a la luz su canción más universal, el muro era vencido dando paso a una nueva era, tiempo de apertura para una Alemania que debía aprender a marcha forzada la importancia multicultural, un camino hacia la globalidad sin ayuda de redes sociales y narrada por televisión satelital.
Berlín vive este collage histórico hasta la fecha, una ciudad derruida por la insensatez de una guerra atroz y un triste pasado que migra de la barbarie al perdón para posicionarse como gran potencia fuera de guerras y avaricias sin sentido. Enormes grúas y el constante ruido de la obra ponen banda sonora a la reconstrucción las calles, la posibilidad de recrear espacios y llenar de arte cada detalle hacen de esta urbe un contraste único entre historia y arquitectura, es normal que la ciudad sin Dios presuma de una exclusiva vida nocturna, una naturaleza bohemia capaz de atraer espíritus libres. La ciudad del grafitti es cuna de nuevas inspiraciones, un punto distante de un oeste que se ha empecinado en seguir dentro de la frialdad extrema y un cada vez más cercano oeste modernizado y lleno de vida.
Los 155 kilómetros de muro han sido resumidos a pequeños escombros repletos de nostalgia, esta espeluznante cicatriz urbana invita a la reflexión desde sus famosos paseos del horror y las deprimentes barracas judías, Berlín se mezcla para conciliar culturas diametralmente opuestas etiquetadas en la variedad rusa, sajona, americana y gabacha del pasado… hoy son remplazadas para realizar un ejercicio de integración entre turcos, polacos, italianos y rusos capaces de recordar los errores de un pasado hecho escultura en cada monumento.
El lugar que no puede esconder la tristeza, lágrimas de alegría y desolación que quedan plasmadas en una foto por tan sólo cuatro euros en el Checkpoint Charlie, un recuerdo acompañado de actores disfrazados de lo que en su día fueron los guardias de la frontera ruso-americana. La muerte de la guerra fría puso punto final al régimen comunista, una derrota que llevó a la extinta Unión Soviética a aceptar el adiós a un sistema caduco y la apertura hacia una globalización que hoy es realidad para todos los países del mundo; Mijaíl Gorbachov entendió la historia y la urgente necesidad de abrir un bloque, el premio Nobel de la Paz en 1990 recibió justo tributo demócrata en tierra roja, el mundo nunca fue igual ¡tras un año del derrumbe berlinés! La masa social y la búsqueda de sus derechos levanta desde entonces una bandera blanca capaz de lograr mayores triunfos que los obtenidos con aquellos amenazantes misiles nucleares.
Volvamos al recuerdo, no siempre se tiene la suerte de ver la reconciliación de una nación, la unión de culturas a ritmo de David Hasselhoff cantando “Looking for Freedom” en la nochevieja del 89, arriba de los escombros, quedará para la historia, con la Puerta de Brandeburgo de fondo y un público emocionado, conocedor de la apertura. Helmut Kohl reunificaría rápidamente las dos Alemanias con un incalculable beneficio político, el camino hacia el capitalismo se convirtió en una posibilidad real para países como Polonia o Hungría, que mermaron el poder moscovita hasta sus mínimos. Nacía una nueva Europa Este llena de aspectos integradores de carácter económico junto a elementos de integración política, seguridad y defensa, gracias a líderes europeos creyentes de un nuevo mundo capaz de avanzar hacia las más altas cotas de supranacionalidad europea en movimiento utópico hecho realidad a pesar de las vicisitudes.
Dmitri Vrubel, el autor del graffiti más famoso del mundo, en el que plasma el beso entre Breznev y Honecker, nunca imaginó la construcción de más barreras, grave error al entender que aquellos que no conocen la historia están condenados a repetirla, segundas partes nunca fueron buenas. Cuestión de tiempo: All in all it's just another brick in the wall… Auf Wiedersehen!