"Yo no diseño ropa. Diseño sueños"… frase inmortal con la que Ralph Lauren marca la pauta de un futurismo fashionista capaz de reinventar uno de los mercados más competidos. De Coco Chanel a Marc Jacobs, pasando por Bill Cunningham o Hubert de Givenchy, la industria vive momentos de innovación obligatoria para poder dar respuesta a la constante demanda del vestir.
Rodeados de virtualidad, donde la inmediatez y la innovación marcan el ritmo, la maquila entiende al reto de incorporar nuevas tecnologías, estrategias capaces de marcar tendencias comerciales que redefinen lo que entendemos por moda. Desde la predicción de tendencias hasta la optimización de inventarios, la inteligencia artificial está ayudando a las marcas a ser más eficientes y a reducir el desperdicio, una manera de mejorar y hacer cada vez más redituable la marca; según un informe de McKinsey, el uso de la IA en la moda incrementará las ganancias de la industria hasta un 20% en los próximos años.
El fast fashion sigue dominando el factor de compra, aunque el cambio empieza a ser palpable girando el mercado hacia una moda consciente y sostenible. Los consumidores de hoy no sólo buscan verse bien, es necesario sentirse bien, forzando a las marcas a ser más transparentes y responsables. Es normal que Mark Zuckerberg sea todo un modelo ataviado con camiseta e indumentaria low cost, tendencia que contrasta con una Georgina o Tamara Falcó llenas de rich trendy… para todo hay, aunque el auge del upcycling y la moda circular son cada vez más ganadores. Marcas como Patagonia y Stella McCartney están liderando el camino, promoviendo la reutilización y el reciclaje de materiales, entrando en el apasionante mundo del alquiler de ropa con plataformas como Rent the Runway, que ofrecen a los consumidores la posibilidad de alquilar prendas de lujo a una fracción del costo.
La globalización ha llevado a la moda a un escenario sin fronteras. Diseñadores de todo el mundo ahora tienen una plataforma global gracias a las redes sociales y los e-commerce: ¿quién podría haber imaginado que un pequeño diseñador en Nigeria podría vender sus creaciones en Nueva York o París? Esto no sólo democratiza la moda, sino que también promueve una riqueza cultural y una diversidad de estilos sin precedentes, una diversificación de matices que se une al collage económico de cada ambiente.
Instagram, Facebook, TikTok y otras redes sociales han convertido a los influencers en los nuevos gurús de la moda, simples posts capaces de hacer que una prenda se agote en minutos. Esta nueva dinámica ha obligado a las marcas a ser más ágiles, valorando el aspecto ético como reflejo de una sociedad en constante cambio y evolución. Trajes con zapatilla deportiva, sacos con bermudas, corbata con chancla y playeras bien fajadas con pantalones de vestir evidencian cambios generacionales… queridos lectores, uno no está para estos trotes, los entiende, pero siempre me quedará el “aunque la mona se vista de seda, ¡mona se queda!”.
Nuevas tecnologías, sostenibilidad y globalización en una industria más inclusiva, creativa y consciente. La próxima vez que te pongas esa camiseta de algodón orgánico impresa en 3D, recuerda que estás siendo parte de una revolución pasajera, como la moda.