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ARTE Y CULTURA

Nuevos rituales

Por: MDG. Irma Carrillo Chávez
Maestra investigadora UASLP
@IrmaCarrilloCh

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La ceremonia del té en Japón es uno de los rituales más complejos y bellos que existen; una serie de pasos o protocolos acompañados de diversas intenciones que son reflejadas en los cuencos y cucharillas que se utilizan para encontrar una armonía tal que pueda incluso transformar la conciencia humana.

Cada cultura tiene sus propios rituales, algunos pertenecientes a la religión o a usos y costumbres cotidianos, como las diversas formas de preparar un mole, por ejemplo. Sin embargo, existen otros pequeños rituales, esas acciones a las que llamamos algunas veces rutinas o costumbres de la vida cotidiana y que actualmente se van borrando de la vida humana como si se perdieran en un banco de niebla.

¿Qué ha sucedido que se han perdido estos rituales? Como afirma Byung Chul-Han, puesto que los ritos son acciones simbólicas, cuando se pierde la esencia del significado en un rito, este desaparece. De entre los rituales que recuerdo y que ahora he visto en menor medida, puedo mencionar varios: ir a ofrecer flores en el mes de mayo. Recuerdo que nos vestíamos de blanco y mi madre nos daba la mano a mi hermana y a mí, entrábamos al templo y esto era dar vueltas llevando en las manos los ramos ya marchitos de nube, margaritas o claveles, caminando alrededor de las bancas amontonadas al centro mientras cantábamos a voz en cuello: “—Oh, María, madre mía, ¡oh consuelo del mortal…! —” hasta que el fastidio y el cansancio de ese carrusel interminable nos hartaba y mi madre nos premiaba con un globo o alguna chuchería.

Otro ritual que poco a poco se desvanece en la noche de los tiempos es la convivencia en la cocina, la preparación de los alimentos es sagrada: desde los procedimientos de compra, picado, desvene, licuado y molido hasta la incorporación de todos los ingredientes y la lenta cocción que permitía tener una pausa para conversar se ha sustituido por la entrega rápida, el envase plástico disfrazado de sustentabilidad y el seguimiento en tiempo real del paquete. La sobremesa familiar tan socorrida los domingos se ha convertido en sobretiempo en los dispositivos electrónicos; el paseo a la plaza del pueblo ahora tiende al encierro artificial de las plazas comerciales; para ir al supermercado tenemos que esperar a que el Internet de las cosas nos avise si falta leche o huevos en el mejor de los casos, porque en otros, el maldito aparato lo hace por nosotros.

Poco a poco se van cumpliendo las profecías apocalípticas de Orwell, Huxley o Bradbury y me pregunto ¿cuáles serán los rituales que recuerden las generaciones Y y Z? Retomando al multicitado filósofo coreano: las cosas que nos rodean (objetos) hacen que la vida sea más fácil o duradera; los rituales para establecerse en una sociedad deben contar con esa permanencia a lo largo de varias generaciones, el problema es que las cosas ya no son durables, ya no existe la seguridad del ritual.

Antes, los objetos se heredaban, ahora se sustituyen de forma casi inmediata. Los rituales incluyen el trato amable y cortés; el manejo pulcro e impecable de los ingredientes de una receta casera; la paciencia y el tiempo de espera para cosechar el fruto que deleitará nuestro paladar; el acompañamiento en una caminata por las calles de la ciudad. La repetición, la rutina, la costumbre o el ritual nos aseguran la estabilidad, la permanencia y la identidad.