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La Cultura de Investigación

Por: DCH. Edgar Josué García López
Doctor en Ciencias y Humanidades, por la UNAM y la UAdeC; investigador de la UCEM y del GICOM
edgarjosuegl@hotmail.com

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Se pueden entender varios tipos de culturas empresariales que conviven cotidianamente en toda organización. Tan importantes son todas y cada una de ellas en lo particular como en las relaciones que se establecen entre sí, tal es el caso de la llamada cultura de investigación, la cual resulta ser el eje matriz de la cultura de información, de la que se habló anteriormente y de la de comunicación, que tendrá su turno en la siguiente presentación, es decir, ésta se encuentra justo en medio de ambas.

¿Por qué es importante vivir en una cultura de investigación? Lo primero que hay que hacer es desechar la idea de que sólo en las universidades se investiga. El ser humano indaga por naturaleza, hay cosas que quiere y necesita saber, y emprende la búsqueda de esa información. También ocurre así en las organizaciones en donde lo que cambia es la finalidad del proceso, mientras en la academia la mayoría de las veces, la investigación puede ser requerida para divulgar el conocimiento. En la empresa se tiene como prioridad la solución de problemas prácticos.

Investigar en su ejercicio más simple, aunque no menos complejo, es el cuestionamiento; por lo tanto su éxito se origina en el dominio del arte de preguntar.

Señala Savater (2007) que para los griegos, la pregunta se designaba como erótema, que indica en su raíz el vocablo de carencia o querer, en su cercanía con el eros. Preguntar con relación a carencia es inquirir, requerir. Etimológicamente dice el autor, la palabra pregunta describe una acción; en el francés, el castellano y el inglés. Sus raíces surgen del vocablo question que a su vez provienen de quaero que significa “buscar”, y de ahí pesquisa, quéte o quest.

El acto mismo del preguntar deriva en enquete, enquiry y encuesta, pero también en quiero (del quaero) y su compuesto requiero e inquiero, que son formas de preguntar.

En el caso romano, continua Savater (2009), la palabra pregunta viene del ruego o petición y de ahí el inter-rogo. Del “ruego” se deriva en francés démander y en latín pedir (ex-peto), que significa también tender-hacia o dirigirse-a. La raíz peto de la pregunta, como petición, indica in-petu y tendencia, con el cual se identifica movimiento, persecución. Se habla del investigo e indago como “andar en pos de”.

Para Cruz (1994) las preguntas describen a quien las formula. Es decir, que las preguntas no sólo hacen referencia a problemas sino que además exponen y dejan en evidencia los deseos concretos del que pregunta. Preguntar es un acto de búsqueda, se tiene la intención de indagar o el ímpetu de investigar para conocer, pero más aún para transformar, por lo que siempre hay y habrá más preguntas que respuestas.

Investigar es en sí una estrategia. Una estrategia organizacional de hecho, porque en ese proceso se ven involucrados todos los integrantes de una empresa por más chica o grande que sea. Vivir en una cultura de investigación radica en convencerse de que todo lo que ocurre en la empresa se traduce en información que hace falta para mantener, modificar o rediseñar completamente algún proceso, y que esos datos están ahí esperando que alguien los descubra para convertirlos en conocimiento.

La investigación en las organizaciones es necesaria tanto en procesos internos (comunicación y colaboración interdepartamental, capacitación, mejora continua, innovación y desarrollo de productos, administración de recursos, identidad e imagen corporativa, entre otros), como externos (investigación de mercados, cliente, proveedores, plazas, competencia, tendencias, comportamiento bursátil, por mencionar solo algunos); la cultura de investigación es vivir en constante búsqueda de información para la mejora continua.

Todo lo que compone una estructura organizacional es información, eso se comprendió anteriormente. Sin embargo es relevante recordar que la información no viene hacia nosotros, somos nosotros quienes debemos salir a su encuentro ya sea para construirla, procesarla o transmitirla. En eso radica la cultura de investigación, en mantener activo el insumo de información.

También la investigación promueve la curiosidad, la innovación, el pensamiento crítico y la actitud proactiva a pesar de los lineamientos con los que se lidia cotidianamente desde pequeños. Por ejemplo, cuántas veces se habrá escuchado decir a los padres de algún chico decirle que no pregunte tanto; quién no recuerda aquella frase frecuente entre los mexicanos ¡no inventes! O aquella otra ¡la curiosidad mató al gato!; el cerebro se va programando para no buscar alternativas, ni cambios. Desafortunadamente la rutina hace que se pierda poco a poco la capacidad de asombro, acomodarse en el escritorio difícilmente promueve imaginar mundos posibles; dejarse llevar por la primera respuesta que viene a la mente obstaculiza preocuparse por averiguar qué está queriendo decir el mundo que nos rodea.

Joel Barker, un autodenominado futurólogo ya conocido desde la edición anterior, platica una anécdota que muy bien se acomoda a este caso:

existió un joven al que le gustaba salir a pasear en su auto y se consideraba un excelente conductor. Alguno de esos días, al entrar en una curva se encontró frente a él a otro auto que zigzagueaba, justo antes de chocar volvió a entrar a su carril y al cruzarse, la mujer que conducía errática le gritó “¡cerdo!” él le respondió inmediatamente gritándole “¡vaca!” “¿Cómo se atreve a insultarme?” Pensó “yo iba por el carril correcto”. Él estaba muy contento por haberle podido gritar algo así que sin pensarlo mucho, aceleró, tomó la curva… y chocó contra un cerdo.

Cuando esto sucede en las empresas los resultados son letales, aquellos miembros de la organización que reaccionan casi mecánicamente a todo lo que les llega del entorno sin preguntar, sin criticar, sin detenerse un momento a cuestionar, suelen chocar inminentemente contra “cerdos”, lo que poco a poco va desgastando al factor humano tanto como a los recursos materiales.

No se debe permitir que eso pase, se debe provocar que el trabajo siempre dé una sensación de curiosidad, de inventar nuevos procesos, de innovar, que ningún integrante de la empresa se quede en un círculo de confort, hay que otorgar el beneficio de la duda, buscar evidencias, consolidar información útil no sólo para unos cuantos sino para todos, pero eso sólo será posible si se tiene una actitud proactiva, una persona que espera que alguien venga y le diga qué hacer o cómo hacer las cosas nunca entrará en una dinámica de cultura de investigación, tarde o temprano tendrá que irse.

Ahora bien, pensar en investigar como cultura empresarial solamente es posible cuando se tiene una visión clara de futuro. Las personas que no saben a dónde va la organización y mucho menos conocen cómo su trabajo aporta lo necesario para llegar ahí, no se preocupan por investigar. Hay una anécdota interesante que rescata Senge (1994), se trata de una parábola que quizá algunos ya hayan escuchado: la “rana hervida”. Si se coloca una rana en un recipiente con agua hirviendo, inmediatamente intentará salir. Pero si se le coloca en temperatura ambiente, sin que nada la moleste, se quedará tranquila. Cuando la temperatura se eleve la rana no hará nada, y lo más probable es que se la pase bien. Conforme el agua se caliente la rana podría sentirse extraña, pero difícilmente saltará, llegará un momento en que, aunque nada se lo impida, se mantendrá ahí hasta hervir.

¿Por qué? La respuesta es simple, su aparato interno para detectar amenazas está preparado para cambios repentinos, los cambios lentos y graduales harán que su sistema se vaya adaptando a las condiciones que se le presentan y casi pasarán desapercibidas hasta que sea demasiado tarde.

Lo mismo ocurre con los empleados que, a menos que se encuentren ante una situación inusual, se mantienen pasivos adaptándose a los cambios graduales, poco a poco hasta que ya no se puede hacer nada. Para ellos es preferible esperar a que las cosas pasen antes que salir a provocarlas.

Por último, hay que recordar que la cultura de investigación representa un factor determinante en cualquier empresa por ser la conexión entre la cultura de información y la de comunicación, conformando un círculo de interdependencia entre ellas tres y generando una cuarta: la de participación, de la que se hablará más adelante. En otras palabras, toda esa información que está ahí produciéndose, requiriéndose y en muchas ocasiones desperdiciándose, necesita de un proceso sistematizado de búsqueda que culmine en conocimiento, productividad y mejora continua; ésa es la principal función de la cultura de investigación, por lo que para fortalecer la de información responde a preguntas como: ¿qué información hace falta? ¿A quién? ¿Para qué? ¿En dónde está? ¿Cómo puedo atraerla y sistematizarla? De igual forma que para vigorizar la cultura de comunicación resuelve otras tantas, por ejemplo: ¿cómo hago llegar la información a quien la necesita? ¿Qué medios son los adecuados? ¿De qué manera esa información se puede seguir generando? ¿Cómo se puede generar un ambiente rico en información? o ¿cómo la información puede promover procesos de comunicación productiva para la mejora continua? Entre otras.

Albert Szent-Györgyi, Premio Nobel de Medicina y descubridor de la tan necesaria Vitamina C, dijo: “Investigar es ver lo que todo el mundo ha visto, y pensar lo que nadie más ha pensado”, y eso aplica en todos los ámbitos de la vida, en las organizaciones también, claro está.

Cinco puntos clave a considerar en una cultura de investigación:

  1. Es importante dominar el arte de preguntar.
  2. La cultura de investigación es una estrategia organizacional .
  3. La investigación promueve la curiosidad, la innovación, el pensamiento crítico y la actitud proactiva.
  4. La cultura de investigación sólo es posible cuando toda la organización tiene una visión clara del futuro.
  5. La cultura de investigación es el eje que conecta a la cultura de información y la de comunicación.

Una vez revisadas las dos primeras culturas es momento de conocer la de comunicación. Ésta en su sentido más amplio y estratégico desde una perspectiva de la ingeniería social ¿se escucha interesante? En la práctica organizacional lo es más. Ése será el leitmotiv en la entrega siguiente.

Bibliografía

  1. Barker, J. (1995). Paradigmas: el negocio de descubrir el futuro. México: McGraw-Hill.
  2. Cruz, R. (1994). El hombre pregunta: hacia una antropología metafísica. México: Universidad Iberoamericana.
  3. Nosnik, A. (2013). Teoría de la Comunicación Productiva. Exploraciones más allá de la retroalimentación. Argentina: Homo Sapiens Ediciones.
  4. Savater, F. (2007). Diccionario filosófico. España: Ariel.
  5. Senge, P. (1994). La Quinta Disciplina. España: Editorial Granica.