En respuesta a la complejidad del ambiente socioeconómico actual y los constantes cambios, miles de líderes organizacionales han invertido una gran cantidad de tiempo y recursos para explorar nuevas ideas, tecnologías y estrategias para ser más rentables, atractivos y únicos en el mercado.
Sin embargo, uno de los caminos de mayor impacto, dentro y fuera de las organizaciones, y que representa una de las guías más poderosas para llevar a la organización a donde se quiera, es algo que en ocasiones se considera como “poco relevante” o “sobrevalorado”: la misión organizacional.
El empresario Jack Welch expresó su importancia señalando que el éxito a largo plazo de las compañías sería muy difícil sin colaboradores que creyeran en la misión organizacional y entendieran cómo llevarla a cabo.
Lamentablemente, el estructurarla, revisarla o rediseñarla puede considerarse como una pérdida de tiempo para algunos líderes. No obstante, la misión organizacional es la brújula que guía hacia dónde hay que ir y qué hacer para llegar allá.
Misión que guía
En la misión organizacional se conjuga la identidad organizacional, imprimiendo significado a sus metas, normas, decisiones, acciones e, incluso, el comportamiento diario de los colaboradores. Contiene tres elementos fundamentales para su operacionalización:
- El elemento de la visión a futuro: la misión debe incluir elementos que den un panorama general del futuro deseado, emocionalmente atractiva para los miembros de la organización y que puedan desplegarse en objetivos estratégicos que perfilen el camino a seguir.
- El elemento de los qué: la misión es la razón de ser de la organización, por lo cual se debe especificar el para qué existe, sus propósitos u objetivos centrales, ya sea a colaboradores, clientes, consumidores o a sociedad en general.
- El elemento de los para qué: la misión debe inspirar a todas aquellas personas a que entren en contacto con la organización a través de los principales valores o guías de acción que orienten a la organización y a sus líderes en sus comportamientos, acciones y decisiones.
Una misión viva
Una misión exitosa no es únicamente una bien redactada. Su éxito dependerá de cómo se articule para que cobre vida. Pero ¿cómo lograrlo?
- Integra a los colaboradores. Es importante hacer partícipes a los colaboradores en el rediseño, revisión o incluso en el desarrollo para poder sentirse parte del gran propósito y generar un compromiso afectivo mayor con la organización y sus líderes.
- Comunícala. Más que redactarla en blanco y negro, es clave darle color y sentido a través de estrategias de comunicación, endomarketing y storytelling. Se trata de alinear a todos los miembros organizacionales a partir de un entendimiento compartido y de una inspiración continua para hacer de tu misión, la bandera de tu organización.
- Dale movimiento. No sólo la plasmes, dale movimiento desde su operacionalización, desdoblando objetivos estratégicos, conectándola con el propósito superior, alineando códigos a sus elementos e incentivando comportamientos a partir de sus principales valores.
- Mantenla viva. La vivencia de la misión, a través de los cómos, qués y para qués, apuntalados por el comportamiento de los líderes, es lo que le va a dar veracidad y fuerza a esa guía que acompañará a tu organización a lo largo de retos y momentos inciertos que se continuarán experimentando en el mercado laboral. Es importante incentivarla en todo momento, por medio de prácticas organizacionales alineadas a procesos como, por ejemplo, sistemas de reconocimiento y plan de carrera, entre otros. La congruencia que tenga para los miembros y su vivencia serán determinantes para que puedan conectarse a la misión personal de los colaboradores.