Varios son los factores involucrados en la gestión exitosa de una organización, sin embargo, no hace falta intentar descubrir el hilo negro para considerar que el principal elemento de esta ecuación es el factor humano. Basta con recordar que la imagen, identidad e integridad de una empresa se sintetiza en la persona que en determinada situación la representa, ya sea el contacto inicial en el área de recepción, la fuerza de ventas, el publirrelacionista o cualquier otro escenario posible, ese acercamiento marcará la interacción que a partir de ahí se tenga con una marca. Sin importar si es cliente, proveedor o competencia, la primera impresión nunca se olvida, al menos no tan fácilmente. Si, además, se cuestiona ¿quién está a cargo de la calidad, insumo, producto, servicio, producción, venta, posventa o promoción?, al final la respuesta siempre será: un empleado.
En general, no hay nadie como el propietario para que todo fluya adecuadamente, lo dice el viejo proverbio: “al ojo del amo engorda el caballo”. Así que, a menos que alguien descubra la forma de estar en todas las áreas del negocio al mismo tiempo, más vale asegurarse de colocar al empleado entre las prioridades porque, de una u otra forma, su presencia afecta la experiencia del cliente. Al respeto existen varios aspectos a tomar en cuenta para la gestión empresarial donde el trabajador es factor clave del éxito y, aunque no hay recetas ni garantías, es posible condensar diversas experiencias favorables en las siguientes recomendaciones orientadoras.
Lo primero es la nomenclatura, es decir, el nombre que se da a quien integra una organización. Personal, empleados, miembros, socios o colaboradores, entre otros; el nombre no importa si detrás no hay un sentido práctico, ya que no se trata sólo de una palabra, sino de que el significado exprese una realidad, por ejemplo, de qué sirve denominarle socio a quien no tendrá esas funciones, obligaciones o beneficios; y es que, aunque las palabras son poderosas, las acciones lo son aún más. El término empleado es descrito por la Real Academia Española como sinónimo de trabajador, quien realiza una actividad y recibe remuneración; en derecho, economía y administración se le utiliza para describir la relación laboral con el empleador.
Lo segundo es el puesto, hay que asegurarse de describir a detalle el espacio físico y organizacional que una persona ocupa en la compañía. Al establecer sin ambigüedades las funciones, tareas, objetivos, metas, características, cualidades y obligaciones, que entre otros puntos comprende un cargo, también se facilita que el empleado cumpla con lo que se espera de él. Otra tarea escrupulosa es la de encontrar a la persona ideal para ese puesto, ya que una cosa es lo que se delinea en papel y otra distinta quien finalmente lo asume. Sí, el currículum es importante, pero además de la experiencia están las actitudes, los comportamientos, los conocimientos, las habilidades y los rasgos que no es sencillo visualizar por escrito ni en una entrevista, por lo que se recomienda solicitar referencias testimoniales, periodos de prueba u otras tácticas que expongan su compatibilidad con la empresa.
Para su correcto desempeño todo empleado debe contar con la información necesaria, la cual puede ser de dos tipos: primero, la del orden administrativo, técnico y operativo, que debe serle compartida desde la inducción en adelante, aunque se tenga experiencia; segundo, la del orden del conocimiento, aquella que lo mantiene actualizado con estatus de experto, en ese sentido los programas de capacitación son indispensables, así como una efectiva estrategia que evite rotaciones y fuga de cerebros. Tampoco hay que obviar el suministro del resto de los recursos que hacen falta para una actuación óptima; el mejor perfil sin lo necesario para el trabajo termina desgastando la relación laboral hasta diluirla.
Otro punto importante es el proceso de comunicación, el cual, sin importar que su naturaleza sea horizontal o vertical, debe permanecer abierto y dinámico para fomentar la expresión y exposición de ideas, emociones, problemas, soluciones e innovaciones; no hay que olvidar que un empleado es el mayor recaudador de datos valiosos arrojados por la cotidianidad del negocio, los cuales, al valorarse con oportunidad, pueden hacer la gran diferencia en el mercado.
El sistema de remuneraciones, reconocimientos y recompensas es el último factor; es quizá el más importante por tener relación estrecha con la emocionalidad, la autorrealización y la calidad de vida. Y es que dicho grosso modo a cualquier empleado le viene bien recibir un pago justo por su trabajo, crédito por los logros extraordinarios y, de vez en cuando, algún estímulo adicional.
Cinco puntos clave para la gestión empresarial, priorizando al empleado:
Es un grave error diseñar la estrategia del lado incorrecto intentando generar un ambiente de confianza para el empleado, lo que toca es centrarse en él para que, por añadidura, en un círculo virtuoso, un buen clima y cultura organizacional lleguen. A menor inversión en el trabajador corresponde mayor gasto en control, vigilancia y corrección.