Pensar en Bolsa e inversión es un ejercicio de edad, los que ya contamos con algunos años sabemos que el grito de viva voz, el llenado de papeletas y la adrenalina del cierre no podrán ser sustituidos por pantallas, un clic que acepte la compra o venta y los miles de páneles llenos de data actualizada a favor de una correcta toma de decisión. El mundo ha cambiado, la migración hacia la virtualidad ha dado lugar a un fintech obligatorio, saber leer los mercados e incidir en ellos es una rutina a la par de una revisión de red social o la simple consulta en cualquier web.
Con tiempo libre y un smartphone en el que descargar aplicaciones para la inversión, la verdad es que resulta sencillo entrar en la dinámica; algunos ven oportunidades al más puro estilo “casino”, el factor suerte puede ser determinante, tarde o temprano la estrategia y sapiencia sustituyen aciertos sin fundamento: la gran discrepancia entre saber y querer… El casi 65% de inversores primerizos con los que se inundan de operaciones las diferentes apps son una muestra del interés por lograr rendir el capital, muchos de ellos entran con el sueño de hacer milagros y descubrir el hilo negro, otros son más conscientes y detallan sus entradas y salidas para eficientar cada movimiento que tiene el mercado.
Cuestión de riesgo, muchos entran como conservadores prometiendo no incrementar su inversión, al rato quedan cautivados sin entender cómo sucedieron los cambios de tendencia. Es normal participar en pláticas que analizan diferentes criptos, con poca lectura y un feeling peligroso, se vuelven agresivos con tal de forzar un sueño en el que la cautela es un valor innegociable.
Fuerzas de mercado, RSI, modelos de ocurrencia, promedios móviles, correlación de mercados, Value at Risk o estudios detallados hacia el comportamiento de un subyacente venden mucho menos que la ilusión de comprar y vender amparados en el consejo de analistas que inflan la burbuja ilusionaria. Durante el último año se ha triplicado el número de podcast sobre el tema, aplicaciones como Robinhood registraron un aumento del 30% de suscriptores llegando a los 3 millones de usuarios; eToro agregó otros 5 millones y sus ganancias aumentaron un 40%; Freetrade multiplicó por seis sus usuarios y, por si fuera poco, la adicción sigue creciendo en un mundo cada vez más redituable.
La posibilidad de fraccionar los costos accionarios es la llave para la captación de mercado, la compra de fracciones de acciones enteras reduce el precio en juego permitiendo colocar en cada portafolio empresas como Apple, Tesla, McDonald’s o Nike, una manera muy sutil de codearse con un Elon Musk a favor de la capitalización multitudinaria. La persuasión de unirse en manada hace que muchos caigan en el grave error de comprar acciones sobrevaluadas, la percepción de costos bajos provoca un mayor comercio y la volatilidad es mucho más rentable, el riesgo mal administrado deja fuera a inversores que pensaron que sería un juego sencillo.
La cultura de masas es un oleaje capaz de influir en los mercados, a inicios de año los participantes en un foro de Reddit llamado wallstreetbets alentaron la compra de GameStop, un gigante en el mundo del videojuego que pudo crecer sus acciones un 1,500% gracias al “consejo”. Sabiendo de su capacidad de influencia, los lotes de aplicaciones en línea han reducido comisiones comerciales hasta cero, abriendo las puertas a nuevos inversores que no tienen mucho dinero y que, como el resto de participantes, buscan el sueño capitalista a su enésima potencia.
Las reglas del juego son claras, el comercio sin comisión es importante para democratizar la inversión, llevando a la estrategia de versiones gratuitas que dan paso a las premium, opciones en las que los inversores entran para “garantizar” sus tomas de decisión, líneas de información masiva que son redituables al ofertar aparentes ventajas en el mercado.