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CIENCIA Y TECNOLOGÍA

¿Qué le está haciendo a nuestros cerebros la “era de la información”?

Por: LCC. Gabriel Moreno Rodríguez
Productor; académico en el ITESM; director de noticias; analista en temas de tecnología y CEO
@gabofanfare

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Si se pudiera hacer una predicción actual en torno al fin que tendrá la tecnología de la información en nuestras vidas, seguramente incluiría la frase: “integración total”. Y es que, con el paso de los años, hemos visto cómo las redes sociales y la tecnología predictiva basada en inteligencia artificial se han integrado en aspectos que antes considerábamos inocuos como conducir un auto, ver algo en la televisión o hasta revisar qué alimentos necesito comprar en el refrigerador.

De acuerdo con estudios publicados en la plataforma de investigación científica PLOS ONE, del 5% al 10% de usuarios conectados no pueden controlar el tiempo que pasan navegando en Internet. Si bien no podría considerarse una adicción con orígenes físicos, los analistas encontraron degradación en las regiones cerebrales encargadas de interacciones sociales como la atención, la toma de decisiones y el manejo de emociones.

Debido a que las redes sociales proveen de recompensas a corto plazo mediante likes, comentarios y otro tipo de interacciones positivas con otros individuos, nuestro cerebro se “reprograma” para buscar este tipo de estímulos con mayor frecuencia, lo que crea impulsos neurológicos de la misma forma que una persona con otro tipo de adicciones lo hace.

Otro comportamiento que contradice lo que podríamos pensar sobre el bombardeo de la información es el concepto de multitasking. Según un estudio publicado en Procedimientos de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos de América (PNAS, por sus siglas en inglés), las personas que consumen una gran cantidad de contenidos digitales, ya sea mediante computadoras, televisión, videojuegos, celulares y tabletas, mostraron un peor rendimiento en cambio de actividades que una persona que consume mucho menos información durante el día.

De acuerdo con el estudio titulado Control cognitivo en multitaskers de medios, las personas que consumen un alto contenido de información suelen poseer cerebros que tienen una mayor cantidad de problemas para “filtrar información” y discernirla en procedimientos más complejos como la abstracción y la memoria.

Expertos han señalado que, con el paso de los años, las personas que viven saturadas de información, leyendo noticias constantemente, consumiendo memes, series, videojuegos, documentales y publicaciones en redes sociales sin parar durante su día muestran una conducta mucho más “reaccionaría” en torno a los sucesos que los rodean.

Por otra parte, muchos seguramente han sufrido del llamado “síndrome de la vibración fantasma” que consiste en esa sensación de que nuestro teléfono está mandándonos una alerta cuando en realidad no ha recibido nada.

En un estudio psicológico publicado por el Centro Nacional para la Información Biotecnológica​ (NCBI, por sus siglas en inglés) se reveló que un 89% de las personas estudiadas han vivido dicho fenómeno psicológico al menos una vez cada dos semanas. Y es que, por inverosímil que se lea, la tecnología ha reprogramado nuestro sistema nervioso para “sentir o esperar” este tipo de vibraciones en nuestro entorno.

Lo cierto es que nuestros teléfonos y computadoras se han vuelto un centro importante para muchos que desean obtener una dosis de “dopamina”, la sustancia generada por nuestro cerebro que produce placer, que normalmente encontramos en otras actividades como el ejercicio.

En el caso de las redes sociales hallamos que las personas suelen recibir mayores cantidades de dopamina cuando hablan de sus propios puntos de vista que cuando escuchan o leen los de otros. Aunque en principio podría percibirse como “lógico”, lo cierto es que mientras en interacciones cara a cara con una persona este comportamiento compone de 30% a 40%, en redes sociales dar a conocer nuestro punto de vista se compone de un 80% de nuestro interés al interactuar.

Es importante reconocer este tipo de cambios en nuestro comportamiento para hacer un ejercicio de autocrítica y preguntarnos: ¿cuántas de estas cosas me han pasado?