
Hace falta mucho recorrido para entender el rol que juega el subconsciente en la toma de decisiones. La paradoja: somos biomáquinas tomadoras de decisiones. Pueden ser automáticas, emocionales, irracionales, reflexivas y, en pocas ocasiones, racionales.
Existe un gran obstáculo en nuestras decisiones: la naturaleza humana. Predomina en nosotros el analfabetismo emocional y subestimamos el efecto que tienen los complejos, los instintos, la protección del ego, la falta de sensibilidad al entorno, los sesgos, la ceguera personal y los mecanismos de defensa.
Los méritos de Elon Musk son de admirarse, pero la impetuosidad e irracionalidad de algunas de sus decisiones reflejan una carga psicológica compleja, difícil de evaluar. Además de acabar con el capital de marca de Twitter, recientemente decidió asignar recursos de Tesla, y de varias otras de sus empresas, a su proyecto de Inteligencia Artificial, xAI. Algunos inversionistas están furiosos; incluso confabulan para armar una demanda (WSJ). Las herramientas tradicionales para la toma de decisiones que nos enseñan en la universidad tienen que ver con el método científico, la investigación de operaciones, los procesos de maximización o minimización, rutas críticas, etc. Al tiempo, las escuelas de negocios se enfocan en el análisis del entorno económico y las complejidades del marketing, las finanzas, la producción y la organización de la fuerza laboral. El problema es que todo lo anterior ha sido configurado bajo la premisa del "hombre racional”.
En un intento por entender al enmarañado cerebro humano, aquí dos tesis:
Ya sean dos sistemas o tres cerebros, el caso es que los componentes simultáneamente interactúan y hasta cierto punto compiten para predominar en la decisión; pero como se suelen subestimar, resulta difícil tomar decisiones utilizando sólo los centros de lógica. Es urgente incluir, estudiar, ponderar, la variable del subconsciente. Es que nos inventamos historias que sean compatibles con nuestras ideas o premisas iniciales; descontamos lo que no "nos cuadra"; cuidamos al ego a costa de reducir la objetividad y finalmente, como si fuera un diseño maestro, la parte fallida la ocultamos.
De igual manera, el ego distorsiona cómo procesamos la información e inhibe la lucidez para identificar nuestros verdaderos problemas. El papel del subconsciente en la toma de decisiones no tiene por qué inspirar miedo, ni ser satanizado o negado. Mientras ocupa su lugar en procesos de toma de decisiones, se hacen relevantes los contrapesos: consejeros, directivos que dicen lo que piensan y los clientes que en la cara te gritan tus fallas.
Los tomadores de decisiones, sobre cuyo juicio y lucidez dependen el retorno de activos e inversiones, fuentes de trabajo y el camino que determina el futuro, tienen que tomar en cuenta al autoengaño como algo natural e inevitable en las personas.
Las probabilidades de que una decisión sea racional, se incrementan cuando hay grupos de personas involucrados, de preferencia con perfiles diferentes, que vean diferentes ángulos de la solución. Hay que buscar la lucidez antes que la justificación; tener humildad frente al mercado, respetar al competidor y no descalificarlo; tener miedo a quedar obsoleto y no adoptar un dogma; amar al experimento y nunca dejar de aprender.