"Esto (subir el mínimo 20%) es un avance muy importante y lo celebramos, y es una muy buena noticia para los mexicanos".
Tiene razón Andrés Manuel: es una buena noticia.
Y no me refiero a un análisis estrictamente económico. No me refiero al argumento de que un alza de los salarios que no está asociada a un alza en la productividad genera inflación (algo cierto).
No.
Me refiero a la idea de que, a fin de cuentas, el progreso de un país implica a fuerzas una mejora en los salarios. Una mejora en el nivel de vida general de la población.
Considera que en China el salario promedio se multiplicó por 11 en los últimos 25 años, llegando a unos $17,000 dólares anuales en 2022, según el sitio averagesalarysurvey.
Esta alza refleja parte del milagro chino, que sí fue acompañado por importantes incrementos en la productividad, pero también por una transformación del gigante asiático, que pasó de producir baratijas a ser una potencia manufacturera y tecnológica.
Eso es lo que nos falta en México.
"En McAllen pagan 12 dólares la hora, por 40 horas da $9,120 pesos semanales. Aquí en Reynosa pagan 1,100 pesos por semana y trabajando mucho más que 40 horas".
Así decía un líder sindical en un video hace cuatro años, para luego amenazar que "esta esclavitud moderna acabaría". Me impresionaron los números y le llamé a mi amigo Manuel, que tiene una planta en Reynosa.
Tristemente, por ahí andaba la diferencia.
Supongamos que hoy ya les pagan el mínimo, unos 1,500 pesos a la semana. A pesar de eso, la brecha sería abismal: la sexta parte haciendo lo mismo. Dos realidades apenas separadas por un río.
Aun en actividades de alto valor agregado hay diferencias notables.
Hace un par de años el Wall Street Journal reportaba que el salario promedio para trabajadores en una armadora automotriz mexicana era de $4.5 dólares por hora, unos $22,000 pesos al mes.
Buenísimo si se compara con los $6,000 del mínimo, casi 4 veces más. Pero el mismo puesto en Estados Unidos pagaría 25 dólares por hora, unos $120,000 pesos mensuales, ¡casi 6 veces más que en México!
Es cierto que en esta diferencia (y en una mano de obra calificada y productiva) reside nuestra ventaja. Por eso el auge reciente en inversiones que vienen a México por el reacomodo de las cadenas productivas de China y Asia.
Pero también es cierto que necesitamos, tal como lo hicieron China, Singapur o Corea del Sur, cambiar el perfil de las industrias para mejorar así significativamente los salarios en México.
Esa bonita teoría de que el progreso implica "generar puestos de trabajo bien remunerados" no se logra sin dolor.
Porque, seamos francos, muchos departamentos de RR. HH. de empresas mexicanas buscan todos los años cómo bajar sus costos salariales.
No soy ingenuo, entiendo por supuesto las presiones económicas que empujan a esto. Muchos negocios viven asediados por la competencia y por gobiernos que estorban con trámites, persecuciones fiscales y servicios públicos malos y energéticos muy caros.
Y, sin embargo, el progreso de México requiere pasar de "¿cómo bajo mi costo salarial?" a "¿cómo puedo pagarles más a mis empleados?".
Implica desarrollar nuevas líneas de negocio con mejores márgenes. Implica un enfoque ingenieril para buscar esas mejoras en productividad que permitan mejores sueldos. Implica cambios industriales a sectores de mayor valor agregado a través del tiempo.
Decirles adiós a las maquiladoras y darle la bienvenida a la electrónica, tecnología, vehículos de nueva generación y servicios de valor agregado, como programación (como lo hizo la India).
Por lo pronto, no hay que permanecer cruzado de brazos ante las injusticias sociales: revisa cómo pagarle más a los que menos ganan en tu empresa, dona un día de tu salario a los más desprotegidos o regala algo de tu tiempo para ayudar a alguien cercano (enseñarlo a pescar).
El progreso de México implica que todos progresemos. El progreso de México implica mejores salarios en el tiempo.
¡Manos a la obra!
En pocas palabras...
"Si tu trabajo habla por ti, no lo interrumpas".
Henry J. Kaiser, empresario estadounidense