“¿Cómo es que nuestra especie sobrevive y se perpetúa en un entorno tan ‘beligerante’ y lleno de patógenos oportunistas como nuestro querido planeta Tierra?”.
Santiago Roura Ferrer
Junto con el agua potable, el lavado de manos y el saneamiento, las vacunas han sido una de las estrategias de salud pública más importantes para la sobrevivencia y desarrollo de la humanidad, al evitar la propagación de enfermedades tan discapacitantes y letales como viruela, sarampión, rabia, poliomielitis, cólera, fiebre amarilla, rubeola, tétanos y meningitis.
Las vacunas, como cualquier sustancia que introducimos en nuestro cuerpo, pueden generar efectos positivos o negativos, de tal forma que no están exentas de causar reacciones adversas leves, moderadas o graves. Por lo general, las reacciones leves suelen ser las más frecuentes, como dolor local, enrojecimiento y fiebre, mientras que en las moderadas y graves la probabilidad es de uno entre un millón, de tal forma que el beneficio supera los riesgos.
Recientemente con el COVID-19 se tuvo un retroceso en la esperanza de vida al convertirse en una de las principales causas de muerte, ocasionando casi 13 millones de defunciones. Pero el desarrollo de las vacunas para su prevención ha sido un avance significativo en la ciencia, y no sólo por evitar 6 de cada 10 muertes por coronavirus, sino por la velocidad con la que se tuvieron que desarrollar y producir, lo que, en otros tiempos, sin la tecnología actual tardaría años.
Cuando se describen los efectos de la vacunación, es importante señalar que pueden deberse a varios factores, como contenido, calidad en producción, error en la aplicación e, incluso, ser concomitantes (presentarse de forma simultánea) con otras enfermedades con las que pueden estar cursando las personas.
Como era de esperarse, las vacunas contra COVID-19 no estaban exentas de reacciones adversas y desde los inicios de su aplicación se informó a la población que se autorizarían por la emergencia sanitaria, por lo cual seguirían en estudio sus efectos, que no podrían establecerse de forma inmediata; aunado a ello se reforzarían los mecanismos de vigilancia y reporte de efectos adversos. Hay que recordar que las vacunas actúan estimulando nuestro sistema inmune, para ello se utilizaron diferentes tecnologías y se desarrollaron vacunas hechas a partir de partículas de material genético como ácido nucleico (Pfizer-BioNTech y Moderna); con subunidades proteicas (Novavax y Abdala); de virus inactivado (CoronaVac) y de vectores vivos (Johnson & Johnson, AstraZeneca y Sputnik).
Dentro de las reacciones adversas graves reportadas y más frecuentes está la anafilaxia (reacción alérgica grave); poco frecuente y con índice de casos de 5 por cada millón de dosis administradas: el Síndrome de Guillain-Barré (SGB), trastorno en el que el sistema inmunitario daña las neuronas y causa debilidad muscular y a veces parálisis, observado con más frecuencia en vacunas que utilizan vectores; miocarditis y pericarditis, que son una inflamación del músculo cardiaco y la capa exterior que recubre el corazón, se registraron en población joven y durante la aplicación de la segunda dosis, siendo no grave y de rápida recuperación; y también el Síndrome de Trombosis con Trombocitopenia (STT), caracterizado por causar coágulos en vasos sanguíneos y recuento bajo de plaquetas, reportado en aproximadamente cuatro casos por millón de dosis administradas.
Referente al STT, que generó conmoción por las más de 50 demandas en contra del laboratorio AstraZeneca por trombosis en Europa, cabe señalar que desde marzo de 2021 el Comité para la Evaluación de Riesgos en Farmacovigilancia de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y el Comité Consultivo Mundial sobre Seguridad de las Vacunas (GACVS, por sus siglas en inglés) de la Organización Mundial de la Salud reportaron casos de STT posteriores a la inmunización con vacunas de vectores de adenovirus, como lo son las vacunas de AstraZeneca y de Johnson & Johnson, además de mencionar que podrían presentarse de 4 a 30 días posteriores a la administración y se debería incrementar la vigilancia.
Sin lugar a dudas, este tipo de casos suele alarmar a la gente por el temor a los daños a su salud y la de sus familias, no obstante, debemos tener en cuenta que los peligros no sólo están en los medicamentos, sino en las enfermedades; en el caso del COVID-19, la propia infección incrementa el riesgo de trombosis hasta en 30%, siendo esto más frecuente que el ocasionado por la vacunación.