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Voy a decirte tres palabras: Lars Von Trier

Por: LCC. Noel Piña Aparicio
Publicista, productor audiovisual y creativo independiente. Propietario del Foro Cultural Casa Revuelta en San Luis Potosí
noel@nodoworks.com

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Lars Von Trier es sinónimo de profundidad, de una compleja exploración de las emociones humanas a través del cine. Busca cualquier forma que le justifique hablar de lo que desea, aunque lo más importante en cada una de sus obras es el fondo.

En estas tres palabras se encierra una evolución del cine como nunca antes se había visto, un atrevimiento sinigual y una forma de hacer las cosas única y sin cortapisas. A sus sesenta años, es el director de cine vivo más importante del orbe. Aunque tiene muchos detractores por la polémica causada por algunas de sus películas, Lars siempre ha dado justo en el clavo cuando se trata de exponer, con crudeza pero de forma magistral los más intensos sentimientos y comportamientos humanos.

En sus historias, los personajes son siempre empujados a un precipicio psicológico, lo que justifica la explosión de diferentes reacciones extremas que siempre nos llevan al mismo lugar: su tema objetivo.

Hay un factor de suma relevancia para que este director nos parezca crudo y extraño en su estilo, en su manera de exponernos su punto de vista; y es que es originario de Copenhague, Dinamarca (30 de abril de 1956), lo que de entrada lo hace muy diferente a nosotros al tener la influencia de la cultura nórdica y no de la greco-romana. No corre por sus venas la sangre latina emocional que constantemente nos domina y nos desborda, no. Tiene una cosmovisión totalmente diferente: más práctica, más fría, más paciente. Este atributo hace que sus guiones sean algo fuerte e inesperado para nosotros lo que nos provoca extrañeza y, en ocasiones, se siente como una patada en el estómago.

Comencemos por mencionar el movimiento Dogma 95 (obviamente del año 1995), un manifiesto donde él y otros directores nórdicos, (destacando su amigo y también excelente director, Thomas Vinterberg –Copenhague, Dinamarca, 1969–) dejan plasmada su inquietud por minimizar el ego de los directores y sobre todo con el claro objetivo de impulsar la creación de buenas historias, un claro gesto de antipatía hacia tanto cine comercial que se producía en ese entonces. El tratado consta de 10 reglas básicas que forzosamente obligan a centrar la atención en el guión y en la capacidad histriónica de los encargados de interpretarlo, tales como no usar nunca un “set” sino siempre locaciones reales, no usar iluminación artificial, no hacer post-producción de sonido, filmar siempre en 35mm y que todos los movimientos de cámara debían ser siempre manuales (cámara al hombro), entre otros. Una apuesta arriesgada, sin duda, pero que nos dejó algunas joyas como Festen (1998).

En su cine, hay muchos rasgos que tienen que ver con su personalidad, como su perspectiva de las religiones, la prohibición y las doctrinas teológicas,  que toma como asfixiantes y totalitarias, caso que se puede ver en Breaking the waves (1996), donde Emily Watson representa la bondad e inocencia, y que es juzgada maltratada en nombre de las buenas acciones que demanda las creencias de su pueblo.  Aunque tiene varias películas realizadas a este filme, esta obra fue la que le catapultó al reconocimiento internacional y pertenece a su primera trilogía “corazón de oro”, compuesta también por The idiots (1998) y Dancer in the Dark (2000).

Ver por primera vez Dancer in the Dark es una experiencia única, agridulce. Por un lado lo tristísimo del tema y por otro la impresionante ejecución de un director al hacer un musical dramático, lleno de precisión, una excelente composición musical y coreografías perfectamente logradas, sobre todo, llama la atención el tema de cómo un genio pudo dirigir a otro genio, esta relación Trier-Björk, irrepetible y maravillosa que tuvo la fortuna de ser filmada y quedar para la posteridad.

Más adelante volvió a demostrar su maestría con su siguiente trilogía sobre Estados Unidos de América, que comenzó con Dogville, otra cinta que en su forma,  rompe todos los esquemas escritos en el cine contemporáneo pues es una especie de cine-teatro y nos lleva al desarrollo de una película filmada en un set teatral, donde el reto para los actores es mayúsculo pues puertas, ventanas y horizontes no existen físicamente pero ellos son los encargados de hacernos creer que sí. Es interpretada por Nicole Kidman y nos deja clara la visión que tiene el director sobre este país de América del Norte. Las otras dos películas que cerrarían este ciclo son Manderlay (2005) y la aún no producida Washington.

Sus últimas obras pertenecen a la trilogía de la depresión, donde otra vez a partir de temas asfixiantes vuelve a demostrar su valía como alguien que pasará a la historia por su estilo y complejidad para abordar tópicos muy sensibles de la humanidad, de sus prejuicios, sus vicios y contradicciones.

Comienza por exponer un camino de tristeza que lleva a la locura por la pérdida de un hijo en Antichrist (2009), en la que Charlotte Gainsbourg y Willem Dafoe interpretan con maestría a un matrimonio atormentado por un suceso sombrío. Luego, nos deja boquiabiertos con la polarización del drama en Melancholia (2011), donde hace una yuxtaposición del micro-problema particular con macro-problema de la humanidad, a través de la profunda depresión que atraviesa uno de sus personajes y que se alinea con la ansiedad de saber que un planeta inmenso está apunto de colisionar con la tierra, si esto no llama la atención, no sé qué lo hará. Y cierra con Nymphomaniac (2013), una obra dividida en dos tomos, interpretada otra vez por Gainsbourg, uniendo a Stellan Skarsgard y  Shia LaBeouf. Una película muy criticada por el alto contenido sexual, en algunas partes explícito y un tema que provoca comezón en los más puritanos: la ninfomanía. Aunque este es sólo el vehículo para llegar al destino (su fondo), la cinta nos habla de la redención, de la importancia de no tener prejuicios y hasta de diferentes formas de la violencia y el racismo. En lo particular, creo que cuenta con secuencias dignas de ser recordadas por su alto contenido de profundidad dramática filosófica.