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Quarentennials

Por: DA. Javier Rueda Castrillón
Analista económico en diferentes medios; autor de artículos sobre política y economía
jruedac@me.com

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El bunker de guerra presume un diseño diferente, lejos de aquellos sacos de arena protectores, sin fusil ni casco para la batalla, el recinto protegido se extiende desde la recámara hasta la cocina entre gel antibacterial y mascarillas desechables para la contienda. La guerra sanitaria se alarga más de lo deseado, un enfrentamiento que mina poco a poco expectativas de mejora, un paso para la fe y la comprensión de lo que se nos fue de las manos.

Los caídos serán recordados como héroes, miles de heridos acudieron a un confinamiento silencioso, sin explicaciones y con el miedo de dar por perdida una batalla sin banderas ni contiendas ideológicas. Redes sociales, noticieros y cualquier canal de comunicación saturan de información pandémica las veinticuatro horas del día, no hay un respiro, provocando un monotema cansino… cambios para un mundo que mantiene preguntas sin respuestas.

Aquellos parques de juego, los paseos entre escaparates, las salas de cine o las salidas a restaurantes han quedado en un débil deseo, el aislamiento se ha convertido para muchos en una rutina, un nuevo modo de vida. Hoy surgen generaciones que ven en la virtualidad una forma primaria de comunicación, la manera de interactuar entre pares adaptándose a espacios diferentes para el aprendizaje, la diversión o la supervivencia; preocupados por cubrir un guion, las clases online se mezclan entre micrófonos viciados y los mensajes de alerta para no quedar en evidencia ante una cámara que no puede mostrar el hartazgo y la impotencia, un ejercicio de paciencia que vive límites insospechados.

En medio del desasosiego pido a Alexa reproducir una lista que ponga banda sonora al momento, el WhatsApp me recuerda la inclusión obligatoria a mil y un grupos que prometieron políticas de uso diferentes… soy un ser ubicuo disponible ante el patético lema del veinticuatro siete, he olvidado la televisión abierta para declararme fan empedernido de series que me transportan hacia otra realidad, temporadas de ilusión que sustituyen estadios vacíos. El timbre suena, mandaderos de comida rápida para dar descanso a la monotonía, diferentes sabores frente a las mismas caras de siempre.

El nacimiento de una nueva generación bautizada con un inolvidable “quarentennials” padecerá de una inevitable comparación, juzgada entre millennials, centennials o baby boomers, escucho opiniones que afirman ser peor que las anteriores, pienso que no necesariamente es así… Todas, sin excepción, cargan con limitaciones y defectos, pero también han tenido la capacidad de destacar en muchos otros aspectos: la nueva ola de quarentennials resultará mucho más auténtica, solidaria y consciente de la ecología que generaciones anteriores se han empeñado en atentar, podrán presumir de una resiliencia necesaria para hacer frente a sus estudios y a otros retos en un contexto particularmente complejo. Mascarilla en rostro, serán capaces de encarar la vida global, la gestión tecnológica y centrarán su atención en problemas que realmente deben contar con su interés.

En plena edad de oro científica, sin poder eliminar la pobreza y la desigualdad, la polarización ha llevado a un resurgimiento racista, xenófobo, junto a un libertinaje amparado por dogmatismos ideológicos basados en la desinformación; fake news y una búsqueda incansable por el destaque en un mundo que detiene su ritmo para obligar a una reflexión que, aunque parezca mentira, no ha sido entendida por muchos en medio de un apocalipsis moderno. Esclavitud sensorial o sensual en la época más “libre” para una irritación social ante cualquier gobierno, un poderoso coctel para pasar a la historia con tintes de grandeza o debacle, un panorama para una generación que exigirá un cambio, vivirá distinguiendo las crisis en hábitos en tiempos convencionales, una nueva forma de vida en la que muchos han decidido ser más protagonistas que víctimas.