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110 reglas de civilidad

Por: Jorge A. Meléndez
Licenciado en Economía del Tecnológico de Monterrey, donde fue premio al saber. Director de Proyectos Especiales para Grupo Reforma
@jorgemelendez

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Hace poco encontré una referencia a las "110 reglas de Civilidad" de George Washington. Tras investigar, descubrí que él no las escribió, pero le gustaron tanto que a los 14 años las copió toditas a mano.

Fueron en realidad redactadas por Jesuitas a finales del siglo XVI.

Algunas francamente ilustran la época en que fueron creadas. Hablan de modales en la mesa, de limpieza personal y cosas por el estilo.

Pero sorprendentemente, muchas son tan válidas hoy como hace más de 400 años. No, hombre, hoy son aún más importantes en la era de polarización e insultos que hoy sufrimos en todos lados.

Dime tú si no:

* No compartas cosas que alarmen a tus amigos (#3).

* No exageres en tus alabanzas (traducción: no seas lambiscón, #17).

* No leas cuando otros hablan (adaptación: deja de ver tu smartphone en juntas o cuando te hablan, #18 y #25).

* No disfrutes del infortunio de otros (#22).

* Es de buenos modales dejar que la contraparte hable primero. Escucha antes de hablar (#74).

* Que tu discurso sea corto y entendible (#34).

* Si no lo eres, no pretendas ser doctor al visitar a un enfermo (OJO: aplicable a cualquier profesión especializada, #38).

* No pretendas darle clases a un experto porque dejarás un sabor de arrogancia (#41).

* No culpes al hombre que lo intentó todo y no pudo cumplir su cometido (#44).

* Si vas a regañar a alguien, hazlo de la manera lo menos hiriente posible y evalúa si debes hacerlo en público o en privado (#45).

* No te apresures a creer todo lo malo que te cuentan sobre alguien (#50).

* No seas como el pavorreal, que siempre busca su imagen para sentirse bien (#54).

* Si estimas tu reputación, asóciate con hombres de buena calidad. Es mejor estar solo que mal acompañado (#56).

* No injuries, que tus palabras no tengan envidia o malicia. No seas frívolo (#58, #59, #61 y #65).

* No des consejo que no te ha sido pedido. Y cuando te lo pidan, que tu consejo sea al grano (#68).

* No seas obstinado en tus opiniones (#69).

* Piensa antes de hablar (#73).

* No compartas noticias que desconozcas sean ciertas (#79).

* No aceptes tareas para las que no estés preparado. Sé muy cuidadoso con tus promesas (#82).

* Cuando hables o realices algo, hazlo con pasión y discreción (#83).

* No contradigas a todos todo el tiempo (#87).

* Que tu discurso no aburra, no te pierdas ni repitas lo mismo (#88).

* No hables mal de los que no están presentes (#89).

* No importa qué suceda, nunca te enojes en la mesa (#105).

¡Wow!

No cabe duda: la sabiduría no pasa de moda.

Bien haría cualquier jefe en autoevaluarse al rasero de estas simples reglas. Y, sobre todo, en la era del liderazgo narcisista.

Tiempos donde se confunde carisma con efectividad. Donde el éxito presente provoca la certeza infundada de la infalibilidad futura.

O peor, donde victorias electorales arrasadoras engendran caudillos que buscan imponer visiones anacrónicas que ya fallaron, ignorando a expertos y técnica e insultando y eliminando a cualquiera que ose contradecirlos. Tlatoanis que "gobiernan" con dogmas inamovibles irremediablemente destinados al fracaso.

Parece que muchos líderes hoy aplican esta lista... ¡pero al revés!

No escuchan, son obstinados, se pelean con todos al mismo tiempo, insultan y hablan mal de todos, son aburridos, no piensan antes de hablar, no cuidan sus sociedades y pretenden ser doctores (economistas, sociólogos, científicos, etc.) cuando no saben nada de la materia.

Ah, y se enojan en la mesa. Y en la sala. Y en la recámara. Y en la mañanera.

Viven enojados todo el tiempo.

El odio es su bandera.

Bien harían estos antilíderes en aprenderse estas reglitas.

Como bien dice el último consejo, el 110: trabaja para mantener viva esa pequeña flama de ese fuego celestial llamado conciencia.

Buena idea para un CEO.

Buena idea para un Presidente.

Buena idea para cualquiera.

En pocas palabras...

"Es mejor estar solo que mal acompañado".

George Washington