Cenaba en Semana Santa pasada unas fabulosas enmoladas con pato confitado en la terraza de Casa 46 en la Plaza Machado de Mazatlán cuando presencié algo que me hizo la velada.
En el restaurante de abajo estaba una banda superanimada tocando música de todo tipo. El escenario ideal: una noche fresca y clara, y atrás los turistas que paseaban por la plaza curioseando en el mercado de artesanías que se instala ahí de jueves a sábado.
Y que llega la actriz principal: una viejita de unos setenta y muchas tardes baile y baile. Cumbia, pop en español e inglés, reggaetón, música de banda y hasta una que otra rola country.
No importaba el giro, ella bailaba.
No importaba si sabía los movimientos, ella bailaba.
No importaba que estuviera fresco tirándole a frío, ella bailaba.
Bailó y bailó hasta que la banda se fue.
Su energía era contagiosa.
Sacó más de una sonrisa a todos los que la vimos.
Salimos de la cena queriendo bailar.
¿Sabes qué?
Es un buen código de vida.
Te comparto algunas lecciones que derivo de esa animada turista extranjera que bailaba y bailaba en la Plaza Machado en Mazatlán hace apenas unos meses.
En la vida siempre hay música. A veces es divertida, a veces triste. Hay que aprovechar los sones. En los alegres para, por Dios, disfrutar. Y en los momentos difíciles para reflexionar y reforzar lazos. El que nunca escuche la música (o la normaliza) tendrá una fiesta muy aburrida. Porque la felicidad, a fin de cuentas, es eso, es el baile de la vida.
Es muy fácil quejarse de la música que no te gusta. Lo más producente y lo que más te dará frutos es cambiar la estación para cambiar la rola. ¿Tiene tu radio un sintonizador? ¿Cómo puedes conseguirlo? ¿Cómo puedes cambiar la frecuencia? ¿Qué estaciones escuchas?
El baile te mantiene activo. El baile te da energías. El baile mejora tu condición física. El baile te anima. El baile te lleva a mejores pistas.
Un bailarín no nace, se hace. Se hace bailando. ¿Ves a alguien que baila bien? Reclútalo como maestro. Busca quién te enseñe. Y, por Dios, nunca hagas a un lado a un maestro, porque entonces terminarás bailando la misma y aburrida canción toda tu vida.
No seas díscolo. El baile se disfruta mejor acompañado. Si ya sabes bailar, enseña. Haz que los que te rodean sean mejores bailarines. Así tu fiesta será mucho más divertida.
Nunca dejes de bailar por temer la burla del que está sentado. Recuerda, si está sentado será por algo. No abandones la pista por presiones. Al contrario, expándela, llénala, hazla más diversa en música y bailarines.
Si ya no hay música en tu pista, encuentra otra. No importa a dónde vayas, siempre habrá pistas y habrá bandas. Búscalas. Si descubres la fórmula para hallarlas, tu vida nunca será aburrida.
Un bailarín cansado será siempre un mal bailarín. Cambia la tonada. A veces también hay que bailar las calmadas. Hay que recargar baterías. De nada sirve quemarse las rodillas temprano por bailar desenfrenadamente.
Como dice James Clear, tu vida, a fin de cuentas, es el resultado de tus hábitos. No es el resultado de tus rollos, sino de tus hechos.
O para ponerlo en términos de esta columna, tus pasos dictan tu baile y tu baile dicta tu ritmo. Y tu ritmo dicta cómo te va en la fiesta.
Te deseo, pues, que este 2024 esté lleno de música pegajosa.
De ritmos alegres que te lleven a bailar en unas pistas grandes, iluminadas y donde te diviertas de veras mucho.
¡A bailar se ha dicho!
En pocas palabras...
"Si la vida te quita las palabras, baila".
Refrán mexicano.