
El doomscrolling es un término utilizado en el mundo tecnológico para referirse a pasar un tiempo excesivo leyendo publicaciones o noticias negativas o que no aportan nada a nuestra vida. Para aquellos que vivieron en los 90 el término les sonará familiar al infame zapping, que era la acción de estar cambiando de canales en la televisión sin prestarle particular atención a ningún contenido que se estuviera transmitiendo.
En general, el doomscrolling es algo que millones de personas hacen de forma cotidiana y, en muchos casos, obedece a una acción derivada del ocio. Sin embargo, la diferencia con el zapping radica en que lo que vemos en nuestros teléfonos (o tabletas) es algo que fue diseñado específicamente para nosotros obedeciendo los algoritmos que las redes sociales aprenden.
Lo cierto es que el algoritmo no siempre sigue lo que podría ser “el mejor contenido” y en su lugar presenta publicaciones que nos entretengan, aunque la mayoría de las veces sea de forma negativa.
De acuerdo con los estudios publicados en el portal Tecnología, mente y comportamiento y lo difundido por Mark Travers, colaborador en Forbes, los individuos suelen consumir mayor contenido negativo debido al morbo o una necesidad inconsciente de mantenerse informados de posibles amenazas en su medioambiente o sociedad. Esta necesidad teoriza que puede provenir de nuestro instinto de protegernos del peligro y mantener un sentido de control del entorno. Sin embargo, los expertos coinciden en señalar que el hábito de hacer doomscrolling en exceso puede desencadenar daños en la salud mental, que derivan en depresión, ansiedad y sentido de desesperanza generalizado.
Es por lo anterior que debemos replantearnos la forma en que consumimos Internet, porque el impulso de tomar nuestro celular en la fila del banco, esperando una reunión o en las noches antes de dormir es algo inevitable, sin embargo, las acciones que hacemos cuando estamos pegados a nuestros dispositivos inteligentes pueden cambiar.
De entrada, es esencial controlar nuestro algoritmo, y esto inicia con prestarle menos atención a las noticias negativas de una forma consciente, esto puede reflejarse al no pasar tiempo viendo un TikTok completo sobre noticias que afecten de manera negativa nuestro estado de ánimo, tampoco interactuando con comentarios, likes o compartiendo cosas que no aportan algo positivo en nuestro día, al mismo tiempo que hacemos lo opuesto con contenidos que sí nos funcionen.
El algoritmo da opciones de “educarlo”, cada vez que nos estemos rodeando de elementos negativos podemos indicarle que queremos ver menos contenidos parecidos, ya sea sostenido una pulsación en el post o accediendo a la configuración (casi siempre representada por tres puntos suspensivos o el botón de ayuda).
Al mismo tiempo es primordial buscar contenidos que nos sirvan, los cuales pueden ser muy variados, como ensayistas en YouTube que hablen sobre temas que nos ayuden en nuestro crecimiento personal o cultura general (por ejemplo, podcast o shows educativos).
Igualmente es básico tomar la decisión consciente de consumir menos a influencers y líderes de opinión que alimentan sus redes de “drama” innecesario y problemas que sólo impactan en nuestra percepción de la realidad y la forma en la que nos relacionamos con otros, entendiendo que la mayoría de estas personas montan y exageran los problemas con el fin de generar interacciones con su público que, a su vez, les dejan ganancias económicas.
Existen, en cambio, divulgadores que se enfocan de una forma positiva y sin morbo en los temas que nos interesan y que van desde psicólogos, deportistas, científicos e instituciones públicas y privadas que dejan atrás la toxicidad de redes por ofrecer información verdaderamente útil para sus seguidores.
Lo cierto es que, para muchos, el alejarse completamente de las redes sociales es el remedio definitivo para el doomscrolling y puede ser una solución positiva, porque al final de cuentas lo más importante no está en la pantalla de nuestros smartphones, sino en las interacciones sociales que tenemos con nuestros seres queridos.