

En un mundo donde los usuarios deciden en segundos si consumir o ignorar un mensaje, la comunicación estratégica ha tenido que adaptar su forma sin perder el fondo. Los microformatos –videos verticales de menos de un minuto, carruseles ágiles, GIF, stickers animados y hasta audios cortos– se han convertido en vehículos potentes para transmitir ideas, conectar con audiencias y posicionar mensajes clave de marca.
Lo que inició como una respuesta al cambio en hábitos de consumo digital, hoy es un estándar. TikTok, Instagram Reels, YouTube Shorts y otras plataformas impulsaron un nuevo paradigma: lo breve, lo directo y lo visual no sólo es una tendencia, sino es una necesidad. Pero más allá del entretenimiento, estos formatos están siendo aprovechados por empresas y organizaciones para comunicar estrategias, valores y propuestas de valor.
La clave no está en la duración, sino en la intención. Un video de 30 segundos puede condensar una campaña institucional, si está bien estructurado. Una serie de microcontenidos puede posicionar una narrativa completa. Es aquí donde el rol del comunicador estratégico cobra más importancia que nunca.
Aunque el auge de los microformatos ha sido aprovechado principalmente por equipos de marketing, su potencial en la comunicación organizacional es igual de valioso. Videos cortos pueden humanizar a los líderes, reforzar mensajes de cultura interna o comunicar hitos corporativos. Un carrusel bien diseñado puede hacer entendible una nueva política interna o presentar a un equipo de manera creativa.
En mi experiencia desarrollando contenidos para empresas con estructuras familiares o de gran tradición, he visto cómo el uso de microformatos bien ejecutados puede lograr que incluso mensajes institucionales logren viralizarse o generar conversación, especialmente cuando la narrativa conecta con el día a día de los colaboradores.
Uno de los errores más comunes al integrar microformatos en la estrategia de comunicación es hacerlo de forma aislada o sin dirección clara. Que el contenido sea breve no significa que sea improvisado. El reto para los equipos está en mantener una narrativa sólida, visualmente coherente y alineada a los valores de la marca.
Adaptarse a los códigos visuales y de lenguaje propios de cada plataforma sin diluir la esencia institucional es un ejercicio de equilibrio: lo simple no es sinónimo de simplista.
Además de emitir mensajes, los microformatos también son una vía poderosa para leer a la audiencia. Los comentarios, las interacciones y las métricas en estos contenidos ofrecen información valiosa para ajustar el tono, los temas y los formatos en tiempo real. Incorporar estas lecturas al diseño de la estrategia no sólo optimiza recursos, también fortalece el vínculo con las audiencias internas y externas.
El mundo digital premia la brevedad, pero exige profundidad. Los microformatos son herramientas con un potencial enorme, siempre y cuando se integren con intención, técnica y estrategia. Su impacto no depende de cuántos segundos duran, sino de cuánta claridad, autenticidad y coherencia contienen.
La comunicación estratégica no debe reducirse a modas pasajeras, pero sí tiene que dialogar con ellas. El reto actual no es sólo comunicar más rápido, sino seguir comunicando mejor.









