Lo mismo lleva a lo de siempre, o lo de siempre lleva a lo mismo. Y es que no tenemos hábitos, los hábitos nos tienen a nosotros. Nos tienen tomados y en secreto, por eso replicamos como autómatas nuestras acciones y nuestro pensamiento.
Predominan aquellos pensamientos y conductas que nos contienen, sobre aquellos que nos empujan al cambio. Es como estar encapsulados en una constelación psíquica que nos atrapa en el ensimismamiento.
Romper esta cápsula genera dolor o por lo menos una dramática salida de la zona de confort. El ego se defiende y busca regresar.
Algunas reflexiones:
La organización nos maneja a nosotros y no al revés. La inercia es tan grande que nos encontramos con que no podemos hacerla cambiar, no podemos crecer ventas, no podemos reducir gastos.
Creemos que el negocio depende de nosotros, cuando hay negocios tan buenos que sobreviven y crecen a pesar de nosotros mismos.
Nuestras decisiones son relativas: el impacto depende de una compleja amalgama de variables que en ocasiones hace irrelevantes a las decisiones tomadas.
Negamos la existencia de la suerte. Es solo cuando fracasamos que buscamos explicarlo con la mala suerte y las circunstancias.
Creemos que la eficiencia operativa es suficiente; como si el desempeño fuera absoluto y la empresa no se viera afectada por las acciones de otras compañías.
Nos asumimos racionales y esto nos hace sumamente irracionales. Abunda la evidencia de los sesgos que se involucran en la toma de decisiones y del auto-engaño. Nos auto-repetimos al tiempo que creemos que estamos innovando.
Adicionalmente, en la empresa existen algunas energías que nos entrampan:
Naturalmente que un almacén centralizado es más eficiente en costos pero no necesariamente más efectivo, ya que se puede perder flexibilidad, velocidad en el servicio y participación de mercado.
El punto es que la complejidad de los diversos ecosistemas de negocio interactuando, genera combinaciones de variables y grados de influencia difíciles de aislar.
Entonces cuando se pretende innovar, lo que acaba ocurriendo es que la inercia se impone y la organización gravita eventualmente hacia lo usual. El remedio para cualquier nuevo problema, bloqueo o acción que incomode al statu quo, es regresar al pasado: mejor el mismo problema de siempre.
La paradoja está en que una innovación siempre generará problemas nuevos, además de que tiene el potencial de cambiar el rol político de los involucrados. De ahí que se haga una especie de complot inconsciente para sabotear (frecuentemente con éxito) a lo nuevo.