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ECONOMÍA

¿Colapso del dólar?

Por: MBA. Ramón Arturo García Miró
Máster en dirección de empresas por el IPADE (MEDE) con especialidad en finanzas.
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En vísperas del cincuenta aniversario del dólar americano como moneda de referencia mundial, su solidez histórica se ha convertido en una fragilidad palpable, que no sólo Wall Street ha vislumbrado. El inversionista internacional “de a pie” y el fiel comprador de dólares como inversión única también se encuentran en alerta.

En 1971, rompiendo los acuerdos de Bretton Woods, el entonces presidente estadounidense Nixon optó por renunciar al patrón oro y comenzar una economía respaldada por la confianza en el dólar; esta divisa se consolidó como referencia mundial, a partir de ahí Estados Unidos se convirtió en banco y editor de reglas, aparte de ser jugador activo del “Monopoly” universal. A esto se le conoce como “dinero fiat”, pues no está respaldado por un activo tangible y finito. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), más del 62% del dinero en circulación está representado por dólares; pero el porcentaje podría ser mayor, hay economías dolarizadas.

Mientras el oriente, principalmente China, pero sin quitar el ojo de Japón, Corea del Sur y la India luchan por convertirse en potencias económicas mundiales; Estados Unidos controla sus incendios económicos provocados por distintas crisis a base de imprimir y regalar dinero, de mantener e hinchar artificialmente los mercados financieros y de disminuir su deuda interna con inflación creada. Ojo que no mencioné extinguir, sino controlar el fuego y lo están haciendo con un vaso de agua y dos galones de gasolina. A fin de dimensionar, sólo en 2020 fueron creados más del 22% de los dólares en circulación, esto en una moneda con 200 años de historia.

La confianza del inversionista, que busca monedas sostenibles, se está alejando del dólar, puesto que la sobreoferta hace que pierda valor. Por ende, la tendencia es hacia el desprendimiento y la búsqueda de activos tangibles, financieros u otras monedas a cambio. El ganador es el bitcoin (por encima de las demás criptomonedas), que desde el inicio de la crisis sanitaria ha aumentado su valor en 4x, seguido por las acciones de las empresas tecnológicas y detrás vienen esperando su momento los metales (oro, plata y platino).

Tanto Bitcoin como compañías especializadas se están beneficiando con el dinero nuevo y gratis que inunda el mercado, pero también por la euforia de inversión con poco sustento fundamental, por lo que pronto vendrá un ajuste importante. Como dijo el inversor John Templeton: “Los mercados alcistas nacen en el pesimismo, crecen en el escepticismo, maduran en el optimismo y mueren en la euforia”.

Gracias a estas cuestionables políticas monetarias es que se ha seguido llenando una burbuja que parecía no dar más en los mercados financieros. ¿Cómo es posible que cuando la actividad económica está por cumplir un año con parálisis parcial, el desempleo está en máximos porcentuales de la última década y estamos ante otra ola de contagios, los índices en las bolsas rompan máximos históricos? Esto es no reconocer errores pasados, comprar tiempo para que la bomba no explote en las manos de quien esté a cargo y seguir cavando en busca de un escape milagroso. A tal grado que los inversores Ray Dalio y Stanley Druckenmiller están ejecutando estrategias de salida del dólar y declararon que perderá su valor en el futuro.

Mientras el dólar siga siendo referencia, EUA no perderá el control del juego ni su moneda pagará las consecuencias, por el hecho de que siempre tendremos que comprar en esta divisa para invertir, hacer transacciones internacionales, pagar deudas dolarizadas. Por esto en oriente se han dado estocadas contra este seguro del gobierno estadounidense, prohibiendo cotizaciones bursátiles y transacciones comerciales en dólares. No es casualidad que el inversor Warren Buffet haya diversificado sus posiciones en la bolsa japonesa y en los yenes.

Lo difícil de prever es ¿cuándo sucederá el cambio? Nos podemos ir a la ruina apostando por el ajuste o guardando dólares que pierden valor, pero también si nos dejamos llevar por la euforia y el optimismo infundado.