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ECONOMÍA

CUBA, me dejaste en Blanco y Trocadero

Por: DA. Javier Rueda Castrillón
Analista económico en diferentes medios; autor de artículos sobre política y economía
jruedac@me.com

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Eran las 6 de la tarde de un 25 de noviembre histórico, Fidel Castro era estabilizado y los reportes médicos opinaban que aquel infarto lo rebasaría; horas después sobrevino el episodio fatal dando paso a un mundo de especulaciones, la isla nunca volvería a ser la misma, para lo bueno y para lo malo, muchas cosas se guardarían como un recuerdo de una historia atípica.

Es difícil confiar en todos los rumores que desde aquel día se han suscitado, guardados los detalles como un verdadero secreto de Estado. Las palabras vejez, decrepitud, enfermedad o muerte han sido proscritas de ese desmejorado glosario de términos que sirve de pauta a la “fábrica de ideas” del Partido Comunista. Hoy Cuba afronta nuevos tiempos, la apertura económica a pequeños sectores privados y el intento de mejora en las relaciones con Estados Unidos han dejando al nuevo presidente algunas tareas pendientes de consolidar; dicen que el papel todo lo aguanta, en la práctica se sigue regresando al pasado al ver una Cuba perdida en el tiempo.

Tras colmar titulares en periódicos, ocupar los primeros espacios televisivos y anunciar con bombo y platillo los venideros cambios del poder en Cuba, descubrimos que solo se ha cuajado una excelente jugada castrista cuyo único objetivo ha sido refrescar la imagen nacional e internacional de un geriátrico acomodado en el poder. Debería sancionarse la irresponsabilidad de crear falsas expectativas, hacer pensar en la posibilidad de un cambio de dirección en la política cubana es cruel al ver los resultados, un espacio donde los pocos ilusos que pudieran haber, más por las ansias de cambio que por creer en ese régimen, caen en la cuenta de estar viviendo tiempos del pasado.

Hoy el Ché ocupa el espacio de la moda hipster, la barba ha perdido su motivo revolucionario y atrás han quedado las chaquetas militares y la bota obrera. Hoy el mundo vive tiempos muy diferentes a los que la historia dejó como hechos propios de idealistas y líderes, se quiera o no, el mundo ha cambiado.

La apuesta por el cambio inicia con un Gobierno que reconoce la necesidad de  atraer más de 2.500 millones de dólares de inversión extranjera,  generar confianza entre los inversores es una tarea difícil por simple cuestionamiento histórico. La Habana refinanció su histórica deuda con el Club de París y se ha comprometido a pagar los 2.600 millones de dólares pendientes, un claro gesto de admisión y búsqueda de reconocimiento global.

Durante este proceso de aparente cambio, seguramente usted ha sentido la misma ración de extrañeza al ver a un Miguel Díaz-Canel en una presidencia con apellido propio, Castro para no ir tan lejos, más de 40 años familiares rebasados por un peculiar sistema de elección.

Todo perfilaba para ceder el espacio presidencial al coronel Alejandro Castro Espín, hijo primogénito de Raúl Castro. Desde el departamento de inteligencia, era prácticamente un proceso cantado, tan cantado que los coros los vino a tararear el vicepresidente primero del Consejo de Estado, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, quien ocupando ese cargo desde el 2013, supo esperar para definirse como presidente tras la elección popular.

Algo que nos ha dejado muy claro este proceso, es la escasez total de opciones en el buffet político cubano, un más de lo mismo con tintes comunistas en pro de una secuencia que, con el paso del tiempo, sigue poniendo a la cabeza de la isla otra generación de dirigentes que se han distinguido por su capacidad de gestión, lealtad y obediencia a los Castro Brothers.

Habrá algunas novedades en la gestión del proyecto, pero ningún cambio de fondo. Las modificaciones en el sistema político y la economía cuentan con un telón turbio, la crisis venezolana ha reducido a la mitad la entrega de petróleo subvencionado, provocando la caída de divisas por los servicios que antes se le vendían, y si de petróleo hablamos… las tensas relaciones con el presidente Trump siguen haciendo de aquel bloqueo un tema intratable.

Díaz-Canel podrá gobernar dos mandatos, cada uno de cinco años, colocando a Raúl Castro como el primer secretario del Partido Comunista de Cuba, un movimiento táctico que le permitirá vigilar la gestión del nuevo presidente, clave para manejar a criterio toda la línea vendible de la falsa transferencia del mando.

Las dos realidades de Cuba se dejan ver de manera simplista, en la isla circulan dos monedas: el peso cubano CUP y el peso convertible CUC, equiparable al tan odiado dólar. El cambio es de 24 CUP por 1 CUC, así está la brecha de la desigualdad cubana, un rango donde la primera moneda es usada por el Estado para el pago de los salarios y el abono de servicios básicos subsidiados como la luz y el agua. En contraparte, el CUC es la moneda usada por el turismo, el gran diferenciador de clase, poder y alcance. Dos monedas para dos economías, dos mundos diferentes en un mismo lugar, y aunque varias veces se ha anunciado su inminente unificación, la fecha final nunca llega ante la irrealidad de la frase “todos iguales”, gran mentira para tan bonitos ideales.

Hacer de Cuba un "país próspero y sostenible" fue la mayor divisa de Raúl Castro, aunque a decir verdad, con números en la mano y un análisis general no tan complicado, la economía no terminó de arrancar. El 2016 representó una recesión del 0,9% del PIB, el 2017 un crecimiento tímido del 1,6% gracias al turismo y la construcción de infraestructura hotelera, el 2018 es todo un albur con tintes de derrota; el tan esperado cambio, la apertura y una democracia “real” vuelven a ser tema de esperanza.

Hagamos un juicio severo, la situación lo permite y obliga, un dictamen que condena a Díaz-Canel a la mediocridad, un personaje que representa lo mismo de lo mismo, no solo por sus declaraciones e intervenciones oportunamente filtradas que lo hacen más comunista que Lenin, sino por la atadura de manos que supone estar en el legado castrista. Esta supervisión minuciosa para no tener un nuevo Gorbachov en la jerarquía cubana, hace de su rango un puesto de total limitación, tan grande como la carencia de información que padece la isla…

La continua e irreversible actualización de la política migratoria del país, es un tema complejo para un gobierno decidido, en teoría, a eliminar el pasaporte para los viajes a Cuba de los emigrados cubanos. Miami podría estar de fiesta, aunque aún no se ha visto absolutamente nada al respecto, una espera interminable para todas las familias que decidieron sacrificar la patria en busca de un mejor futuro. Permitir la entrada a Cuba de los ciudadanos cubanos que salieron ilegalmente del país, eliminar el requisito de avecindamiento para que los hijos de cubanos residentes en el exterior, que hayan nacido en el extranjero, puedan obtener la ciudadanía cubana y su documento de identidad, así como otras medidas que buscan reflejar el panorama de apertura política, han quedado en promesas que, dicho en buen cubano, nos deja ver que todo sigue amarradito y en familia, el cuartico está igualito y no hay que hacerle tanto al cuento.

¡Cuba! Pensé que el cambio se podía dar, viví la utopía de un mejor futuro, confiaba en la razón, la lógica, el sentido común y la curiosidad de ver nuevos retos alcanzables… pero quedó en política, un término que más allá de la generalidad, ha caído en la desconfianza. Cuba, me dejaste en Blanco y Trocadero… la frase más universal para un “me dejaste en blanco”, cuándo te hacen una pregunta o te cuentan algo de lo cual no tenías la más mínima idea…Esta versión cubana añade el nombre de una popular intersección de calles en La Habana, mismas que hoy imploran por un futuro justo.

Cuba dura, pero no sabemos por cuánto tiempo… ¡Seguiremos esperando!