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ARTE Y CULTURA

La amistad en tiempos de redes

Por: MDG. Irma Carrillo Chávez
Maestra investigadora UASLP
@IrmaCarrilloCh

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Partiendo de la premisa “cualquier relación humana necesariamente implica un interés por parte de los involucrados”, me remito a los principios aristotélicos que sobre la amistad determinó el multicitado filósofo griego. Según Aristóteles, existen tres clases de amistad: la útil, la accidental y la buena. En la primera, existe la intención de obtener algún beneficio, a partir del conocimiento de otra persona; así, una amistad “útil” no tiene mucho tiempo de vida, pues termina cuando concluye el beneficio para ambas partes.

Por otro lado, tenemos la amistad “accidental”, descrita como aquella en la cual encontramos a una persona con cierta afinidad por nuestras actividades deportivas, culturales o sociales; es el amigo con quien nos podemos ir de fiesta o compartir momentos de esparcimiento, pero no necesariamente implica una relación más profunda y comprometida. Esta clase de relaciones suele ser pasajera, ya que siempre es posible cambiar de gustos.

Finalmente, tenemos la amistad llamada “buena”; se caracteriza por ser bienintencionada, sincera y con alta carga de lealtad por parte de los amigos; no existen celos, se acepta a la otra persona como es y se le vuelve confidente, acompañante y auxiliar, cuando una desgracia se presenta en nuestras vidas; estas amistades tienden a durar toda la vida.

¿Suena conocida esta clase de amistad? Justo sucede lo mismo con las relaciones en las redes sociales. El problema se presenta cuando no sabemos diferenciar ni poner límites a los “amigos” agregados. ¿Qué implica aceptar a una persona? ¿Le permitirás enterarse de tus viajes, lo que comes, en dónde vives, con quién estás, si tienes alguna relación o cómo te gusta vestirte? Es como si a una persona a la que se ha visto una o dos veces le damos entrada a nuestra casa: abre el refrigerador, husmea en el guardarropa o en lo más recóndito de tu habitación.

Así define el sociólogo y filósofo Zigmun Bauman a las amistades en la actualidad: son líquidas, esto es, se desvanecen al primer intento de ser sometidas a una prueba de lealtad; se malinterpretan las intenciones; se pierden los principios básicos de convivencia.

Citando a Bauman, en una entrevista realizada por Ricardo de Querol para El País, diario español:

La cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad, pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales. Estas las desarrollas cuando estás en la calle, o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo.

Así, tenemos a los dedicados a emitir mensajes de odio, los cuales boicotean comentarios o posturas ante un problema, o quienes se encantan con las publicaciones de los influencers, y se dejan llevar por la marea de opiniones provocadas. En ese sentido, se pierde la individualidad, nos damos cuenta de que no somos los únicos con tal o cual preferencia; los memes nos invaden y nos identificamos con esa situación. El concepto de “eres único”, que nos vendieron de niños, deja de aplicar y la sensación de soledad se incrementa porque el ego es herido y caemos en el relativismo.

¿Qué podemos rescatar? Los valores tradicionales, el respeto a la opinión del otro, la tolerancia a la diversidad, la inclusión, el utilizar las leyes básicas de convivencia social y el derecho de réplica cuando los argumentos son sustentados y válidos. Incrementar la cultura del odio y el miedo solo nos conduce a la soledad y la autodestrucción. Los invito a reflexionar sobre la administración de nuestras redes sociales y el compromiso que implica aceptar a una persona “conocida”, pues para eso existen las configuraciones de privacidad.

Referencias bibliográficas

https://elpais.com/cultura/2015/12/30/babelia/1451504427_675885.html