A medida que las actividades económicas y sociales se vuelven más online, han surgido nuevos modelos económicos: economía freelance, gig, peer to peer, colaborativa, entre otras, que gracias al Internet avanzado tienen cada vez más auge.
La economía colaborativa se define como el intercambio de bienes y servicios a través de una plataforma, permitiendo a las personas rentar o compartir ropa, casas, carros y cualquier tipo de productos o servicios. Con ello, aumentando el uso de los bienes, disminuyendo la cantidad de bienes producidos y reduciendo la contaminación industrial; por lo cual forma parte del consumo sustentable.
Compañías como Uber y Airbnb son líderes en este modelo que rápidamente se ha popularizado y, como todo en esta vida, tiene sus pros y contras. Empecemos con la mención de algunos de los beneficios:
Uso de activos. Un beneficio importante (en términos de inversión) es que este modelo de negocio utiliza activos ya existentes, no siempre necesita producirlos, se favorece del acceso y uso de un producto sin necesidad de comprarlo o poseerlo.
Mayor oferta, menor costo. En este modelo no sólo se comparte un bien, se comparte el gasto y se aumenta su uso. Las plataformas brindan a las personas acceso a artículos que no quieren o pueden comprar, o usar a largo plazo; reduciendo las barreras económicas y posibilitando al consumidor gozar de un mayor número de productos y servicios.
El sistema de Rating. El sistema de valoración de la experiencia, calidad y otros elementos son autorregulados por el usuario. Mediante reseñas o calificación del servicio o producto, las personas que los ofrecen pueden regular su buen funcionamiento o su credibilidad, y los clientes pueden obtener mejor precio y calidad.
Empleo y conexión entre audiencias. La economía colaborativa ofrece una plataforma al emprendimiento, al autoempleo o formación de nuevos negocios, donde la gente puede establecer sus propios términos y horarios. Las empresas conectan a sus pares entre sí generando una comunidad, los consumidores en muchas ocasiones llegan a conocer a la persona que facilita el servicio.
Impactos medioambientales. Los productos y servicios son aprovechados al máximo, reduciendo la producción y el consumo desmedido que ha tenido grandes repercusiones en el medio ambiente global. A diferencia del modelo tradicional, fomenta la reutilización de productos y poco a poco desfasa la obsolescencia planificada.
Por otro lado, las plataformas de economías colaborativas crecen en gran medida día con día y con ello se crean desventajas. Estos son algunos contras que este modelo presenta:
Protección al consumidor. Los clientes no suelen estar amparados por la normativa de protección al consumidor, las plataformas funcionan según el principio de confianza entre usuarios y proveedores, actuando como intermediarios sin ofrecer garantía legal y muchas veces, al tratarse de plataformas transfronterizas, quedan fuera de la jurisdicción del país del usuario.
Conductas desleales y poco éticas. El fraude, la inseguridad de la privacidad y el uso de datos personales son problemas frecuentes para los usuarios en este modelo comercial. En cuanto a los empleados, se ha visto la explotación del personal en varias empresas de este giro, donde se utiliza "trabajadores autónomos" en vez de "trabajadores por cuenta ajena", mermando los derechos para disminuir o evitar el pago de impuestos.
Calidad inconsistente. Los beneficios económicos a los consumidores son la principal razón por la que las economías colaborativas son tan populares, sin embargo, no se puede decir lo mismo en cuanto a la calidad. Las empresas tienen un limitado control de los activos y sus condiciones, por tanto, la calidad de los servicios puede variar.
Falta de regulaciones. El modelo se ha desarrollado con tal rapidez que las actuales legislaciones carecen de normas que regulen el comportamiento de estas empresas. Existe un limbo legal del cual las economías colaborativas se favorecen y a la vez perjudican otros sectores; sin mencionar la pérdida en los ingresos fiscales de los gobiernos por falta de regulaciones en impuestos sobre la renta.
Las acciones de consumo no sólo transforman las economías, rediseñan el futuro y contribuyen al medio ambiente. El consumo sustentable es un estilo de vida con espíritu colaborativo, donde a las tres R (reducir, reusar y reciclar) se suman otras dos: reparar y redistribuir. Es bien sabido que con sus pros y contras las economías colaborativas han llegado para quedarse, así que no estaría mal adoptar una sexta R: responsabilidad social.