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‘Salir al mundo’

Por: Guadalupe Loaeza
Autora de varios libros. Conductora de televisión y radio, articulista en diversos diarios y revistas de circulación nacional
@gloaeza

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No hay nada más difícil para un o una adolescente que salir al mundo, especialmente si la familia en la que ha crecido es totalmente disfuncional. El mundo de Elisa Laforet, protagonista de la primera novela de Ana Pazos, Salir al mundo, está todo resquebrajado como si hubiera sufrido incendios, temblores, inundaciones y mucho abandono. Desde ese lugar que algunos llaman alma, se dice desde un balcón del edificio donde vive con su madre: "¿Y qué si le gustan los hombres que podrían ser sus sobrinos, si no me ayuda con la tarea ni me hace pan francés; si es una borracha, si fuma, come poco y hace mucho ejercicio? Mi papá nos manda dinero y nada más. Al menos está aquí, a veces me escucha y me lleva al cine o a comprar ropa... No sabe nada de cuadros, pero estamos en la misma caja". En los cuentos de la escritora estadounidense Sylvia Plath, también aparecen muchos de sus personajes encerrados dentro de sí mismos como cajas, sin embargo, a lo largo de la novela se abrirán, desplegándose de una forma maravillosa y muy reveladora.

Más que la hija, Elisa es la madre de su mamá, como si los roles de madre e hija estuvieran invertidos, por eso la madre opta por encerrarse en su caja bajo llave, por temor de saber quién es, y enfrentarse con las verdaderas necesidades de su hija, de quien está segura que la odia, cuando en realidad, para Elisa, el amor de su madre es todo. Ella sólo piensa en abrazarla para deshacerse de su ansiedad, por eso cuando no llega por las noches y la espera hasta la madrugada en el balcón, le embargan terribles crisis de pánico. Por más que se las arreglaba para contener el llanto, Elisa pensaba "que como las lágrimas no le salían de sus ojos, se le estaban escapando por las manos". Desde que era muy pequeña había tenido una preocupación que la consumía: si no cuidaba de su mamá, sobrevendría una catástrofe. Temía que terminara encerrada en un sanatorio y ella, en un albergue con los hijos de los locos, o bien que la enviaran a Querétaro a vivir con su papá, vuelto a casar y con un hijo. Había tres cosas que aparentemente calmaban a Eli: pasar temporadas en la casa de Érica, la mejor amiga de su madre, la cual le parecía una caja más bonita, comer bolitas de papel y la compañía de Vito, su vecino y amor platónico, él de 20 y ella, de 12 años.

La novela de Ana Pazos es intensa, entrañable y sumamente empática. No hay duda de que la joven escritora se puso los zapatos de Elisa y de todos sus protagonistas, a pesar de que le apretaban hasta sacarle callos, camina con ellos a lo largo de 364 páginas. Su prosa y sus imágenes tan poéticas resultan sumamente fluidas y bien construidas, a tal grado que una, como lectora, tiene la impresión de volar junto con la imaginación de la autora. Conforme voy avanzando en la lectura de cualquier novela, nada me gusta más que subrayar los párrafos que me llaman la atención, me hacen pensar o simplemente porque me gusta el modo en que están escritos; en el caso de Salir al mundo, tengo muchos de ellos subrayados. En este libro anoté al pie del texto comentarios como: "qué bonito", "bien escrito", "muy acertado", "maravillosa descripción de su físico", etcétera. Con la obra de Ana establecí un diálogo con cada uno de sus personajes; a veces tenía la impresión de que los conocía, de allí que por las noches de las últimas semanas me fuera a la cama preocupada por su destino tan incierto. He de decir que, como Elisa, también me enamoré de Vito; con él me subí a la montaña rusa y quería que me diera un beso y me dijera que, a pesar de la diferencia de edad, éramos novios. En otras palabras, gracias al arte de la pluma de Ana, me metí en cada una de las cajas de sus personajes.

No obstante, se trata de una novela "sobre la tragedia de crecer demasiado rápido", como dice en la contraportada, en sus páginas no encontré ni un ápice de cursilería, ni de descripciones artificiales, ni mucho menos barrocas. Al contrario, entre líneas nos topamos con un humor muy inteligente y fino.

Salir al mundo, de Ana Pazos, no es una novela juvenil, también es para adultos. Leerla es regresar a nuestra adolescencia con todo el dolor y nostalgia que esto significa, así como evocar la de nuestros hijos. Como padres, ¿estábamos o no estábamos allí para resolver sus crisis de soledad y de pánico?