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ARTE Y CULTURA

El “eterno retorno”

Por: MDG. Irma Carrillo Chávez
Maestra investigadora UASLP
@IrmaCarrilloCh

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A los humanos no nos basta con satisfacer las necesidades básicas para la subsistencia. Nuestro anhelo va más allá de la simple frase “casa, vestido y sustento”, ya que, además, deseamos rodearnos de objetos bellos o, por lo menos, significativos.

Nacen así las denominadas “artes decorativas”, consideradas por muchos como una “artesanía” u “objetos agradables a la vista”. Sin embargo, el trasfondo de la razón por la cual nos gusta estar rodeados de piezas que consideramos bellas se relaciona más con el goce estético y con las emociones que nos puedan provocar cada vez que las observamos o tocamos.

Cada época histórica ha creado sus propias formas de arte desde las maravillosas pinturas rupestres, testimonio del paso por el mundo de nuestros ancestros, quienes, por lo visto, ya tenían esa necesidad de comunicar al resto de criaturas de generaciones futuras sus creencias y costumbres de vida.

Observamos las tumbas faraónicas y nos maravillamos con el contenido y el dispendio con que los egipcios daban sepultura a sus gobernantes; esto no es privativo de este pueblo, los mayas, los incas o los celtas también lo hicieron. Vidrios, mosaicos, herrería, bajos y altos relieves, cerámica, joyería y elementos de uso cotidiano han sido pretexto para crear impactantes obras que en la actualidad consideramos que pertenecen a la categoría de arte.

Es el caso, por ejemplo, de las creaciones realizadas a partir de la revolución industrial, en donde, por una parte, el revuelo de la producción en masa democratizó el uso de objetos que antes sólo se encontraban en forma individual. Personajes del diseño como Charles Rennie Mackintosh o William Morris, a quien se asocia con el movimiento arts & crafts y se le atribuye el retorno de las artes y oficios medievales formados por gremios, rechazaron los procedimientos mecánicos de la industrialización y revalorizando a las artesanías o a los productos hechos a mano.

Este estilo pretendía que se retomara en las cosas una forma expresiva o de creación del pasado, pero adaptándola a las demandas de la época, sin utilizar la tecnología existente. Debía ser artesanal. En este sentido es necesario pararse a reflexionar sobre el conocido tópico del “eterno retorno”, ese que nos indica que todo vuelve tarde o temprano.

En la actualidad, estamos viviendo una verdadera revolución tecnológica y uno de sus componentes más peligrosos es la velocidad con la que se descubren nuevas formas de hacer las cosas: imágenes, textos, comercialización o distribución de objetos son generados de forma acelerada incluso más de lo que podemos asimilarla. Pocos seres humanos serán los que soporten tal presión del acceso a la información, a la hipervigilancia constante y al nulo derecho a la privacidad.

Es un hecho que ya estamos en una nueva era de vuelta a los elementos básicos: nuevas formas de agrupaciones sociales y culturales; producción y recolección de alimentos orgánicos; artesanos preocupados por apegarse a sus tradiciones y orígenes al momento de crear obras de alfarería, orfebrería o telares. En un tiempo en donde la “inteligencia artificial” parece prevalecer es bueno detenernos un momento y disfrutar –todavía– de la belleza natural.