Estoy segura de que la mayoría de la población mundial –sí, mundial– se ha dado cuenta de la importancia de las artes en la vida. El arte, en cualquiera de sus acepciones, nos alimenta, nos distrae, nos interesa y nos sublima, y con sus hermanas, la imaginación y la creatividad, ha estado presente a lo largo del eterno encierro, el cual nos hemos visto obligados a acatar, en aras de evitar el contagio. Es lamentable que algunos de los primeros afectados por la contingencia han sido, precisamente, los creadores. Gente de teatro, cine, danza, música, fotografía, letras, artes plásticas o visuales, amén de personas que viven de realizar productos relacionados con la creatividad, como las artes manuales y que requieren de un aforo para subsistir, han tenido que echar mano de otros recursos, como las tecnologías, para difundir sus proyectos y obtener algunos ingresos.
La llamada economía naranja, relacionada con la industria artística –que representa actualmente 3.5% del PIB nacional y genera 1.3 millones de empleos en México–, encuentra su ubicación en el lugar número catorce de la lista de actividades económicas del país y es un sostén importante para muchas familias. Se basa en la capitalización de ideas, esto es, se apoya en los recursos mentales de sus integrantes. Las ideas y el talento no bastan para producir riqueza, es necesario asociarlos con otros factores relevantes como la capacidad de gestión, el conocimiento de las leyes de la propiedad intelectual, el dominio de la conectividad a partir del conocimiento de los recursos tecnológicos actuales y, por supuesto, de la herencia cultural de nuestra región. Sin embargo, muchos creativos no saben por dónde empezar o desconocen los mecanismos de apoyo que pueden fortalecer su empresa. Felipe Buitrago e Iván Duque unieron sus esfuerzos para publicar el libro Economía naranja. Una oportunidad infinita –descárgalo gratis en el sitio web del Banco Interamericano de Desarrollo–, en donde se desglosa detalladamente qué es y cómo se puede gestionar el capital creativo hasta convertirlo en un generador de riqueza.
En el libro encontramos un capítulo que resume, de manera puntual, los pasos a considerar para lograr la capitalización de nuestra creatividad. Los autores le denominan Las 7i. Ideas para el desarrollo de la economía naranja. Comparto con ustedes los puntos de forma sintética, esperando suscitar la inquietud de investigar más al respecto:
Termino con una frase mencionada en el libro, inspiración del que fuera gerente general de la British Telecom, el empresario holandés Ben Berwayeen, quien afirma que todos necesitamos de un perro, una silla y una computadora para obtener esas anheladas 10 mil horas: “el perro para que me despierte, el sillón para sentarme a trabajar y la computadora para conectarme con el mundo”. Esa es la realidad hoy, es sólo cuestión de voluntad.