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El riesgo del “bla, bla, bla”

Por: Jorge A. Meléndez
Licenciado en Economía del Tecnológico de Monterrey, donde fue premio al saber. Director de Proyectos Especiales para Grupo Reforma
@jorgemelendez

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Hace poco disfruté una gran vacación con mis hijos en Oaxaca. Fantásticos paisajes, iglesias, historias... ¡y la comida! Le cuento que me gusta viajar con tours guiados para conocer mejor todo. Nos tocaron grandes guías: Juan, Sol y José Luis, que nos llevó a la visita de la ciudad y a un par de monumentales conventos en la Sierra Mixteca alta (impresionantes y en pueblos muuuy pequeños).

José Luis Flores es todo un conocedor que nos compartió información valiosa. Bueno, en San Pedro Yucunama (250 habitantes) hasta le ayudó al Alcalde a interpretar el código pictórico de su museo. Sabía mucho más que él. Pues hasta a este experto se le fue una liebre: en la visita al exconvento y Templo de Santo Domingo (grandiosos) nos compartió tanta información (y le preguntamos tanto) que no cumplimos dos paradas del recorrido. A fin de cuentas, después conocimos la Catedral y el corredor cultural San Pablo por nuestra cuenta, pero no fue lo mismo. Esta experiencia me hizo reflexionar sobre la tan común costumbre de hablar de más. A todos nos pasa, y sobre todo en la era de la hipercomunicación, donde es facilísimo compartir todo... y todo el tiempo.

Un "diálogo" ensordecedor que hace a veces muy difícil distinguir lo importante de lo insulso. Hablar de más puede ser peligroso, sobre todo para un jefe (maestro, padre, etc.) que, al tener autoridad, dicta muchas veces quién, cuánto y de qué se habla.

Empecemos pues por los riesgos a los que se expone un jefe (o un Presidente) parlanchín que al no callarse puede:

  1. No terminar lo que se requiere decir... o hacer.
  2. No escuchar algo que debe escuchar.
  3. Provocar que se le oculte información relevante.
  4. Asfixiar y alejar a los talentosos. Estos buscan oportunidades de hacer y así avanzar.
  5. Lograr que lambiscones y comodinos le cumplan su capricho.

Un empleado hablantín también está expuesto a, por lo menos:

  1. a) No aprender, algo terrible en la era de la hipercompetencia.
  2. b) Estancarse. El que escucha aprende mucho más que el que no calla.
  3. c) Aislarse. Pudiendo así cavar su propia tumba: el trabajo en equipo es crucial para innovar.
  4. d) Revelar su ignorancia. Nadie es experto en todo.
  5. e) "Lograr" que lo encasillen en un mismo rol.

¿Cómo darse cuenta si se padece este mal? Pregúntele a sus pares, pida retroalimentación a su jefe y realice un autoanálisis (digamos por un mes) de sus intervenciones (cantidad, temática y duración). Si el diagnóstico es malo, habrá que tomar cartas en el asunto. La bronca es que escuchar es más difícil que hablar.

"Mientras más escuchamos, más reaccionamos. Hay que permitir que se expresen cosas con las que no concordamos", comenta el consultor Peter Bregman en Forbes.

Asegura que escuchar es la única forma de aprender. Y requiere valor y respeto al que habla. ¿Cómo hacerlo bien? Bregman da 3 consejos:

  1. Escuche realmente. Olvide el multitasking. No piense en lo que va a contestar. Solo escuche.
  2. Repita lo que le dijeron. Lo que se conoce como "escuchar reflejando". Es como decir: "te estoy oyendo".
  3. Pregunte. Pero con cuidado. Para que su contraparte pueda profundizar. No para dar su punto de vista.

Interesantes, pero poco específicos. Aquí le van 10 tips de la consultora Dianne Schilling: hable cara a cara y mantenga contacto visual, relájese, mantenga su mente abierta, visualice lo que le dicen, no interrumpa, póngase en los zapatos del otro, dé retroalimentación regular, ponga atención a la comunicación no verbal, espere a pausas para preguntar y busque clarificar.

Los últimos dos puntos son clave: escuchar bien implica preguntar bien. ¿Cómo? Cinco sugerencias: prepárese, identifique temas clave, al inicio realice preguntas abiertas y luego profundice, aléjese de callejones sin salida (rollos huecos) y hable pausado para poder pensar.

Ojalá que le sirvan estas ideas para usar y expresar mejor sus conocimientos y, sobre todo, para aprender siempre más.

Si no conoce Oaxaca, vaya. Qué bonito estado y qué bonita gente. México es mucho más que sus políticos. México es mágico. Gracias a nuestros guías, al personal del hotel City Centro y, claro, a Yuri Velázquez, de Travel Shop de México.

En pocas palabras...

"Hablar no me enseña nada. Solo aprendo cuando escucho".

Larry King, periodista estadounidense.