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SALUD

El Sol, nuestro cuerpo y la piel

Por: MSP. María Jocelyn Bravo Ruvalcaba
Médica egresada de la UASLP; maestra en Salud Pública por la Escuela de Salud Pública de México, del INSP
@Ma_joshyta

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“—Y me he teñido el cabello… ahora es negro —dice—. Me imaginé que sería más seguro, porque me dijiste que las rubias tienen más probabilidades de desarrollar cáncer de piel.” Asfixia. Chuck Palahniuk

Hablar del astro rey, el Sol, y su relación con los humanos puede hacerse desde muchas vertientes: historia, filosofía, medio ambiente, física, geografía y hasta política, pero en esta ocasión hablaré de cómo influye en nuestro cuerpo, de sus beneficios y riesgos.

El reconocimiento del impacto del sol se ha descrito desde las civilizaciones antiguas, tal es el caso de la utilización de la Helioterapia (aplicación de los rayos solares con fines terapéuticos) por los griegos, para el tratamiento de ciertas afecciones, de ahí que no sea ajeno en la actualidad su uso.

Cuando se habla del sol y sus efectos en la salud, en lo primero que pensamos es en la piel, pero hay una importante influencia a través de la luz en el control del ciclo sueño-vigilia, al estimular la producción y regulación de diversas hormonas, con lo cual se modifican aspectos físicos, conductuales e incluso de la reproducción; también se han descrito una acción antinflamatoria y de mejora en la circulación.

Ahondando en la relación con nuestra piel, gracias a los rayos del sol se estimula la síntesis de vitamina D, con lo cual el organismo puede fijar calcio en los huesos, previniendo la osteoporosis e interviniendo en los procesos del sistema inmune y nervioso.

Con lo anterior, brevemente he señalado las bondades, sin embargo, si se abusa de la exposición o no se toman las medidas adecuadas, aparecen las quemaduras, de hecho, las radiaciones del sol natural o a través de las camas o lámparas solares se ha identificado como uno de los principales factores para el envejecimiento prematuro, reflejado en la presencia de arrugas y el desarrollo de cáncer.

Dentro de la clasificación de las radiaciones de la luz solar, aquella que principalmente afecta nuestra dermis es la ultravioleta, en sus bandas UVA, UVB; ambas penetran en diferente medida y estimulan a las células llamadas melanocitos para que produzcan melanina, una sustancia que protege a la piel parcialmente y a corto plazo, sin embargo, los rayos UV modifican el crecimiento de las células, es decir, sus efectos son acumulativos y lo relevante es que más del 80% de esos daños se producen en las personas menores de 18 años, de ahí que el cáncer aparezca en adultos y se ponga énfasis en el cuidado de niñas, niños y adolescentes.

El cáncer, con frecuencia, aparece en zonas expuestas al sol, como rostro, cuero cabelludo y cuello, pero puede aparecer en lugares que poco o rara vez se exponen. Existen tres principales tipos, pero el melanoma es el más grave, ya que, aunque puede ser curable al inicio, en etapas avanzadas tiene mayor probabilidad de dispersarse a otras áreas del cuerpo, haciendo difícil su tratamiento.

Dentro de los factores de riesgo se identifican: personas con piel clara, pues cuentan con menor pigmento de melanina y menos protección contra los rayos UV; antecedentes de quemaduras, incluso desde la infancia, y de exposición excesiva al sol; tener muchos lunares; antecedentes familiares de cáncer en piel y la exposición a sustancias como el arsénico.

La gran noticia es que es prevenible, algunos factores de protección son individuales, pero existen algunas medidas físicas y de fotoprotección. Dentro de las primeras, se recomienda evitar el sol entre las 10:00 y las 16:00 horas, incluso en invierno y días nublados; utilizar prendas de nailon, seda o poliéster, con tejido cerrado y de colores oscuros, ya que protegen mejor; utilizar gorro o sombreros de ala ancha para protección de cara y cuello, y lentes con filtro solar. Para lo segundo, usa filtros solares, los cuales actúan dispersando o absorbiendo la radiación, algunos son de ingredientes orgánicos o inorgánicos, o ambos, en diferentes texturas; a través del índice de factor de protección solar para rayos UVB, se catalogan en factor de protección FPS bajo (2-15), medio (15-30), alto (30-50) y muy alto (+50). Se recomienda utilizar al menos un FPS 30, aplicarlo 15 minutos antes de salir a la calle y especialmente en las zonas expuestas, incluso en días nublados, seguir las instrucciones de uso, de preferencia acudir con el dermatólogo para que recomiende el más adecuado, según el tipo de piel, hacer revisiones constantes e ir con personal de salud si se identifica alguna mancha o lesión sospechosa.