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ARTE Y CULTURA

Eternamente bella, bella

Por: MDG. Irma Carrillo Chávez
Maestra investigadora UASLP
@IrmaCarrilloCh

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En el año 2004, Desmond Morris publicó el libro La mujer desnuda, en el cual sienta las bases de la evolución femenina, además de proporcionarnos un magnífico recorrido por las partes del cuerpo que componen su anatomía. A diferencia de su aclamada obra El mono desnudo, en este volumen agrega los componentes indispensables para conformar el “ideal de belleza” que cada pueblo, sociedad o tribu adjudican al concepto de “belleza”.

Mi pregunta sería: ¿por qué tanto las sociedades atávicas como las contemporáneas han estado siempre preocupadas por encontrar ese ideal de belleza femenina? No cabe duda de que una razón evidente sería “para complacer al género masculino” o bien por razones religiosas o de índole social. Aunado a esta inquietud de naturaleza sociológica, las sociedades contemporáneas se preocupan también por el tema del envejecimiento humano, que no distingue géneros, pero sí lo hace a nivel sexual, pues es sabido que los hombres pueden pasar de largo, si así lo desean, el cuidado de su cuerpo y no pasa nada, mientras que las mujeres debemos avocarnos a una atención constante en cabello, rostro, uñas, manos, tonos de piel, vellos innombrables, todo esto sazonado con el toque de moda: rayos, mechas, degradados, francesas y demás lindezas que nos sugiere esta eterna dictadora.

La industria de la belleza es una de las más redituables del mundo y está segmentada en cuidado de rostro, labios o corporal, además del de pies y manos; en México se estima que en 2024 se alcancen a rebasar los 11.34 mil millones de dólares. Podemos observar en el comportamiento en redes sociales como se han incrementado los videos cortos o reels en donde los influenciadores aparecen dando consejos de belleza, testeando productos libres de crueldad animal o de sustancias químicas, como los sulfatos y los parabenos, recomendando marcas que los patrocinan, siendo los de cuidado facial o skin care los más populares.

El clima es el gran protagonista de estos días, enfermedades como la dermatitis o el melasma son preocupantes para el país, por lo que la venta de productos de protección solar se ha disparado, aunque también los hay para proteger a los usuarios contra los rayos que emiten los dispositivos electrónicos.

El envejecimiento se combate con el ácido hialurónico, las ceramidas o el retinol y observamos cómo los presentadores de estos productos preparan su piel para el maquillaje con capas y capas de humectantes, sueros y cremas, todo esto previo a la colocación de una base para ocultar imperfecciones u ojeras que pudieran ser un indicativo de que la vejez anda rondando nuestra puerta. Atrás quedaron las ideas sobre la sabiduría de una persona mayor, el concepto de “anciano sabio” se diluyó ante el embate de esta ola de juventud a base de lociones.

Si aparento menos años, mi voz es escuchada, la sociedad me reconoce y puedo llegar a ser un líder de opinión. “La belleza exige sacrificio”, decía mi madre, pero ¿valdrá la pena el sacrificio de someter mi cabellera a tintes, cortes, alaciados o aparatos calientes? ¿Vale la pena maquillarse desde los 11 años y cuidar nuestra piel cambiando de productos cada diez años conforme vamos envejeciendo?

En un momento cultural en donde muchas personas navegan con banderas contra la gordofobia y el racismo, y abogan por el incremento de la autoestima, considero que estamos siendo contradictorios. Parte importante de la vida es el cuidado y la higiene personal, visitar al médico e incrementar una cultura de la prevención, todo esto nos auxilia a tener una mejor calidad de esta. Al final, lo rescatable en una persona es tener responsabilidad afectiva, respeto por las elecciones y las razones del otro y reconocer en nuestros ancianos su sabiduría celebrando cada momento de su existencia con alegría.